Se acaba de celebrar el centenario del célebre actor japonés Toshiro Mifune (1 de abril de 1920 – 24 de diciembre de 1997). El pasado 1 de abril el hashtag #Mifune100 tuvo un discreto éxito en las redes sociales. ¿Será que la figura del más famoso actor que ha salido de Japón está cayendo en el olvido? Tal vez, pues a doce años de su muerte es posible que el nombre de Toshiro Mifune no sea el más famoso entre las nuevas generaciones. Injusticias del paso del tiempo.
Se trata de un actor que surgió al mismo tiempo que una forma de hacer cine para un Japón que renacía de las cenizas de la guerra. Mifune nació en China y desde pequeño se relacionó con las cámaras, pero las fotográficas, pues su padre tenía un estudio. En él aprendió el arte de mirar el mundo a través de los encuadres artísticos. A los 19 años fue llamado al servicio por el ejército japonés para ocuparse primero de producir mapas del territorio enemigo utilizando las fotografías tomadas por los aviones espía y de un escuadrón suicida después. No es broma: Llegó a ser teniente y tener a su cargo reclutas a quienes despedía afectuosamente cuando les llegaba el turno de partir al campo de batalla diciéndoles: “si las cosas no salen bien, no piensen en el Emperador en sus últimos momentos. Piensen en sus madres. Despídanse de ellas”.
Esa historia llega a nosotros de boca de su hijo Shiro Mifune, quien lo cuenta en el documental del cineasta norteamericano de ascendencia japonesa Steven Okazaki (Oscar a mejor corto documental en 1991): Mifune, el último samurái (2016). El documental es narrado por Keanu Reeves y recoge los testimonios del hijo de Mifune, el de Kurosawa y actrices y actores que trabajaron con ambos y entrevistas a los directores Steven Spealberg y Martin Scorsese. Ninguno de ellos oculta su admiración por Mifune y Kurosawa, los hombres que cambiaron el destino del cine japonés.
“El cine era una de las pocas cosas que teníamos”
La Segunda Guerra Mundial dejó un país herido. En el mismo documental, Teruyo Nogami, supervisora de scripts, cuenta que el cine era una de las pocas cosas que les quedó a los japoneses. “Nos inspiraba a vivir”, dice.
En 1946 Mifune se presentó en la productora Tōhō esperando conseguir un trabajo como cámara, por su experiencia trabajando en la fotografía. Sin embargo, lo que consiguió fue una invitación para presentarse a una prueba de actuación...que no pasó. Según cuenta el portal nippon.com, a pesar de no ser elegido, el presidente del jurado, el director Yamamoto Kajirō, lo añadió a la lista de reserva aduciendo que “un tipo de pinta extraña como él podría servirles”.
En 1948 Akira Kurosawa lo eligió para ser el protagonista en su cinta Ángel borracho y ahí nació la chispa que los convirtió en el dúo cinematográfico más universal nacido en el continente asiático. Hicieron 16 películas juntas y todas de alta calidad. Tadao Sato, historiador de cine japonés entrevistado para el documental sobre Mifune, cuenta que Kurosawa hizo algunas películas durante la guerra a favor de la misma, pero que luego se arrepintió. “Juró no volver a poner su cine al servicio de nadie y con Toshiro Mifune al lado, lo logró”, añade.
Kurosawa era estricto y minucioso con todo y con todos, excepto con su estrella. A él lo dejaba ser. Y el resultado era impresionante. Como dice Steven Spealberg: “en Siete samuráis(1954) su personaje parecía creado por una conjunción de las fuerzas de la naturaleza”. Kurosawa dijo una vez que dirigirlo “era como tratar de domar una fiera”.
Mifune y Godzilla
¿Le suena los nombres de Hayakawa Sesshū o Iwamatsu Mako? Se trata de dos actores japoneses que triunfaron en Hollywood y cuyo nombre está inmortalizado en el emblemático Paseo de la Fama. Sin embargo, hay otros dos japoneses cuyas estrellas también brillan en ese asfalto: Toshiro Mifune y Godzilla.
Kurosawa y Mifune reinventaron la idea del héroe moderno, pero el cine les debe eso y más. Sin Kurosawa no existirían Los siete magníficos (1960), Por un puñado de dólares (1964) o Star Wars. Sin Mifune los jedis no pelearían con espadas y Darth Vader no existiría. Es más, el actor estuvo a punto de tener el papel de Obi Wan Kenobi, pero su representante estadounidense le recomendó que lo rechazara. Una influencia póstuma de Kurosawa y su actor favorito en el cine de las últimas décadas la encontramos en Matrix 3. No solo porque Neo es una especie de samurái post apocalíptico, sino porque el capitán más valiente del ejército de los humanos es el Capitán Mifune.
“Mifune fue el primer héroe cinematográfico no blanco. Y no importaba el papel que hiciera, era un héroe que no necesitaba una espada”, dice un emocionado Spielberg, que consiguió que el actor se ponga a sus órdenes en la película 1941 (1979). “Yo había crecido viendo sus películas, no podía creerlo”, añade.
Toshiro Mifune no solo encarnaba samuráis, sino que él mismo era uno. Sus amigos más cercanos lo recuerdan reservado, justo, generoso. Y descontrolado con el alcohol. Su hijo Shiro narra que cuando su padre se emborrachaba —disfrutaba especialmente del saque y el whisky— tomaba su espada y hacía el ademán de pelear con el viento. “Yo me asustaba mucho”, cuenta.
También recuerdan sus compañeros de reparto a un Mifune completamente descontrolado por el alcohol que manejaba a toda velocidad hasta la casa de Kurosawa, su buen amigo, con quien sin embargo dejó de hacer películas a mediados de los 60. Tras el éxito de Yojimbo (1961), Mifune había tenido mucha exposición en el extranjero. Incluso protagonizó, en 1962, una película mexicana llamada Ánimas Trujano: El hombre importante. Fue Barba roja (1965) la última colaboración entre el cineasta y la estrella. Aunque siguieron siendo amigos, nunca más trabajaron juntos.
“A veces la gente crece de forma distinta, sobre todo cuando se trata de colaboraciones. Se usan mutuamente hasta que ya no tienen nada que darse, salvo cariño y respeto”, responde Martin Scorsese cuando le preguntan sobre esta separación. Sus pares japoneses creen que simplemente sus carreras tomaron rumbos distintos, pues Kurosawa dejó de lado las historias de samuráis y Mifune se convirtió en director y productor mientras seguía actuando en películas y series tanto de Japón como de Estados Unidos. Así, muchos lo recuerdan como protagonista de Shogun, la serie estadounidense filmada en Japón que se estrenó en 1980.
Toshiro Mifune murió el 24 de diciembre de 1997 y filmó su última película en 1995. Su hijo recuerda que, en sus últimos días como actor tenía problemas para recordar sus letras, por lo que necesitaba carteles al lado de las cámaras para leer y saber lo que tenía que decir. Para alguien tan minucioso y exigente, era más que incómodo, odioso. Era el Alzheimer
El día de su funeral su amigo Akira Kurosawa no estuvo presente, pues estaba muy enfermo. Sin embargo, pudo enviar una carta en la que dijo: “Fuimos parte de la época de oro del cine japonés. No hubiera podido hacerlo sin ti. Gracias, amigo mío. Me hubiera gustado decirte todo esto con una botella de saque en la mesa. Nos vemos pronto”. Nueve meses después, si existe un más allá, se reencontraron.