Por: Alberto Cordero
Hablar de Francisco Miró Quesada exige superlativos: nuestro pensador más brillante y mejor filósofo, el queridísimo (y ahora centenario) Paco, gran cultor y promotor de la lógica y la filosofía analítica. Miró Quesada corrobora a diario, sin solemnidad, estas y más aprobatorias descripciones, transitando con igual destreza por los mundos de las teorías filosóficas, la política, el periodismo y la sociedad. En un perceptivo libro, Realism with a human face, el notable filósofo de Harvard Hilary Putnam escribe:
“Hace unos años, visité el Perú y conocí a un estupendo filósofo, Francisco Miró Quesada. Miró Quesada ha sido un idealista toda su vida, siendo, al mismo tiempo, un hombre de gran experiencia (exmiembro de varios gobiernos y exembajador en Francia). Encontré que representaba la visión socialdemócrata en su forma más pura” (p. 186)2.
Filósofo, matemático, político, periodista, educador, saxofonista secreto, lector asiduo de exquisiteces literarias, Miró Quesada es excepcional por su capacidad formidable de gozo vital, una virtud que salta a la vista en su relación con personas, ideas, lugares e idiosincrasias. Es no solo un gran pensador latinoamericano del siglo XX. De modo crucial, es también un catalizador de excelencias intelectuales, como atestiguan en el Perú sus labores en las universidades de San Marcos, Cayetano Heredia, de Lima y Ricardo Palma.
—Pensar desde el Perú—
Particularmente decisivo, en mi opinión, es el valor de Francisco Miró Quesada como ‘prueba de posibilidad’. La posibilidad de hacer filosofía de nivel mundial desde el Perú y América Latina. En los años cuarenta del siglo pasado, con las instituciones culturales europeas debilitadas por la Segunda Guerra Mundial, Leopoldo Zea interpretó con agudeza la tragedia del Viejo Continente como una oportunidad para la participación igualitaria de los pensadores latinoamericanos en el diálogo filosófico mundial.
La idea cobró especial intensidad entre pensadores ‘regionalistas’, deseosos de desarrollar una filosofía fiel a las necesidades del entorno local. Argüiblemente, sin embargo, quienes al final mejor han realizado el reto propuesto por Zea son pensadores de vocación universalista, especialmente Francisco Miró Quesada, Mario Bunge, Newton da Costa Silva y Roberto Torretti, cuyas obras principales alcanzaron en el último tercio del siglo pasado amplio reconocimiento en escuelas mayores de Europa, Estados Unidos, Canadá y Australia, aparte de Latinoamérica.
Ellos mostraron que, desde nuestros países, a pesar de conocidas dificultades institucionales, es posible hacer filosofía de pertinencia universal. En el caso específico de Francisco Miró Quesada, entre sus logros más conocidos destacan contribuciones originales a los temas de la razón, la lógica del derecho y la filosofía política.
Desde Lima, él ha logrado dialogar en condiciones de igualdad intelectual con muchos de los mejores filósofos de la época. En el Congreso Mundial de 1993, realizado en Moscú, Miró Quesada fue candidato a la presidencia de la Federación Internacional de Sociedades de Filosofía, iniciativa que se tradujo rápidamente en expresiones de respeto y admiración. Su elección ocurrió por mayoría abrumadora.
—El ideal de la razón—
No es posible celebrar este centenario sin destacar el contagioso amor de Miró Quesada Cantuarias por el ideal de la razón, entendida como la facultad de alcanzar la verdad. Según él señala, la razón se opone a la arbitrariedad, y es a la vez rigurosa y de amplio espectro.
Históricamente, la no arbitrariedad ha sido una condición resaltada por pensadores que confían en las posibilidades intelectuales de la humanidad. Johannes Kepler, por ejemplo, aceptaba la teoría de Copérnico porque en ella el orden de los planetas y sus respectivas distancias al Sol se establecen con menos arbitrariedad que en el sistema ptolemaico (en el cual son casi totalmente materia de convención).
Más adelante, con Leibniz, los principios de razón suficiente y del mejor mundo posible elevarían la idea de no arbitrariedad a nuevas alturas filosóficas. Miró Quesada Cantuarias es un admirador de los anhelos racionalistas, pero conoce bien sus limitaciones.
La razón, subraya, camina a tientas entre dos precipicios. Uno es el de la razón ‘impura’ —la tentación autodestructiva de demostrar que no existe la razón—, el otro precipicio es el de la razón ‘cordial’ —asociada con la tentación de los éxtasis y las alucinaciones—.
Consecuentemente, su propuesta enfatiza la razón histórica y destaca la búsqueda de métodos formales que (idealmente) permitan alcanzar conclusiones objetivas, capaces de resolver incluso controversias políticas.
A los 100 años, Francisco Miró Quesada
Cantuarias continúa irradiando bienestar espiritual y civilizador. Su obra, de esperanzadora vigencia, está orientada hacia el futuro, como América Latina.
Quienes conocemos al homenajeado apreciamos la profundidad y variedad de sus enseñanzas, su conversación y la cálida experiencia de estar en compañía de un peruano de lujo.
¡Feliz primer centenario, Paco!