A 50 años de la muerte de André Breton
A 50 años de la muerte de André Breton
Carlos Batalla

Considerado el “padre del surrealismo”, el poeta francés André Breton vivió intensamente la etapa de las vanguardias artísticas entre las décadas de 1920 y 1930. El primer surrealista murió hace 50 años, el 28 de setiembre de 1966. 

En la localidad francesa de Tinchebray, a las 10 y 30 de la noche del 19 de febrero de 1896, nació André Breton, el poeta, quien a sus 18 años vivó el estallido de la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Un acontecimiento durísimo, desgarrador y deshumanizante. ¿Cómo no esperar de esa juventud sobreviviente de una hecatombe una respuesta de ira, de locura, de búsqueda de salvación y creación de mundos paralelos? La respuesta de esa generación golpeada, según algunos, fue el vanguardismo artístico en sus diversas facetas: poético, plástico, musical, teatral y cinematográfico.

Una vida ligada al arte

Breton fue estudiante de medicina (en cuyas clases seguramente se vinculó con las ideas de Sigmund Freud), enfermero en el ejército francés y también ayudante psiquiátrico en la “Gran Guerra”. Luego de esa dura etapa humana y bélica, tuvo en el poeta Guillaume Apollinaire a un guía inicial, a través de quien se contactó humana y artísticamente con otros inquietos creadores como Philippe Soupault, Blaise Cendrars, Pierre Reverdy y Louis Aragon. Apollinaire le habría sugerido el nombre de “surrealismo” a Breton, un término que había acuñado en 1917.  

Junto con Aragon y Soupault, Breton fundó en 1919 la revista "Littérature", donde empezó a experimentar bajo el influjo de las teorías freudianas, aplicando la técnica de asociación de ideas a la escritura poética. Su fin no era terapéutico, sin duda, sino que buscaba una forma distinta de expresar ese llamado “pensamiento hablado” en un discurso poético. En ese afán, durante una semana de 1919, Breton y Soupault escribieron en clave automática "Los campos magnéticos", libro que iniciaría el movimiento surrealista. Fue un texto a dos voces que comenzaba con estas palabras: "Prisioneros de las gotas de agua, sólo somos animales perpetuos".

En 1920 compartió jornadas de creación y bohemia con el dadaísta Tristan Tzara, quien probablemente fue el resorte para que Breton y Soupault suscribieran en 1924 su histórico "Manifiesto del Surrealismo". En ese primer manifiesto los fundadores del nuevo proyecto artistica decían: “Creo en la solución futura de estos estados, tan contradictorios en apariencia, como son el sueño y la realidad, en una especie de realidad absoluta, de superrealidad, si así puede decirse".

Las facetas del surrealismo

Con el surrealismo (o ‘superrealismo’) y en la revista “La révolution surréaliste”, los poetas más inquietos de ese tiempo encontraron que desde el lenguaje podían asumir una manera o una postura legítima contra todo tipo de mentiras; desde las mentiras políticas que terminaron en la guerra hasta las mentiras morales, con lo que pudieron derribar a muchos ídolos falsos.

La de Breton y sus condiscípulos fue una revolución del lenguaje y una experimentación con el inconsciente; en verdad, se trató de un escape creativo de ese entorno rapaz y miserable de la guerra, así lo repetía el propio Breton. Dos años después, en 1926, este asumiría el liderazgo único y dejó en la sombra a Soupault. Choque de egos surrealistas, sin duda.

Un año antes, en 1925, se había dado la primera exposición de un grupo representativo surrealista en la galería parisina Pierre, donde exhibieron y se exhibieron Jean Arp, Giorgio de Chirico, Max Ernst, Man Ray, Paul Klee, Joan Miró, Pablo Picasso, Pierre Roy, entre otros. En 1926, lo hicieron Marcel Duchamp y Francis Picabia.

El surrealismo, como parte del proceso de las vanguardias poéticas, le debía su potencia expresiva al mejor romanticismo (comienzos del siglo XIX) y su aparato retórico al ángulo más osado del simbolismo (fines del siglo XIX). Breton, quien también fue un artista plástico, se preocupó en difundir mundialmente las ideas del “manifiesto”, por lo cual en América tuvo una recepción interesante, con poetas como el peruano César Moro, quien promovió las ideas surrealistas desde 1925, al lado de su amigo y poeta Emilio Adolfo Westphalen.

Solo basta imaginar a los jóvenes Moro y Westphalen leyendo en voz alta, eufóricos, estas frases del primer manifiesto: “Automatismo psíquico puro, por el cual se propone expresar el funcionamiento real del pensamiento sea por un medio escrito u oral, en ausencia de todo control ejercido por la razón, fuera de toda preocupación estética o moral".    

Ser surrealista era una militancia   

La férrea selección (filtro) que Breton impuso a los miembros del movimiento surrealista fue muy cuestionada. Él siempre repetía que nunca dejaría de ser surrealista, aunque el surrealismo con los años dejara de importarles a los lectores y, sobre todo, a los creadores. En ese contexto, el poeta y líder surrealista expulsó o desmereció la presencia en el movimiento de poetas y artistas valiosos como Antonin Artaud, el propio Soupault, Desnos y Picabia, entre otros. Su nuevo canal de comunicación fue la revista “Le surréalisme au service de la révolution”. En 1927, Breton, Paul Éluard y Benjamin Péret ingresaron en el Partido Comunista Francés, del cual algunos indican que fue expulsado y otros aseguran más bien que fue Breton quien tomó la decisión de alejarse en 1935.

No fue un solo manifiesto, como se sabe, sino tres en total. El segundo manifiesto se publicó en 1930, en que el movimiento se radicalizó políticamente hacia intereses comunistas. Fue la etapa más sectaria de Breton. Entre sus libros, cabe mencionar las novelas “Nadja” (1928), “La inmaculada concepción” (1930) y “Los vasos comunicantes” (1932), este último escrito con Paul Éluard. París vería publicarse en 1928 un libro clave en la bibliografía de Bretón: “Le surréalisme et la peinture”.

En tanto, el movimiento surrealista se renovaba con el aporte de artistas de la talla de Salvador Dalí (otro posterior expulsado por Breton), Luis Buñuel, René Char y Georges Sadoul. Por esos años finales de la década de 1930, el movimiento ya se había consolidado fuera de Francia, pues entre 1935 y 1938 se dieron las exposiciones que el pintor René Magritte apoyó en Dinamarca, Checoslovaquia y Bélgica. Con otras muestras en Inglaterra y Estados Unidos se dejó en claro las pretenciones artísticas del movimiento.

Por su parte, la presencia de Breton en México dio más impulso al movimiento en América Latina. En México no solo se contactó con el refugiado soviético León Trotski sino también con los artistas muralistas mexicanos y todo el ambiente revolucionario de ese país. Bajo la influencia trotskista y en plena Segunda Guerra Mundial -la peor hecatombe mundial de que se tenga memoria-, el padre del surrealismo promovió en 1942 el tercer y último manifiesto.       

El legado histórico de Breton 

Breton no solo brilló como poeta, también fue un lúcido ensayista, un estilista de la teoría poética y un agudo observador de la realidad social y política de su país y Europa. Era, pues, un artista e intelectual de gran valor, pero a la vez tan polémico e intolerante como pocos ha habido en la historia de la poesía del siglo XX.

Por cautela e instinto de vida, no regresó a la Francia del gobierno de Vichy. A mediados de los años 40 viajó más bien a Estados Unidos, a Nueva York, para ser precisos, y allí su inquietud literaria lo impulsó a fundar una revista titulada “V.V.V.”, donde colaboraron el propio Breton, Duchamp, Ernst, así como la pintora inglesa-mexicana Leonora Carrington.

 

Breton retornó a Francia en 1946, terminada la fatal guerra. Allí hizo lo que pudo para difundir el surrealismo. Para ello fundó nuevas revistas, donde defendió los postulados del movimiento y siempre atacó toda idea de realismo en la literatura.

El poeta peruano de la generación del 50, Carlos Germán Belli, publicó en 1996 en El Comercio un artículo de homenaje por el centenario del poeta. Allí sentenció el tema Breton y el surrealismo con estas palabras: “Breton es el fundador de un movimiento que, según se reconoce hoy comúnmente, contribuyó a forjar la modernidad. Por el movimiento surrealista pasaron -aunque sea entre marchas y contramarchas- lo más granado de los pintores y poetas de entre las dos guerras; y a la par influyó en mayor o menor grado en todos los confines, dejando una larga estela de deudas espirituales. Además, el grupo aquilató el arte de los pueblos primitivos, de los creadores naif, de los locos, y se rescata para siempre la figura del Conde de Lautréamont, el enigmático y luciferino montevideano”.

A los 70 años de edad, André Breton falleció en el hospital de Lariboisiere, en París, Francia, el 28 de setiembre de 1966, tras un ataque al corazón. Había nacido 40 días después de la muerte de Paul Verlaine. Pero el mundo recuperó la poesía con él, ni mejor ni peor pero única. La poesía de uno de los grandes artistas del siglo XX.