Hace buen tiempo que Keiko Fujimori dejó el naranja como color dominante de su atuendo y de su vida. Por ahí, asoma en la K de una pancarta, en un muro, en una banderola, en la parafernalia de una portátil, pero ya no pinta como antes. Keiko paseó la primera vuelta vestida de blanco como si necesitara ser purificada de todo lo que le había pasado en la cárcel y manejando al mototaxi congresal.
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En la segunda vuelta ha añadido el rojo patrio, el de la camiseta de la Selección Peruana. Se lo empezó a poner a fines de abril y luego se lo puso a sus aliados de otros partidos, como a César Acuña de APP (8 de mayo) y Alberto Beingolea del PPC (14 de mayo). En la presentación de su equipo técnico el martes 18 de mayo, cada uno de los varios convocados llevó el polo puesto.
Esto, por supuesto, es deliberado, aunque el patriotismo e hinchar por la Selección, son pasiones tan naturales y consensuales, que no se perciben como parte de una estrategia elaborada. Pero esta existe. La polarización que surgió apenas supimos que la extrema izquierda y la derecha fujimorista pasaban a segunda vuelta de las elecciones, nos ha inflamado al punto que hablar de la patria en peligro surge espontáneamente, sin que líderes y marketeros políticos obliguen a nadie a hacerlo; pero ellos –esa es su chamba- buscan canalizar la emoción hacia su molino.
Conversé con el publicista y excongresista Carlos Raffo y me lo explicó de esta forma: “No hay nada oculto debajo de la campaña. El 22 de abril Keiko lanzó un manifiesto sincero y explicó que si ella se pone al centro, no la hace. Al centro está el Perú”. Ha pasado casi un mes y el otro bando no ha tenido una estrategia de réplica. Castillo, en un mitin, dijo ‘la camiseta no se mancha’, pero ahí quedó, para él, el asunto.
El escudo no
Raffo me aclara que no es parte del aparato de Fuerza Popular, pero que apoya a Keiko a título personal y amical, y me dio la clave exacta de cuando empezó la estrategia: El 22 de abril, Keiko Fujimori lanzó un tuit en el que reconocía su enorme desventaja en las encuestas (en ese momento Castillo le llevaba más de 15 puntos) y llamaba a la unidad nacional, por encima de ella, contra el comunismo. ‘Sola no la hago’, dijo esa vez.
Para reforzar el mensaje de unidad, el video usó imágenes de la clasificación de la Selección al Mundial de Rusia 2018. Según me explicó Carlos, Keiko evaluó que la hinchada por la selección era lo más consensual que pudo encontrar. Pero todavía no llevaba la camiseta puesta. Una imagen la muestra con un polo estampado con el escudo nacional.
Presumo que en los días que siguieron lo cambió por la camiseta porque el escudo convoca menos que la franja roja y por una razón de ley: las campañas políticas no deben apropiarse de los símbolos oficiales de la patria. El escudo lo es, la camiseta no lo es. Por cierto, eso es lo que quiso explicar la primera ministra, Violeta Bermúdez, cuando le preguntaron su reacción sobre la polémica generada por los seleccionados.
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El video de los seleccionados no es parte de la campaña de Keiko. Es fruto de la nueva polarización. La independencia de los futbolistas se afectaría dramáticamente si actuaran coordinados por un bando. A lo sumo, podrían haber sido inducidos a hacer el video, pero no hay pruebas de que haya sido así. Su efecto ha sido poner de manifiesto que existe una nueva polarización y una estrategia.
El modelo ya fue
Las discusiones sobre el modelo económico, a estas alturas, parecen exquisiteces tecnocráticas de la primera vuelta. Y sabemos que el discurso tecnocrático, encarnado sobre todo por Julio Guzmán, fue ignorado por un electorado que necesitaba oír mensajes más dramáticos. De ahí que, en esta vuelta, ya no es el modelo, es la patria la que está en discusión y en peligro.
El comunismo ya ha despertado, en el Perú y en otros países, miedos a la desaparición de la esencia nacional. En los EE.UU. de la guerra fría se le llamaba ‘antiamericanismo’ a las posiciones de izquierda que buscaban la subversión del sistema. Tal ‘anti’ se sustenta en que los partidarios del cambio se inspiran en ideologías y prácticas cocinadas en el extranjero. Lo fue Rusia para los estadounidenses; lo es Cuba, Venezuela o Bolivia para nosotros.
Por supuesto, esta polarización y la campaña patriótica de Keiko, podría ser contestada y revertida a su favor por Castillo. Ninguno es menos peruano que la otra. Pero sucede, como ya vimos, que Pedro Castillo no ha atinado a replicar con oportunidad y contundencia. Salvo la ya mencionada frase de que ‘la camiseta no se mancha’, suele ponerse polos y casacas que llevan el espiral de la marca Perú, otro símbolo muy consensual y no oficial. Pero no ha elaborado un discurso a partir de esto. Hay muchas cosas a medias en su campaña.
Para la izquierda, el nacionalismo es ideológico de nuevo cuño y, en el Perú es, además, multiétnico y asociado a la propiedad y gestión de los recursos naturales. Castillo, a su modo, cumple con esa agenda desde su atuendo con sombrero pueblerino. El patriotismo de izquierda se inflama ante la presencia del ‘imperialismo y las transnacionales’, pero no hincha ante los símbolos patrios no oficiales, sino oficiosos, de la cultura popular. Se la pierden. Cualquier tema sensible, y las aproximaciones a la idea de la patria lo son en extremo, podría definir la elección.
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