La política contrafáctica –qué hubiera pasado si en lugar de A ocurría B, C o D– no es un mero ejercicio de ficción. Los políticos y los técnicos hacen algo parecido cuando proyectan escenarios de lo que podría pasar en el futuro. Con menos frecuencia, imaginamos escenarios de lo que pudo pasar y no pasó. Pero, también, políticos, tecnócratas, académicos y, ¿por qué no?, periodistas, podemos intentarlo para probar la consistencia de variables y conceptos. Y para aliviar un poco la tensión, hablando de lo que pudo ser y ya no será.
En “Contra-historia del Perú” (2012), Eduardo Dargent y José Ragas compilaron ensayos sobre qué hubiera pasado en el Perú si algunos hechos históricos sucedían de otra manera. Le preguntamos al politólogo Dargent, coautor de ese libro; a la politóloga Alexandra Ames, al analista político José Carlos Requena y a Fernando Vivas, periodista de esta casa, por cuatro escenarios del pasado que no fue. Aclaración de rigor: los autores no están manifestando sus preferencias por ningún candidato sino imaginando lo que hubiera pasado.
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¿Y si Verónika Mendoza pasaba a segunda vuelta en lugar de Castillo?
Alexandra Ames
Lo primero que se viene a la mente es que, seguramente, Verónika Mendoza hubiera ganado porque su discurso es más moderado que el de Pedro Castillo. Y el rechazo hacia Keiko Fujimori hubiese girado con mayor facilidad a Verónika Mendoza. Pero este análisis no es correcto. La razón por la que vemos a Mendoza con un discurso más moderado es porque la figura de Castillo está hoy presente. Recordemos -hace poquito no más-, antes de que Castillo entre al juego: Mendoza era la comunista y sus seguidores eran constantemente terruqueados.
Lo que hubiera sucedido entonces es que todos los videos en contra del comunismo que vemos hoy igual hubieran salido. A ello se suma un anti muy grande que tiene Mendoza: su progresismo y laicismo. Los electores peruanos, nos guste o no, son, en su gran mayoría conservadores, machistas y homofóbicos. Movimientos religiosos como “Con mis hijos no te metas” entre otros (que hoy están en ambas campañas) hubieran impulsado una contracampaña de terror no sólo sobre el riesgo al comunismo, sino sobre la ‘homosexualización’ de los ciudadanos. Keiko Fujimori hubiera ganado con mayor margen.
¿Y si Hernando de Soto pasaba en lugar de Keiko?
José Carlos Requena
La noche del domingo 11 de abril, Hernando de Soto recibió el conteo rápido con Andrés Hurtado. El ínfimo 9% le había asegurado el pase a segunda vuelta con Pedro Castillo. “Well done!!!!”, le dijo a Hurtado y lo abrazó efusivamente. Solo atinó a responder el abrazo, culposo y temeroso por haber roto el distanciamiento social. Casi de inmediato, De Soto quiso convocar a sus principales colaboradores. Pero a estas alturas no le quedaba claro quiénes eran. La llegada de Hurtado había terminado de alienar a antiguos aliados. Ya nadie de los tiempos iniciales quedaba cerca.
Desolado por la duda, De Soto recurrió al espacio en que se siente más cómodo: el jet set internacional. Bono y Bill Clinton habían ofrecido apoyarlo, de ser necesario. El momento había llegado. Además, movió amistades comunes para poder lograr la reconciliación con Mario Vargas Llosa. Su primera gira internacional fue a Quito, a donde viajó a la toma de mando del presidente Guillermo Lasso, el 24 de mayo. Las primeras encuestas no fueron del todo desalentadoras para De Soto: 30% a nivel nacional, solo a cinco puntos de Castillo. Pronto se le fueron plegando diversos apoyos, siendo el más importante el endose de Antauro Humala. Diversas figuras liberales en lo social le mostraron también su apoyo, incluyendo Julio Guzmán y antiguos pepekausas. La disputa en el sur era llamativamente reñida, en parte gracias al aporte de los antauristas. En el norte, la disputa era igual de ajustada, aunque pronto se inclinó a favor de Castillo, originario de la parte andina de esta región. En Lima, en cambio, el voto de De Soto no pasaba de la Lima con vista al mar.
El último simulacro había ampliado la ventaja de Castillo a diez puntos. El debate no cambió las cosas. Las bases fujimoristas, más populares y conservadoras que el elector promedio de De Soto (ganador en San Isidro con 32,5%), se inclinaron pronto por Castillo, unidos por el rechazo a lo que llamaban el ‘dominio de la corrección política’ de los últimos 20 años.
¿Y si no hubiera pandemia?
Eduardo Dargent
Este ejercicio contrafáctico es complejo, pues la elección tiene mucho de continuidad con elecciones previas: un voto territorial crítico desde el sur y el centro, un voto más a la derecha en Lima provincia, debilidad partidaria, descrédito de la política, entre otras características de nuestra política. Hay también fenómenos internacionales que impactan: Bolsonaro en Brasil, las protestas chilenas, por ejemplo. Entonces, los resultados, con pandemia o sin pandemia, hubiesen llevado probablemente a una elección fragmentada, polarizada y sorpresiva como la que estamos viendo.
Pero sí creo que la pandemia profundizó estos procesos. Por un lado, se polarizó más la sociedad. Surgió en primera vuelta una candidatura de derecha dura y muy crítica del sistema distinta a las opciones de derecha existente, otra a la izquierda, y las opciones más centristas se licuaron. Además, en la segunda vuelta se ha visto que el malestar de los insatisfechos se ha dado en áreas que en elecciones pasadas (2006, 2011) votaron por opciones centristas o de derecha (el norte, valles costeros). Entender ese malestar y los cambios en el voto territorial, me parece, pasa por evaluar las deficiencias y carencias del Estado, y el sistema en general, frente a la pandemia.
¿Y si Rafael López Aliaga estuviera en el lugar de Keiko?
Fernando Vivas
La campaña sería igual de polarizada que con Keiko, si nos atenemos a los conceptos esenciales de comunismo y respeto al libre mercado; pero sería más crispada y empedrada de excesos. López Aliaga hubiera tenido que pagar la factura de sus broncas de primera vuelta, a las que sumaría nuevos encontronazos. En buena parte de la pasaría lanzando propuestas y limando asperezas; pero nítidamente se habría erigido en el candidato del anticomunismo con dos ventajas sobre Keiko: su antivoto no es histórico, sino reciente y en formación; por lo tanto, más reversible que el fujimorista. Y, más importante que esa ausencia de mochila pesada, para muchos tiene un aura de ‘outsider’ con propuestas en apariencia radicales de cambio del modelo de estado.
Un significativo porcentaje del electorado de López Aliaga en primera vuelta (25% según encuesta del IEP anterior a la prohibición legal de difundir sondeos) ha manifestado simpatías por Castillo en la segunda vuelta. Pero votaría por RLA en primer lugar. A diferencia de la visible etiqueta de derechista conservador que luce para unos segmentos, para otros es un provocador populista con charm antisistema. Sí señores, con todas estas sumas y restas, en este contrafáctico, el final no sería de fotografía, sino de dibujo animado. Porky se la lleva.
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