Una gorra negra con las siglas PNP (Policía Nacional del Perú) se convirtió en la prenda característica con la que Daniel Urresti –general en retiro del Ejército– encabezaba distintas intervenciones mientras se desempeñaba como ministro del Interior del gobierno de Ollanta Humala, cargo que ocupó entre junio del 2014 y febrero del 2015.
El 44% de aprobación que registró al final de su gestión, según una encuesta de Ipsos Perú, lo convirtió por entonces en el ministro más popular.
Probablemente, dicho resultado influyó para que Urresti defina su marca registrada. Siguió usando la gorra, ya con inscripciones acordes a cada situación, en sus siguientes aventuras electorales: en su frustrada candidatura presidencial por el Partido Nacionalista Peruano en el 2016, en su postulación a la Alcaldía de Lima en el 2018 –en la que quedó en segundo lugar– y, finalmente, en su campaña al Parlamento de este año con Podemos Perú.
En este último proceso se perfila como el candidato al Congreso más votado a escala nacional. Los resultados preliminares permiten evidenciar que alcanzó el pico de un protagonismo que ha ido construyendo a lo largo de los últimos años a través de diversos cargos en la función pública, de un discurso centrado en la seguridad ciudadana y el orden, y de un estilo particular que muchas veces ha incluido el tono desafiante y la sorna. Pero aunque todo eso le ha valido para ganar popularidad, Urresti no ha podido evitar tropiezos.
—El alto comisionado contra la minería ilegal—
En setiembre del 2013, tras su paso como asesor de la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM) y secretario de Gestión de Riesgo de Desastres en dicha entidad, en el gobierno de Ollanta Humala, fue designado como Alto comisionado en asuntos de formalización de la minería, interdicción de la minería ilegal y remediación ambiental.
Bajo esa función, en marzo del año siguiente, tuvo que enfrentar una protesta de mineros ilegales en distintas regiones del país, que incluyó el bloqueo de vías como la Panamericana Sur e incluso se sintió por esos días en Lima con la llegada de unos 4 mil manifestantes que marcharon por las calles del centro de Lima pidiendo que se amplíe nuevamente el plazo de formalización y se frene las interdicciones.
Urresti también encabezó distintas operaciones de interdicción y destrucción de maquinarias e insumos de mineros ilegales en Madre de Dios, Puno, Arequipa y otras regiones.
—La Pampa y una tarea inconclusa—
En abril del 2014, tras la destrucción de maquinarias de mineros ilegales en Huepetue (Madre de Dios), representantes de la Federación de Mineros de Madre de Dios (Fedemin) acusaron un “abuso de poder”, pues señalaron que la operación se realizó en una zona permitida y afectó a mineros con concesiones que estaban en proceso de formalización. Posteriormente, Urresti descartó tales acusaciones y negó también que las acciones hayan ingresado a una zona de viviendas o afectado infraestructura educativa.
En junio de ese mismo año, se desarrolló la operación “Principio de Autoridad IV” en la zona de Madre de Dios conocida como La Pampa y Urresti aseguró: “Esta era un pequeña ciudad y el campamento madre de la minería ilegal; podemos decir que esa actividad ilícita en esta zona ha sido erradica en su totalidad…”.
La realidad casi seis años después evidencia que no fue así. La minería ilegal, el tráfico de combustible, la deforestación y otros focos de delincuencia persisten en la zona.
—Su arranque como ministro—
El enérgico protagonismo de Urresti como alto comisionado contra la minería ilegal sirvió para que, en junio del 2014, Urresti fuera designado como el sexto ministro del Interior del gobierno de Humala, en reemplazo de Walter Albán.
De arranque, dijo ser una persona no de escritorio, sino de acción, y prometió que en poco tiempo se iban a ver los avances de la lucha contra la inseguridad ciudadana. Ya luego se le vería con su característico gorro de la Policía Nacional del Perú (PNP) tras distintas intervenciones y capturas.
Durante su gestión, en julio del 2014, fue detenido el coronel PNP (r) Benedicto Jiménez, en el marco de una pesquisa contra el abogado Rodolfo Orellana Rengifo por apropiaciones ilícitas de inmuebles y lavado de activos. Jiménez era señalado como socio de este último, quien fue capturado en Colombia en noviembre tras permanecer prófugo. Por entonces, la aprobación del ministro aumentaba, según las encuestas, aunque sus opositores lo tildaban de populista.
—La ‘cocaína’ que era yeso—
Sin embargo, uno de los cuestionamientos a Urresti se dio a raíz de la presentación, en agosto de 2014, de presuntamente 400 kilos de cocaína en Barranca. Casi un mes después, el exministro del Interior, Fernando Rospigliosi, reveló que lo que se incautó en realidad fueron solo 42, 89 kilos del estupefaciente en una vivienda y 138 kilos de yeso en la camioneta del candidato fujimorista a la alcaldía por dicha localidad, Alberto Tapia.
Lejos de pedir disculpas o rectificarse, Urresti sostuvo: “Hubo un error en la nota de prensa, pero jamás hubo la intención de mentir. Siempre dije que hubo yeso, y no mencioné al candidato”. Uno de sus férreos críticos, el por entonces congresista Mauricio Mulder, cuestionó: "El figuretismo se ha convertido en el papelón del ministro Urresti. ¿Cómo sabemos si en las otras incautaciones no fue lo mismo?”. El jefe de la División Antidrogas de la PNP, Vicente Romero, explicó que la presentación de lo incautado se hizo sin haber terminado de verificar y por la premura de entregar la información.
Este fue uno de los asuntos por los que Daniel Urresti fue interpelado en el Congreso en octubre, una accidentada sesión marcada por adjetivos, insultos y provocaciones que iban y venían, y que generaron la suspensión del pleno en dos ocasiones a lo largo de la jornada, una por falta de quórum.
—El perdón por los sucesos en Pichanaki—
Ya inicios de febrero del 2015, el ministro estuvo en medio de otra crisis. Esta vez un paro indefinido promovido por el Frente de Defensa Ambiental de Pichanaki, en la selva de Junín, contra las actividades de PlusPetrol. Los enfrentamientos entre los manifestantes y policías dejaron un muerto —un estudiante de 25 años— y decenas de heridos, entre civiles y agentes.
El conflicto social dejó muy mal parado a Urresti, quien había afirmado que los agentes policiales solo se defendían con escudos y gases lacrimógenos. Los hechos evidenciaron, sin embargo, que ocho efectivos usaron armas de fuego contra la población.
“Quiero pedir perdón a la población de Pichanaki por lo que sucedió, es algo lamentable y estamos tratando en lo posible de darle una solución, dentro del drama que se está viviendo”, dijo en conferencia de prensa, donde aceptó ser un responsable político de lo ocurrido y dejó en manos del mandatario Humala su permanencia en el cargo.
El líder del citado frente fue Roberto Carlos Chavarría Vilcatoma, natural de la zona. Se trata de un dirigente que cumplió una pena de 9 años de cárcel por rebelión y secuestro a raíz del ‘andahuaylazo’ del 2005, donde murieron cuatro policías y dos civiles.
Urresti y Chavarría se verán las caras en el Congreso, puesto que este último —simpatizante de Antauro Humala y su movimiento etnocacerista— también se perfila como legislador electo por el partido Unión por el Perú (UPP) por Junín.
El militar retirado siguió en el Mininter hasta el 17 de febrero del 2015, convirtiéndose en el ministro con mayor aprobación del gobierno —44%, según Ipsos Perú—, aunque sus opositores resaltaron que no llegó a concretar las reformas necesarias para la PNP. Fue una gestión en la que se le pudo conocer también por los calificativos y agravios a quienes lo criticaron, los llamados de atención públicos a policías, y dimes y diretes con periodistas.
“Pedir perdón por algo no es nada malo. Cuando he pedido perdón por Pichanaki, lo he hecho con todo mi corazón”, refirió el día en que dejó de ser ministro.
Pero aquel 18 de febrero en Palacio de Gobierno, la despedida marcó otro inicio para Urresti. “Estoy seguro de que me van a extrañar. Eso de que soy figuretti es una leyenda negra [...], síganme en Twitter”, exclamó a la prensa.
—El gerente de Seguridad agredido—
Fiel a su estilo vehemente, Daniel Urresti encabezó distintos operativos en el distrito de Los Olivos, donde se ha desempeñado recientemente como gerente de Seguridad Ciudadana.
Durante su labor iniciada en marzo, protagonizó distintos incidentes durante intervenciones contra ambulantes, mototaxistas. Las operaciones no solo ocasionaron agresiones contra miembros del serenazgo distrital, sino también contra él mismo.
Por ejemplo, en una intervención realizó disparos, de acuerdo a su versión, para “rescatar con vida a los serenos y fiscalizadores” que eran atacados por personas pertenecientes a “mafias que alquilan espacios a los vendedores ambulantes”.
En otra ocasión, su afán por encarar a comerciantes informales terminó con una agresión en su contra. A través de Twitter, un espacio que ha sabido aprovechar, mostró una imagen suya con el rostro ensangrentado. Aquella ocasión, aseguró haber sido víctima de una emboscada e incluso sufrió el robo de su cámara.
Hacia fines de octubre, su labor municipal quedó en segundo plano tras anunciar sus intenciones de ser candidato al Congreso. A este llegará con otros cuestionamientos bajo el brazo y estará a la espera de que inicie un nuevo juicio en su contra por asesinato del periodista Hugo Bustíos, ocurrido el 24 de noviembre de 1988 en Huanta, Ayacucho, cundo era capitán del Ejército y encargado de la sección de Inteligencia de la base de Castropampa. El anterior juicio, en donde fue absuelto, fue anulado.
Daniel Urresti es el mayor de cuatro hermanos. Fue canillita, trabajó desde adolescente en una fábrica de confecciones, en construcción y más adelante ingresó al Ejército, donde alcanzó el grado de general de Brigada, con un interés particular en la electrónica y las telecomunicaciones. Alguna vez dijo que, desde pequeño, siempre fue obsesivo con los encargos recibidos.
Tras sus frustrados intentos para ser candidato presidencial del Partido Nacionalista en el 2016 y alcalde de Lima en el 2018, el histórico Palacio Legislativo será ahora el escenario para conocer más de sus obsesiones.
En las dos semanas previas a las elecciones parlamentarias, cuando la apatía ciudadana hacia el proceso empezó a ceder más, Daniel Urresti no dejó de publicar mensajes en Facebook ni en Twitter ni un solo día. Tampoco de responder a sus críticos, como asiduamente lo ha hecho en los últimos años. Y como lo sigue haciendo por estos días.
Y es que según ha expresado el hoy virtual candidato al Congreso más votado, su campaña se ha basado principalmente en las redes sociales, sus importantes aliadas, caravanas y caminatas. Los pasos y tropiezos de Urresti en la función pública ya son conocidos. Está por verse cuál será el camino parlamentario que seguirá.