[Foto:difusión]
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Víctor Falcón Castro


Cuando muchos piensan en Mujercitas, novela escrita por Louisa May Alcott, imaginan a cuatro niñas poco inteligentes, bordando todo el día y a la espera de un caballero que les ofrezca y otorgue los títulos que en esa época —y a veces también en esta— angustian a muchas mujeres del mundo: los de “casada” y “madre”. Traducida a más de sesenta idiomas, continúa siendo adaptada a todo tipo de expresiones artísticas: desde óperas hasta series web.

Tomar bajo mi responsabilidad el guion de una versión libre de este clásico representó inmensos desafíos. Además de su conversión en un producto masivo y rentable, fue urgente el estudio del lugar de la mujer a lo largo de la historia.

De izquierda a derecha: María Grazia Gamarra, Carolina Cano, Vania Accinelli y Briana Botto. [Foto: difusión]
De izquierda a derecha: María Grazia Gamarra, Carolina Cano, Vania Accinelli y Briana Botto. [Foto: difusión]

—Una igualdad que no deja de no conseguirse—
La nueva edición en español, publicada en el 2015, recupera la versión íntegra de la novela, tal como se presentó por primera vez en 1868. La edición de 1880 fue la elegida para reimpresiones y traducciones, y fue finalmente la conocida en el mundo académico y literario. En esta, los editores de Alcott ‘mejoraron’ el manuscrito original: suprimieron capítulos, suavizaron términos chabacanos y eliminaron reflexiones sobre la mujer y lo femenino.

Con la lectura de la versión original, se descubre a una escritora mordaz y disgustada por los roles que ella y las mujeres tenían que cumplir. Mujercitas será un libro eterno por un motivo simple y categórico: exhibirá la batalla femenina por la igualdad frente al hombre en el amor, el trabajo y la economía.

La mujer, sobre todo la occidental y que no vive en Estados religiosos, ha obtenido progresos importantes en su realidad laboral y social. Sin embargo, estos resultan insuficientes para lograr la ansiada equivalencia. La mujer, y su sueldo, continúa siendo ‘complemento’ del hombre. Aunque contrajera matrimonio durante el siglo XIX, este en absoluto le daría tranquilidad. En “Experiencias domésticas”, vigésimo octavo capítulo del libro y, en lo personal, el más inteligente, se encuentra a una Margaret (Meg) devastada por no poder preparar una mermelada de grosellas perfecta ni cumplir impecablemente las labores caseras para las que fue formada; lo cual cuestiona su título de “casada”, que tanto le costó ganar.

A partir del ingreso de la mujer al mercado laboral, ¿los roles que ‘debe’ ejecutar se han aliviado o recrudecido? Para Simone de Beauvoir en El segundo sexo, la mujer continúa siendo dócil a la tradición femenina, y “quiere vivir a la vez como un hombre y como una mujer: de ese modo multiplica sus tareas y sus fatigas”. La mujer ‘tiene’ que demostrar que puede ser eficiente como el hombre. Y, además, ‘tiene’ que mantener su feminidad: estar en casa a tiempo para calentar la cena familiar y demostrarle amor a su pareja. Su nuevo lugar, lejos de desahogarla, parece haberla sobrecargado de compromisos y deudas.

"Mujercitas" también cuenta con la participación de Pierina Carcelén y Rodrigo Sánchez Patiño. [Foto:difusión]
"Mujercitas" también cuenta con la participación de Pierina Carcelén y Rodrigo Sánchez Patiño. [Foto:difusión]


—Perú, país de la mujer aniquilada—

Si Louisa May Alcott fuese una peruana contemporánea, ¿cómo habría redactado Mujercitas? Para hacer su investigación, habría leído y se habría horrorizado con las estadísticas nacionales de feminicidio, acoso callejero y violencia doméstica. Luego, se habría enfadado al leer en redes sociales burlas hacia movimientos como #NiUnaMenos.  Y, finalmente, se habría prendido en llamas al revisar declaraciones de mujeres que aseguran que el feminismo es actualmente “innecesario”. Habría escrito quizá Mujercitas 2.0, un libro ruidoso y provocador. No apostaría por la igualdad, sino, en primer lugar, por la dignidad.

Con ello en mente, en el barrio imaginario construido para la adaptación de América TV, Beatriz (la versión peruana de Beth) trabaja como enfermera de una posta médica a la que todos los días llegan vecinas golpeadas. Vive exhausta por los casos que debe enfrentar y, sobre todo, porque muchas de estas señoras perdonan a sus maridos por ‘amor’ y ‘la estabilidad de sus hijos’. Por otro lado, la pequeña Amy, rebautizada como Amanda, siente inmensa culpa por haberle sonreído demasiado a un compañero de colegio y usar un perfume dulce que originó que este la besara a la fuerza. Se responsabiliza por ‘provocarlo’.

Josefina (Jo) tiene los conflictos más simbólicos. Al estar emparejada con un político que será el congresista más votado del 2021, Josefina prende una hoguera en Internet al hablar a favor del matrimonio homosexual. El partido político regaña al joven candidato, y le pide establecer lo que su enamorada ‘tendrá permiso’ para declarar. La madre de Josefina, Viviana, tan sabia y paciente como Marmee en el libro, le pide a su hija tener calma porque “en el Perú, una mujer con opinión propia puede ser peligrosa para muchos”.

Esta versión de Mujercitas no cambiará el destino de la mujer peruana. Sin embargo, habrá exhibido los abusos que continúan existiendo contra el cuerpo y el trabajo femeninos. El feminismo (y cualquier ideología o instrumento, como una producción audiovisual) debe usarse para la liberación de aquellas mujeres históricamente enmudecidas. Para vigilar cualquier conquista obtenida, pues esta será frágil. Después de todo, como diría la premio Nobel de Literatura
Elfriede Jelinek, “el hombre siempre ha tenido un lugar en el mundo. La mujer ha tenido que ganárselo”.

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