Palito Ortega Matute
Palito Ortega Matute


Por Emilio Bustamante

En el 2013, Palito Ortega Matute, el pionero y el más conocido de los cineastas ‘regionales’, afirmaba que el cine llamado regional era el futuro del cine peruano pero no su presente. Y añadía que para ser el presente, los filmes realizados fuera de Lima tendrían que tener, por lo menos, exhibición en todo el Perú.

Se refería así al movimiento cinematográfico que él y otros cineastas iniciaron en la década de 1990 y que a la fecha ha generado casi 200 largometrajes y numerosos cortos, y ha cambiado por completo el panorama del cine peruano.

A Ortega le disgustaba el término regional aplicado al cine que realizaba, pues aspiraba a que sus películas tuvieran trascendencia, más allá de la región donde eran producidas, adquiriesen distribución en todo el territorio peruano y compitieran en festivales internacionales. Su prematura muerte lo encontró en plena lucha por esos objetivos.

En sus filmes, abordó la vivencia del conflicto armado interno desde la perspectiva de las víctimas tanto rurales como urbanas en Ayacucho, en títulos tales como Dios tarda pero no olvida, Sangre inocente, El rincón de los inocentes y La casa rosada (ganadora de recientes premios internacionales y de próxima exhibición en Lima). Incursionó también en el cine de terror andino con La maldición de los jarjachas, La maldición de los jarjachas 2 y El demonio de los Andes, y tocó el tema de la discriminación y el maltrato a la población LGTBI en los Andes en El pecado.

Fue también autocrítico y exigente. Reclamó siempre la mejora técnica y artística de las producciones regionales, y rechazó todo tipo de paternalismo o condescendencia hacia películas peruanas por el solo hecho de ser producidas en regiones distintas a Lima. Su aporte al cine peruano de los últimos veinte años fue muy valioso.

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