Su vida estaba cubierta por un velo de misterio. Se sabía que había nacido en algún lugar del País Vasco, y que un día de 1580 apareció en el Cusco convertido en mercedario. Ya entonces había conocido al cronista indígena Guamán Poma de Ayala, a quien había contratado como ayudante para emprender juntos la tarea de contar la verdadera historia de los incas. Aunque el caso de Martín de Murúa —así se llamaba el religioso— era a todas luces paradigmático, pues por primera vez un español y un artista indio realizaban una obra al alimón, de su vida se conocía poco. ¿De dónde provenía su familia? ¿Cómo conoció a Guamán Poma? Nada. Solo esporádicas cartas de su paso por Cusco, Arequipa y Potosí. Y en 1615, otra vez, se le ubica en España, realizando los trámites para publicar uno de sus manuscritos.
Se sabía, eso sí, que Murúa y Guamán Poma habían realizado un manuscrito conjunto al que habían titulado Historia del origen y genealogía de los reyes incas, y al poco tiempo de haber terminado este trabajo, se habían distanciado y continuado, en solitario, obras que guardaban ciertas semejanzas. El cronista indio publicó su Nueva corónica y buen gobierno en 1616, y el vasco recortó el manuscrito inicial y lo llamó Historia general del Perú. Es decir, tres volúmenes sobre las costumbres políticas, sociales y religiosas del conquistado imperio.
Pero sobre el fin de la amistad entre Guamán Poma y Murúa había un dato adicional. El cronista había acusado al religioso de haber querido robarse a su mujer. Sí, después de todo, el cura era bastante débil al pecado de la carne.
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Recientemente, apareció un libro escrito por el historiador vasco Francisco Borja de Aguinagalde que ha tenido poca repercusión en nuestro medio pero que revela datos desconocidos del mercedario. Su largo título es Un misterio resuelto. El autor de la Historia general del Perú, Fray Martín de Murúa (1566? – 1615), de Eskoriatza*. De arranque se revela el lugar de origen del fraile: la villa de Escoriaza, en el sudoeste del País Vasco, un pueblo que tenía 150 casas y era habitado por 640 personas. El futuro religioso provenía de una familia que no era pobre ni rica. Su padre era barbero y cirujano, y vivía honradamente gracias a un oficio que entonces pertenecía al gremio de los artesanos. Murúa fue el cuarto de siete hermanos.
A partir de registros bautismales y de un testamento de la madre del fraile, María Ruiz de Gallaistegui, el historiador ha fijado la fecha de nacimiento el 3 de noviembre de 1566. Existe, sin embargo, dudas acerca de este dato. Primero, la partida bautismal habla de “una infante” —según el autor podría tratarse de un error del registrador—; y luego, en su testamento, la madre menciona a cada uno de sus siete hijos y cuando llega al cuarto de ellos no dice Martín sino Santos. Aunque, a renglón seguido, agrega que se trata de su hijo fraile. Esto hace suponer a De Aguinagalde que el nombre real de Murúa era Santos y que se lo cambió después de convertirse en mercedario.
El antropólogo Juan Ossio, uno de los mayores conocedores de Murúa en el Perú, y a quien el historiador vasco tuvo la gentileza de enviar el proyecto del libro, ahonda en el misterio sobre el año del nacimiento del fraile. Eso —dice— significaría que escribió su gran obra, Origen y genealogía de los reyes incas del Perú, a los 24 años, en 1590, lo que no coincidiría con una inscripción escondida en una de sus láminas, en la que dejó entrever que tenía ya 30 años.
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Lo que sí resulta indudable —de acuerdo a la documentación presentada en el libro— es que el fraile falleció el 6 de diciembre de 1615. Un año antes de que el rey autorizara la publicación de su Historia general del Perú.
De Aguinagalde cuenta, detalladamente, el retorno de Murúa al País Vasco en un convoy que llevaba mercancías y plata de los virreinatos de Nueva España y el Perú. Iba entusiasmado con la futura edición de su libro; incluso, para mejorar la calidad de sus ilustraciones, contrató a un grabador flamenco, a quien le adelantó el pago de cien reales.
Sin embargo, su muerte intempestiva, a raíz de un posible tifus, interrumpió esta tarea. El manuscrito, quizá por eso, vio la luz con algunas ilustraciones inconclusas y con varias páginas sin dibujos.
Esta obra fue dada por perdida y solo comenzó a ser recuperada a mitad del siglo XX cuando fue hallada en poder del duque de Wellington, en Inglaterra. Más tarde, el ejemplar primigenio —el producido con Guamán Poma— fue encontrado en Irlanda, en manos del coleccionista John Galvin. Así se fue armando este rompecabezas del siglo XVI. Sus principales piezas son bellas láminas de incas y coyas que debieron haber maravillado a los europeos cinco siglos atrás.
*El libro se puede encontrar en versión digital en www.academia.edu/35366611.