Hace poco más de un año, Andrés Roca Rey tomó la alternativa en Francia. Esa misma tarde en la que se convirtió en torero cortó dos orejas y fue cargado en hombros. Desde entonces ha salido por la puerta grande tras vitoreadas faenas en España. Pero también ha visto la muerte de cerca. Dos cogidas en menos de 10 días lo mandaron al hospital y pusieron en duda que fuera parte del cartel de la Feria del Señor de los Milagros de Acho.
¿Imaginabas que en tu primer año de matador alcanzarías este nivel?
Más que imaginarlo, lo deseaba. Salir por alguna puerta grande, hacerme de un nombre en España. Ser torero implica dejar cosas y momentos propios de tu edad para poder estar en buena forma para tu próxima corrida.
Una crítica a tu desempeño es que arriesgas demasiado a la hora de torear. Que confundes valentía con temeridad.
Eso se apoya en que me han cogido dos veces muy seguidas. Pero es gracias a ese arrimarte al toro, a jugarte la vida, que es para mí la base del toreo, que he podido ganarme un sitio. Es verdad que hay toreros que salen a la plaza pensando más en cuidar su integridad. Pero mi forma de ver el toreo es tratar de dar verdad. Lo merece el público, el propio toro. Entrega absoluta. No de loco sino tratando de hacerlo bien. Que te coja un toro creando emoción... ¡esa es la fiesta brava!
Lograste abrirte espacio en la cuna del toreo, España. ¿Cuántos matadores de allá estarán celosos por ello?
Cuando te ganas un lugar, ellos mismos te reconocen eso. Y cuando has resbalado te lo dejan saber también. Lo que sí es verdad es que gracias a este año se han abierto los carteles.
Y vas a compartir un encierro con El Juli...
Cuando venía a Acho de niño con mis papás, uno de los toreros que más me impactaba era el maestro Juli. Y cuando a los seis años me preguntaban con quién quería torear respondía que con él. Por eso este domingo se reúnen muchas cosas para mí: el cartel, la ganadería, mi familia, mi gente, Acho, la reaparición.
Muchos chicos de tu generación no están de acuerdo con la tauromaquia. Y no son pocas las voces que piden que se acabe con esta práctica.
No hago nada incorrecto. Esta es una tradición de 250 años. Pueden haber argumentos contrarios, que se mata al toro, que se lo hace sangrar...
Que lo torturan...
Se mata al toro, es verdad, pero este puede salvar su vida. Sangra, sí, pero el torero también. ¿Tortura? Lo vería así si el torturado no tuviera oportunidad de defenderse, de atacar. Con todo respeto a los camales, tortura es amarrar a un animal y matarlo. Un toro bravo ha vivido cuatro años de felicidad total, muy bien cuidado. Es en las ciudades grandes donde se ve más antitaurinos. En lugares como Chota [en Cajamarca], el público disfruta de las corridas, entienden la relación entre el animal y el torero. Allá no hay protestas.
Pero sabes que se trata de una actividad que genera el rechazo de muchos.
Los escucho y los respeto. Estoy a favor de quienes dicen “no me gustan los toros” después de haber investigado de qué se trata todo esto y de haber visto una corrida. De lo contrario, ¿con qué argumento protestan? Es más, ahora han llegado a insultarme y a desearme la muerte. Ya no se preocupan por el toro sino por que les vaya mal a los que torean. Hace poco hubo una corrida benéfica en España a favor de un niño con un mal terminal y en las redes le decían a ese pequeño que merecía la muerte por apoyar el toreo.
Lea la entrevista completa este sábado en la revista Somos.
MAÑANA EN SOMOS: La guerra sucia aumenta en la recta final de la carrera por la Casa Blanca. #EleccionesEEUU2016 pic.twitter.com/tNC37G5w9B
— Revista Somos (@SomosElComercio) 4 de noviembre de 2016
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