Escena de "Slap Talk", el trabajo de larga duración de la dupla creativa de Gemma Paintin y James Stenhouse. [Foto:Action Hero]
Escena de "Slap Talk", el trabajo de larga duración de la dupla creativa de Gemma Paintin y James Stenhouse. [Foto:Action Hero]


Por Gabriel Meseth

Ante el vértigo de la vida diaria en que todo parece constreñirse a la inmediatez de las redes sociales, el durational theatre se asume como antídoto. Un desafío físico y emocional que tanto los actores como el público aceptan cada vez con mayor entusiasmo. Lo confirman propuestas como The Artist is Present (2010), en la cual la legendaria Marina Abramović permanecía por ocho horas diarias en una sala del MoMA, observando en absoluto silencio a los visitantes que se atrevían a sentarse frente a la artista. O Monte Olimpo, la performance del controversial Jan Fabre, cuya reciente presentación en Madrid enfrentó a su audiencia a 24 horas de danzas frenéticas y orgías monumentales.

“El teatro de resistencia permite acceder a una nueva frecuencia”, opina Gemma Paintin, del dúo creativo Action Hero. “Es una interrupción a la vida frenética, una oportunidad para que el metabolismo se desacelere y se puedan apreciar las cosas con mayor detenimiento”, agrega.

Su nueva performance Slap Talk fue seleccionada por el British Council Perú para presentarse el 2 de marzo en el Festival de Artes Escénicas de Lima (FAE). Destacada en el Edinburgh International Showcase —una de las mayores plataformas de teatro alternativo, cuya oferta ronda los 3.500 espectáculos y supera las 50.000 funciones—, Slap Talk explora la violencia del lenguaje a lo largo de sus seis horas de duración.

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Slap Talk alude a la confrontación verbal entre dos boxeadores antes de subirse al ring. “Nos atraen las distintas formas en que el lenguaje describe la violencia, y cómo el lenguaje cotidiano es violento de por sí”, explica Paintin sobre este nuevo proyecto creado junto con James Stenhouse, mientras ambos se hallaban en una residencia de artistas.

El largo proceso de escritura se inició con un juego que los llevó a recopilar frases extraídas de la televisión y la cultura popular. Noticieros que se regodean en los pormenores de un asesinato o un conflicto bélico. Programas de televenta (“¡Llame ya!”) que presentan el poder transformativo de un producto sobre la vida del televidente. O el trance del pastor evangélico que conmina a sus fieles a donar dinero para librarlos del infierno.

Los distintos usos y registros del lenguaje se entretejen en un gran texto leído por Paintin y Stenhouse a través de un teleprompter, mientras que una cámara conectada a un monitor registra en extremo close-up las expresiones faciales de cada actor. El momento favorito de Paintin ocurre entrada la cuarta hora del espectáculo, cuando la pareja emula una competencia entre millonarios para ver quién tiene la mansión más grande o el yate más moderno, la cual deviene en un inventario de todos los perros que tienen. “Por diez minutos me dedico a leer una lista de razas que fuera de contexto sería aburrido, pero dentro de la obra es delirante”, detalla Paintin. “La obra puede ser tan graciosa como perturbadora, y al público le resulta adictiva”, señala.

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¿Qué determina la duración de una obra? Paintin recuerda que la primera intervención de Action Hero duró apenas diez minutos, y que para Slap Talk contaban con material para un día entero. En un inicio no sabían si duraría una hora o diez. Si era muy corta, el lenguaje no se desarrollaba. Si era muy larga, perdía intensidad.

Primó una cuestión práctica: el tiempo necesario para hacer la obra sin descanso y sin enfermarse. A pesar de lo demandante que es leer del teleprompter sin pausa alguna, sin comer ni ir al baño, es un tiempo manejable para entregar toda la energía que exige Slap Talk.

A fin de cuentas, para el arte de resistencia se trata de una performance relativamente corta. Aún más si se la compara con los trabajos del taiwanés Tehching Hsieh, como aquella oportunidad en la que se aisló por todo un año en una celda penitenciaria que habilitó dentro de su estudio. Lo cierto es que el público está cada vez más dispuesto a invertir su tiempo y todos los formatos artísticos reaccionan. Ejemplo de ello es Ambiancé, la película más larga de la historia —720 horas o un mes— cuyo estreno previsto para el 2020 fue anunciado con un tráiler de siete horas (la versión fast forward está disponible en YouTube). Pero el teatro, capaz de proporcionar una experiencia única e irrepetible, sigue siendo la vía más directa a la catarsis.

“A veces me duele la cabeza, la espalda, tengo náuseas y me arden los ojos por la luz de un reflector”, cuenta Paintin. “En otras oportunidades paso por un trance, una manera distinta de experimentar el correr del tiempo. Solo tengo que leer, sin saber quiénes están en el público. No sé qué hace mi compañero, el lugar donde me ubico me impide verlo. No sé cómo me veo a través del monitor. Hay algo absorbente en esta tarea. Uno pasa a otro estado mental, nunca me resulta aburrido”.

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