Aún existen personas que creen que la Tierra es plana. (Foto: difusión)
Aún existen personas que creen que la Tierra es plana. (Foto: difusión)

Delirio viral
La idea de que la Tierra es una esfera (o geoide, para ser más específicos), por ejemplo, se puede rastrear hasta la antigua Grecia, cinco siglos antes de Cristo. Esta pasó de conjetura a inferencia y se convirtió en un hecho constatable gracias al desarrollo de la tecnología que lo permite. El convencimiento de que la Tierra es plana, por otro lado, es uno que quedó en el terreno del oscurantismo religioso más anticientífico y pintoresco. Hasta que la ciencia creó los algoritmos de internet.

Los llamados flat-earthers o terraplanistas son un grupo variopinto de individuos convencidos de que nuestro planeta es un gigantesco disco que flota en el espacio. Si no puedes ver curva alguna en el horizonte, ¿cómo puedes decir que la Tierra no es plana?, inquieren estos conspiracionistas a los escépticos que dudan de su prédica.

Un grupo de investigadores de la Texas Tech University, de Estados Unidos, entrevistó en profundidad a 30 concurrentes al evento más grande en la comunidad de terraplanistas, la Conferencia Anual. Según reporta The Guardian, 650 personas se dieron cita en la última edición de este evento. Todos los entrevistados por el equipo de académicos coincidieron en que el elemento decisivo para su conversión al bando del terraplanismo fueron los videos que YouTube les recomendaba de manera sucesiva, a veces durante días sin parar. Todos estamos familiarizados con esa dinámica porque así están diseñados los algoritmos de la plataforma de video de Google. Detecta patrones de gustos y comportamientos de manera tal que sus recomendaciones se convierten en un agujero negro que absorbe nuestro tiempo, concentración y sentido común más elemental a escala masiva.

La compañía aún no se ha pronunciado al respecto, pero cabe preguntarse cuánto tiempo más es sostenible que empresas como Google y Facebook no asuman un rol activo y comprometido para prevenir y detener la difusión de teorías conspirativas, campañas de difamación y noticias falsas. No hay modelo de negocio que lo justifique.

Una servilleta con saliva permitió resolver un crimen luego de 26 años.
Una servilleta con saliva permitió resolver un crimen luego de 26 años.

Papelito manda
Jerry Westrom, un ciudadano estadounidense de Minneapolis, fue arrestado hace poco por haber asesinado a una mujer en 1993. Pese a que el acusado niega los cargos, sus genes dicen lo contrario, narra una fascinante crónica publicada en el New York Times.

Los agentes del FBI responsables de su captura dieron con él cotejando el ADN hallado en la escena del crimen con las muestras que poseen empresas de internet que permiten rastrear la herencia genética entre otros aspectos de nuestro pasado contenidos en nuestro genoma. Los resultados hallaron dos probables sospechosos, pero una servilleta con la que Westrom se limpió la boca tras comer un hot dog en el estadio fue suficiente para que la policía pudiera verificar que se trataba de él. Este es el más reciente en una serie de crímenes resueltos en Estados Unidos utilizando la genealogía y las bases de datos genéticas de las casi 15 millones de personas que han subido esta información a internet.

Los enorme tiburón blanco tenía unos seis metros de largo y su peso aproximado era de unas 2,5 toneladas. (Foto: Reuters)
Los enorme tiburón blanco tenía unos seis metros de largo y su peso aproximado era de unas 2,5 toneladas. (Foto: Reuters)

Ahí está el tiburón
Los tiburones son animales tan distintos a nosotros que parece que fueran de otro planeta. En cierto modo lo son. Habitan los mares desde hace millones de años, cuando el mundo era muy distinto a como lo conocemos ahora. Su posición dominante en la cadena alimenticia, no obstante, le ha permitido al tiburón blanco mantenerse esencialmente igual a través del tiempo. Las razones comienzan a esclarecerse tras la decodificación del mapa genético del animal.

Un reporte publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences revela que la información genética del tiburón blanco podría ser útil en un futuro no muy lejano. Según explica la revista Wired, sus capacidades regenerativas y su longevidad (viven hasta los 75 años) prometen echar nuevas luces en el tratamiento del cáncer. Pese a no tener depredadores naturales desde la extinción de los dinosaurios, los tiburones se ven amenazados por la sobrepesca y por prácticas aberrantes como el ‘aleteo’. Se pesca al animal, se cercenan sus aletas y se le devuelve vivo al mar para que se desangre. Las aletas son comercializadas ilegalmente como delicatessen en restaurantes de lujo de Asia.

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