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Ignacio Medina y su crítica sobre el restaurante Pico y Tapa - 2
Ignacio Medina

El menú del día de Pico y Tapa es de los que merecen la pena. Cambia cada semana y es realmente atractivo. El día que caí por allí tocaban calamares guisados en su tinta con arroz y cabrito estofado o cola de res. Los calamares eran más bien pota, pero estaban cocinados con tiento y buen gusto; un plato recomendable. El estofado de cabrito y la cola de res compartían la suavidad y la gelatinosidad de la carne. Es muy difícil encontrar unas carnes guisadas tan en su punto: tiernas, expresivas y sabrosas. Las papas fritas que completaban el plato no hacían los honores, pero no importa, me apunto cada día a un menú como este; S/24 magníficamente invertidos. Es lo único que se sirve a mediodía en esta casa. La carta la dejan para la noche, aunque anuncian que pronto la extenderán al almuerzo. No deberían hacerlo. El menú les asegura el lleno hasta la bandera y concentra las habilidades reales de la cocina; cuando se abren a la carta dejan paso a la irregularidad.

Pico y Tapa es, o quiere ser, lo más parecido a una taberna española de nuevo cuño. El local es actual, más bien impersonal y abre sus puertas desde primera hora de la mañana, para servir desayunos. A mediodía llega el menú y a partir de las ocho de la noche sacan a pasear la carta. El resto del día sigue abierto, con la tortilla de papa como única referencia; se agradecería más variedad.

La carta se maneja entre aciertos y desaciertos. Por un lado está el descomunal cachopo, preparación asturiana que encierra dos lonchas de jamón y queso entre dos cortes de carne, se apana y se fríe. Aquí viene a ser como un bife ancho apanado, con jamón y queso, y marca una de las referencias más destacadas de la casa. Cuesta pensar que la misma cocina que consigue este cachopo, un magnífico estofado de cabrito o una tremenda carrillera de res, que parte de la ternura de la carne y disfruta de la nota envolvente de un toque de vainilla, sea capaz de ofrecer al mismo tiempo unas desnortadas papas bravas, un pulpo a la gallega más bien duro o unos langostinos al ajillo bien desdichados. Las bravas sufren por culpa de una papa que no vale para freír y sobre todo por la falta de reflexión. Cuando encierras papas fritas en un recipiente cerámico caliente y las cubres con dos dedos de mayonesa y salsa de tomate, el calor del recipiente y la humedad de la salsa combinados las convierten en papas cocidas. Las gambas al ajillo son en realidad langostinos –son dos especies y deberían conocer bien la diferencia; son españoles–, que parecen frescos, pero se sirven secos, duros, con el ajo crudo y sobre un inexplicable lecho de papas, otra vez mal fritas. Los calamares fritos llegan impecables un día y recocidos otro. Las croquetas, suaves y cremosas, permiten recuperar la sonrisa. El café es tan malo como en Madrid

AL DETALLE
Calificación: 2 estrellas de 5
Tipo de restaurante: cocina española.
Dirección: Cantuarias 156, Miraflores.
Teléfono: 717-6033.
Tarjetas: Visa.
Valet parking: no.
Precio medio por persona (sin bebidas): S/80.
Bodega: mediana.
Observaciones: cierra domingo noche.

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