El año termina con una fundada sensación de desborde de la violencia, del crimen y de la corrupción institucional. A continuación, algo de lo bueno, lo malo y lo feo que nos deja el 2015.
Lo bueno. La labor de algunas unidades especializadas, fiscales y policiales, especialmente de la Dirección de Investigación Criminal (Dirincri), pilares sobre los que se deberá construir la respuesta para acabar con las mafias de extorsionadores, sicarios, narcotraficantes y delincuentes de todo tipo. A ellas se deben las capturas de los delincuentes más buscados y la desarticulación de importantes organizaciones criminales.
La erradicación de cocales alcanzó las 35 mil hectáreas, tres veces y medio más que en el 2011. Probablemente, se vuelvan a reducir las hectáreas cultivadas, que en el 2014 llegaron a 42.900, luego de estar en 62.500 tres años antes. Aun así, seguimos siendo el primer exportador mundial de cocaína, por el deficiente control de los insumos y la baja incautación de drogas. El narcotráfico, además, continúa penetrando la política y las instituciones encargadas de combatirlo.
La Fiscalía de la Nación pasó a manos de Pablo Sánchez Velarde, aunque José Peláez Bardales sigue, increíblemente, de segundo al mando, gracias a la lenidad del Consejo Nacional de la Magistratura (CNM).
Lo malo. El crimen violento sigue creciendo a pesar de los golpes esporádicos. Ciudades enteras, como el Callao, continúan en manos de las organizaciones delictivas. Aún no se cuenta con la capacidad para derrotarlas, principalmente por la corrupción que afecta a las instituciones de la seguridad y la justicia. Esto incluye al sistema penitenciario, desde donde los mafiosos operan y, en algunos casos, logran evadirse con la complicidad de las autoridades, como lo demuestra la cuestionada salida de ‘Caracol’.
Hasta el momento solo se han instalado bloqueadores de celulares en dos de los 34 penales programados y aún no contamos con un sistema de grilletes electrónicos. No hay explicación en la lentitud del gobierno para ampliar la capacidad de albergue del sistema penitenciario, cuya sobrepoblación llegó al 131%.
También es malo que aún no se haya transferido a la policía los equipos de interceptación adquiridos por la Dirección Nacional de Inteligencia (DINI), ni puesto al día sus laboratorios forenses, ni mejorado la infraestructura, el equipamiento y la conectividad de las unidades policiales, incluyendo las comisarías y las escuelas de formación.
Lo feo. Dos papelones. Primero, el del CNM con Alfredo Quispe Pariona y la decisión de forzar los nombramientos de César Hinostroza Pariachi y Tomás Aladino Gálvez Villegas, como juez y fiscal supremo, respectivamente.
Segundo, el del gobierno con la vergonzosa destitución de Julia Príncipe Trujillo, una procuradora ejemplar.