El destacado científico alemán estuvo cinco meses en el virreinato del Perú
El destacado científico alemán estuvo cinco meses en el virreinato del Perú

Con La invención de la naturaleza Andrea Wulf, escritora alemana nacida en Nueva Delhi, ha hecho algo más que recoger la historia del científico alemán Alexander von Humboldt (1769 - 1859): ha logrado, en realidad, devolverlo a la vida.

Ella ha recuperado a uno de los personajes más fascinantes de la historia moderna, quien fue uno de los protagonistas de ese momento en que los científicos eran viajeros y aventureros, eran hombres que subían montañas, recolectaban plantas, dibujaban animales y medían el planeta armados solo con su inmensa curiosidad. Y no es que antes de Wulf el legado de Humboldt haya sido ignorado, pues todos sabíamos que hay —entre otras cosas— una corriente y una especie de pingüino que llevan su nombre, pero muchos desconocíamos su fascinante biografía.

Ahí entró a tallar el trabajo de esta historiadora alemana, quien durante más de diez años se dedicó a hurgar en cientos de textos y recorrer los más disímiles rincones del mundo tras los pasos del mítico viajero. Así ha logrado entregarnos un libro de no ficción basado en una documentación minuciosa, y narrado como si fuera una novela de aventuras, sin perder por ello un ápice de rigor.

En más de una ocasión la autora ha destacado que el modo en que Humboldt hacía ciencia tenía mucho que ver con la belleza de la poesía, Es por ello que con él cambió la forma en la que se entendía la naturaleza. “Por ejemplo, a su paso por Ecuador —cuenta emocionada Wulf— y al subir al volcán Chimborazo, entendió toda la magnitud de la madre naturaleza y de lo que ella era capaz de ofrecer tan generosamente”. Agrega: “Humboldt desarrolló la idea de la naturaleza como un organismo vivo en el que todo está interconectado”.

Al respecto, en una conversación con el periodista español Antonio Martínez Ron ya había dicho: “Hasta entonces los científicos pensaban en la naturaleza como un sistema mecánico en el que cada cosa tiene su sitio. Además, estaba la idea de que Dios la había creado para el disfrute de los seres humanos, nosotros éramos los dueños de animales y plantas. Y Humboldt se deshace de esta idea: todos somos parte de lo mismo. Eso es un cambio enorme y el principio de cómo vemos la naturaleza hoy”.

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Fue, pues, un visionario, sí, y por más de un motivo. Advirtió del maltrato al que sometemos a nuestro mundo, y fue el primero en hablar del cambio climático y de la deforestación tras viajar a América Latina y observar la dura vida de las poblaciones indígenas sometidas a España. La situación social desfavorable en la que vivían los nativos americanos no le fue ajena.

Humboldt viajó a América con un permiso del rey de España, pero eso no significó que le rindiera pleitesía a la Corona. “Él viajo a través de toda Sudamérica y fue muy crítico con la colonización. Escribió mucho acerca de eso”, enfatiza Wulf. Justamente, la época en la que el alemán visitó América Latina —a inicios del siglo XIX—, esta se encontraba en una etapa de efervescencia, en la que ya se difundían entre las élites criollas las ideas independentistas.

“Humboldt mantuvo una estrecha amistad con Simón Bolívar —refiere la historiadora—. Ellos se conocieron en París y en Roma en los años 1804 y1805, y entablaron una relación de amistad y respeto mutuo”. Bolívar admiraba la forma en la que Humboldt describía la naturaleza. Algo que se hace evidente cuando escribe su famoso poema “Mi delirio sobre el Chimborazo”, inspirado en la prosa del alemán.

“Esas bellas descripciones no solo deslumbraron al libertador venezolano, sino también hicieron que toda Europa se enamore de América del Sur”, explica la autora. Es curioso pero la visión que tenía el científico alemán coincidía con la que tenían los pueblos indígenas de esta parte del mundo, quienes también creían que la naturaleza era un organismo vivo. “Él siempre decía que ellos eran los mejores observadores de la naturaleza, que ellos eran los mejores geógrafos —dice Wulf—; por eso nunca le gustó que lo pusieran como el descubridor de la corriente fría del Pacífico. Él solo midió algo que las poblaciones americanas ya conocían”.

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