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Ancón: Un tesoro frente al mar - 2
Carlos Batalla

En su entorno se desarrollaron culturas prehispánicas, pequeños puertos coloniales, y en la etapa de la emancipación fue testigo de luchas a muerte. En la República, Ancón recuperó su paz y belleza como espacio de solaz para sus habitantes. Hoy su población ha crecido, así como su integración social y cultural.

En sus orillas, José de San Martín desembarcó para someter a los españoles y en diciembre de 1870 fue escenario del viaje inaugural del ferrocarril.

Poco antes de la Guerra del Pacífico (1879-1883) se exportaba azúcar desde su costa,
y frente a sus aguas se firmó el tratado de paz con Chile. A inicios del siglo XX Ancón era un atractivo balneario residencial, con categoría de distrito desde 1874, y de villa desde 1901. En esos años creció con orden y equilibrio entre el desarrollo urbano y su hábitat. El malecón de madera y los ranchos de quincha le daban un carácter hospitalario. Y fue creciendo aún más con nuevos atractivos, como el de una escuela de hidroaviones.

Luego del terremoto de 1940, Ancón se renovó. Entre 1945 y los años 60 vivió su mejor momento: se remodeló la carretera Lima-Ancón y la red vial que lo vinculó con la Panamericana Norte; se hizo el estadio municipal y el mítico Yacht Club en 1950. Después llegaron la urbanización Miramar y zonas como San José y el ‘Barrio
Obrero’.

Se construyeron también el nuevo malecón y plazas para propiciar la convivencia social. Fue entonces el balneario de Lima por antonomasia. Para los años 70 llegaron nuevos pobladores. Con todo, mantuvo su vitalidad y, cada vez con más esfuerzo, logró reinventarse. En ese camino se organizó el famoso Festival de Ancón, y abriría sus puertas el museo de sitio, que reivindicó su gran pasado arqueológico.

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