Después de arrebatarle Trujillo al Apra, ganar la presidencia del Congreso, manejar el distrito más grande del país –San Juan de Lurigancho– y convertirse en el partido político más exitoso de las últimas elecciones, César Acuña va por más. Y para conseguir el trofeo que verdaderamente persigue –la presidencia de la República– sabe que una de las batallas por ganar es la del Callao.
Lo supo Alan García en el 2006, quien por algo llevó en su plancha al almirante Luis Giampietri, conspicuo miembro de Chim Pum Callao, el movimiento fundado por Álex Kouri que domina la escena chalaca desde hace lustros y con el que anda en arrumacos otra vez.
¿Cómo quebrar ese mundo amurallado por los Kouri y los Moreno? ¿Cómo encontrar un resquicio en esta región con tantas oscuridades, donde ayer fue cosido a balazos Wilbur Castillo, quien revelara una presunta red de ‘chuponeo’ que involucraba a importantes personajes ligados al poder?
Acuña ha decidido utilizar un recurso que, no por manido, es menos exitoso: incursionar en el deporte. Es un terreno que conoce –a través de su universidad es propietario de equipos de fútbol y vóleibol– y sabe que apunta a la vena del elector.
Además, tiene la mesa servida para actuar: un club tradicional, envuelto en una crisis terminal, necesitado de urgente ayuda económica.
Enfundado en una ajustadísima camiseta rosada, César Acuña dice ser ahora hincha del Sport Boys. Sus súbitas simpatías no son gratuitas: necesita los votos del Callao para afirmar el vuelo que empieza a alcanzar en las encuestas. Para ello, cuenta con una billetera lo suficientemente gruesa para revivir a un equipo dueño de un presente ruinoso.
Y el Boys, el querido Boys, estira la mano nomás. Perdido en los extramuros de la Segunda División, acogotado por las deudas y la falta de institucionalidad, busca con desespero quien pueda alargar su agonía y, si se puede, obre algún milagro que le devuelva alguito de sus glorias pasadas.
La aparición de un político salvavidas no es nueva en la historia reciente del club. Por su local de la calle Teatro han transitado personajes de diverso pelaje, urgidos de protagonismo. Lo hicieron, entre otros, el ex alcalde provincial Kurt Woll, el ex congresista fujimorista Óscar Medelius –sí, el de la fábrica de firmas falsas de Perú 2000– y, últimamente, el propio Félix Moreno, quien desde el gobierno regional del Callao donó 100 mil soles para que el club pueda pagar sus deudas.
Ahora le tocó el turno a Acuña, quien, por este repentino amor –aunque él insiste en que es “de hace muchos años” –, se ha comprometido a desembolsar 70 mil soles mensuales.
La historia dice que estos ‘affaires’ duran lo mismo que un romance de verano: terminada la campaña, si te vi, no me acuerdo. Y no hay nada que nos invite a pensar que el final será distinto en esta oportunidad.
Elector utilizado, voto conseguido. El Callao olvidado.
Y el Boys, ay, seguirá muriendo.