Las disputas por el cobro de cupos de construcción civil y el control del tráfico de drogas en el Callao persisten en zonas rojas como los Barracones, La Siberia y San Judas Tadeo, y han repuntado en Puerto Nuevo, Centenario y Gambetta. Ello debido a una guerra para ocupar el lugar dejado por las pandillas chalacas más peligrosas, como Los Feroces de Atahualpa y Los Malditos de Castilla, que han sido desarticuladas.
Hay ejemplos recientes que grafican la vulnerabilidad del primer puerto frente a la delincuencia. Esta semana, un brigadier de la policía fue atacado por un adolescente de 16 años que meses atrás lo había herido de un balazo. El agente sobrevivió gracias a su chaleco antibalas. Otro caso se registró en abril pasado, cuando tres policías vestidos de civiles fueron baleados por Los Malditos de Gambetta al ser confundidos por miembros de una banda rival.
Al sur de La Perla, en el sector conocido como los Barracones, el mapa del delito se ha reconfigurado. Antes, el principal conflicto era entre Los Malditos de Castilla y las bandas del Barrio Fiscal 5 y Jr. Loreto. Aunque la policía recuperó parte del área y desarticuló a Los Malditos de Castilla, los propios vecinos de las cuadras 7 y 8 del Jr. Loreto, antes aliados, ahora son enemigos debido a una lucha por el control de la zona.
Las bandas se forman por familias enteras que consiguen armas del mercado negro. La deserción, los celos de pareja y las venganzas también se pagan con sangre.
Esta violencia recrudeció por la posibilidad de convertirse en los nuevos cabecillas en el cobro de cupos y el comercio de droga y, en lo que va del año, ha dejado 72 muertes en todo el Callao.
De estos homicidios, 63 fueron cometidos con armas de fuego. La cantidad de heridos por bala se eleva hasta 293, a pesar de que la policía ha incautado 184 pistolas, 123 revólveres y dos escopetas.
“Las bandas se mueven y los delincuentes se adaptan”, dijo a El Comercio el jefe del Estado Mayor del Callao, coronel PNP Gino Bouruncle.
Pese a que la policía asegura que los enfrentamientos se concentran en pequeñas zonas, la mayoría de los hampones opera fuera de su territorio. Así, la inseguridad migra y eleva el número de delitos a un promedio de 1.200 denuncias al mes en todo el primer puerto.
“Las autoridades locales deben darse un tiempo para abordar los principales problemas de la ciudad sin dejar de lado la realidad social e invertir en investigación. Si no, ninguna estrategia solucionará la raíz de la delincuencia, que es la falta de un verdadero desarrollo humano”, comentó Julio Corcuera, ex director de la Secretaría Nacional de la Juventud.
Los principales proyectos de inversión pública de la región Callao están paralizados o no alcanzan a los asentamientos humanos, que a la fecha carecen de un buen servicio de alumbrado público, pistas y veredas.
“La delincuencia se perpetúa en la pobreza y el abandono. Es su caldo de cultivo para ejercer el poder y controlar sectores completos en las zonas rojas”, comentó el coronel PNP Julio Otoya, de la Dirincri Callao.
Desde hace varios años se han planteado millonarios proyectos para modernizar diversos asentamientos humanos como Sarita Colonia y Francisco Bolognesi, en el Callao; y en los barrios Keiko Fujimori, José Olaya y Los Cedros, en Ventanilla. Hasta el momento, estas zonas siguen en una situación precaria en la que crece el hampa.
Mientras tanto, el gobierno regional ha invertido casi S/.100 millones en mejorar el estadio Miguel Grau, otros S/.75 millones en la Av. Faucett y una suma hasta ahora no determinada en un gran concierto por el aniversario del Callao con la participación de Oscar D’León el pasado martes.
La policía ha implementado puestos de reacción rápida móviles para detener la violencia. También hace trabajo comunitario en las zonas más peligrosas, pero no se da abasto.
Sin el apoyo de las autoridades locales, el abandono seguirá alimentando el surgimiento de nuevas pandillas que buscarán el poder y el control.