Baño para empleadas, por Jorge Ruiz de Somocurcio
Baño para empleadas, por Jorge Ruiz de Somocurcio
Redacción EC

El Comercio en su edición virtual del 20.02.15 denunciaba la presumible existencia de prácticas discriminatorias en el Yacht Club de , por la existencia de SS.HH. anunciados con un letrero como “baño de empleadas”, causando indignación en las redes sociales.

Una raya más al tigre, en un tema que tiene que ver desde su origen con la educación y siembra de valores a todos los niveles.

En la década de los 50, mientras el balneario de Ancón se perfilaba como el lugar más exclusivo de veraneo para los sectores socioeconómicos altos, algunos kilómetros al frente, en el norte de Lima, nacían los llamados barrios marginales en los cerros del valle del río Chillón y se fundaban Comas, Independencia, Carabayllo creados posteriormente como distritos en la década del 60. Hoy Lima Norte tiene más de 3 millones de habitantes y, como toda la ciudad, también le da la espalda al mar. Lo real es que los balnearios del norte a diferencia de los del sur solo tienen las playas de Ventanilla, Santa Rosa y Ancón. 

Ventanilla tiene un extenso litoral frente a la ciudadela Pachacutec con más de 100.000 habitantes. Pero el mar ahí es mortal. La playa está a la espera de una intervención urbanística que la dote de espigones, malecón y servicios.

Santa Rosa es un pequeño balneario de 17.000 habitantes con una playa con restricciones de acceso. 

Y Ancón, balneario que se miraba en el espejo del Acapulco mexicano, tiene un agradable malecón inclusivo y una secuencia de pequeñas playas en buenas condiciones pero  en las que los fines de semana de verano es imposible encontrar un metro cuadrado disponible. La verdad, poca playa para tanta gente.

El dilema no es buscarle 3 pies al gato con la pretendida (o no) privatización de ciertos pedazos de playa, sino en dotar al borde costero de una política de gestión y manejo de playas con un plan maestro que genere espacio público de uso indiscriminado. 

Todo el litoral desde Pucusana hasta Ancón debe ser un gran espacio con ofertas para el uso masivo de playas  y espacios para el ocio.

El norte de Lima está sembrado de este crecimiento hormiga en las laderas de los cerros, donde se dirigen a vivir parte de las 15.000 familias más pobres que cada año se incorporan a la capital y son víctimas de los traficantes de tierras. No tienen espacios para la recreación.

Asentamientos humanos como Ciudadela Pachacutec nos hablan del enorme emprendimiento de la gente con códigos urbanos muy simples, marcados por la necesidad y la adversidad: viviendas siempre a medio construir, hacinamiento, no hay veredas, muros incompletos, no hay espacios públicos. ¿Cómo se puede compensar la pobreza de esa condición? Con intervenciones en espacios públicos, de altísima calidad que reivindiquen el derecho a vivir bien. Y las playas pueden ser una de ellas. Creo que el éxito popular  de Ancón tiene que ver, entre otras razones, con el ánimo de los visitantes que durante unas horas sienten que ese hermoso malecón y playa les pertenecen.

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