El (ab)uso del agua en medio del desierto, por Sandra Belaunde
El (ab)uso del agua en medio del desierto, por Sandra Belaunde
Sandra Belaunde

ACTUALIZACIÓN: El Comercio llevará a cabo la Audiencia especializada La Crisis del en el Perú el viernes 29 de mayo, de 6:00 p.m. a 9:00 p.m. en el Auditorio de Telefónica. Quienes deseen asistir deben inscribirse previamente y de manera gratuita en: la sede principal de El Comercio Jr. Lampa 645, Lima y en el Mercado Los Incas de Naranjal (frente a la estación del Metropolitano). También en el blog: , al teléfono 311-6310 anexos 1002 y 1212, al RPM # 973955 (celular 999 863523) o en el correo: .

Vivir sin agua puede sonar surrealista para unos, pero es la realidad de otros. Son más de 700 mil personas, solo en Lima, las que viven de esta manera. Quienes no tienen acceso al agua, la compran de camiones-cisterna, pero esta no es potable. Aunque no tenga sentido, estas personas –la población con menores recursos– pagan siete veces más que los que sí tenemos acceso al agua, y solo consumen la cuarta parte de lo que usan aquellos. Esto es contrario a lo que se busca con las medidas utilizadas en Latinoamérica para el suministro de agua, como subsidios cruzados, con las que personas con mayores recursos subsidian a los más pobres.

Para reducir la brecha entre los que viven con y sin agua hay que atravesar más de un obstáculo. Con algunos de ellos podemos apoyar todos los ciudadanos, otros están en manos de las autoridades. Primero, necesitamos tomar mayor conciencia de lo escasa que es el agua en Lima. No olvidemos que es la segunda capital más árida del mundo, después de El Cairo, y que el efecto del cambio climático en la escasez del agua será cada vez mayor.

Segundo, no podemos seguir derrochando el agua. El Foro Mundial para la Naturaleza alertó el año pasado que los que sí tenemos acceso a este recurso derrochamos el 30% de este, ya sea en carnavales, piscinas, largas duchas u otros. Sin embargo, no toda es nuestra culpa. La irresponsabilidad ciudadana se soporta en el ineficiente sistema tarifario que maneja . Lima tiene la tarifa de agua más baja de Latinoamérica. Lamentablemente esto no quiere decir que seamos más competitivos, solo indica que falta un sinceramiento en las tarifas. Pagamos menos de lo que cuesta el agua. Las tarifas que cobra Sedapal no reflejan los costos reales en los que incurre la empresa. Reflejan el costo de proveer el servicio, pero no el costo de inversión y financiamiento de la empresa estatal.

En marzo, la Superintendencia Nacional de Servicios de Saneamiento (Sunass) aprobó el pedido de Sedapal de aumentar las tarifas de agua para el quinquenio 2015-2020 –se solicitó un aumento de 15%, pero se aprobó uno de 6%–. Con este aumento, Sedapal espera reducir la brecha entre los que tienen acceso al agua y los que no. Sin embargo, esto no necesariamente solucionará el problema, ya que en los dos últimos años Sedapal no ejecutó su presupuesto completo. En el 2013 solo ejecutó el 52%, y en el 2014, el 76%. La ineficiencia de la empresa es otro obstáculo a superar.

Por último, Lima enfrenta un crecimiento urbano desordenado. Las autoridades son responsables de que el crecimiento sea planificado y no improvisado. Asimismo, son varios los distritos que no pueden continuar con su desarrollo inmobiliario porque la expansión de la cobertura del agua no va al mismo ritmo. De acuerdo con ejecutivos del sector inmobiliario, no es raro que Sedapal se comprometa a dar factibilidad que luego no entrega, y que haya proyectos inmobiliarios que se quedan sin acceso al agua.

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