El emplazamiento también condiciona el resultado o, al menos, la forma de percibirlo. Puedes acercarte a una calle cualquiera de Barranco para comer una pizza en un patio informal con seis mesas y ser atendido por los propietarios. La penumbra forma parte de la historia y el entorno ayuda a pasar por alto algunas cosas, incluida la propia naturaleza de la pizza. Es una experiencia casi familiar en un medio atípico que atrae a cierto público: la precariedad del espacio, la dificultad para encontrar mesa, la espera en el pasillo que lleva al comedor, o en la propia calle…
Lo que en Barranco puede ser parte de la normalidad, se convierte en frío, impersonal y difícilmente justificable cuando lo trasladas a un espacio amplio y diáfano, abierto sobre el óvalo Gutiérrez, en el límite entre San Isidro y Miraflores. Ni la extra- ña decoración, ni la oscuridad que domina el comedor –difícil ver el color y los perfiles de la comida cuando cae la noche– ni el trato informal y descuidado, se corresponden con lo esperado, aunque parecen agradar a la nueva clientela.
Tal vez sea un éxito. Proporciona la coartada alternativa a un público poco relacionado con la comida vegetariana y mucho menos con las propuestas veganas, aunque bien necesitado de aparentar. El soporte es la presunta adscripción vegana, anunciada en la web, de un negocio que se sustenta en el equívoco. El uso de mozzarella o queso paria en el 85% de las preparaciones representa una forma un tanto extraña de interpretar los principios veganos (ya saben, abstención total de productos de origen animal). Ni siquiera se puede presentar como una propuesta vegetariana. Dejémoslo en lacto vegetariano y seamos serios con los términos: las palabras tienen significados que merecen ser respetados.
La carta de Veggie Pizza es simple –siete entradas, entre las que figuran dos medias pizzas, ocho pizzas saladas y dos dulces– y algo descuidada. Los detalles son importantes cuando pagas 60 soles por una pizza. El personal debería avisar, sin ir más lejos, cuando los ingredientes de la pizza no coinciden con los anunciados en la carta. Otros son el exceso de vinagre que domina el taboulé de quinua, o el bajo nivel de sal en las preparaciones. La insipidez de la masa no se resuelve añadiendo sal sobre los ingredientes.
Las masas son el grial de la casa y también su principal enemigo. Son tan finas que se parecen más a un pan ácimo que a una pizza convencional. El formato condiciona y exige precisión absoluta en los tiempos de cocción. Pueden ser buenas, pero si te pasas un minuto la masa acaba convertida en un cracker, una galleta tostada y crujiente sobre la que se extienden la mayoría de los ingredientes, como sucede en la pizza duende ardiente (mermelada de rocoto, higos, queso paria, cebolla cruda y arúgula). Si acortas la cocción, la masa tiende a humedecerse y ablandarse. Visto el resultado, no pediría que me la llevaran a casa en el maletero de una moto.
AL DETALLE
Calificación: 1/2 estrella de 5.
Tipo de restaurante: pizzería.
Dirección: Santa Cruz 825,
Miraflores, Lima. Teléfono: 250-
8777. Tarjetas: Visa, MasterCard, Amex.
Valet parking: Sí.
Precio medio por persona (sin bebidas): 50 soles.
Bodega: Elemental.