Pocos recuerdan que Manuel Burga postuló alguna vez al Congreso. Lo hizo en 1995 en la lista de Renovación, el partido de Rafael Rey. Trescientos treinta personas marcaron el timón del barco (el curioso símbolo del movimiento político) y escribieron el 96, el número con el que participó. Fue un fracaso estrepitoso que, sin embargo, no amilanó al por entonces joven y prometedor abogado.
Pocos recuerdan que Manuel Burga fue considerado alguna vez como brisa fresca en la dirigencia del fútbol nacional, la esperanza de reforma para una organización caduca que empezaba a acostumbrarse al fracaso. Temas que hoy parecen novedosos como la formalización de los clubes profesionales o la necesidad de cumplir requisitos mínimos para participar en competencias oficiales ya eran expuestos por Burga a mediados de la década del noventa.
Pocos recuerdan que Manuel Burga, antes de ser uno de los más longevos presidentes de la Federación Peruana de Fútbol, tuvo un paso fugaz por el cargo en 1992. Aunque sorpresiva, su designación pareció presagiar tiempos de cambios. Sin embargo, desavenencias con el ministro de Educación de ese entonces, Augusto Antonioli, hicieron que presentara su renuncia 35 días después de su asunción.
De ser un modelo de profesional entusiasta y exitoso, con el paso de los años se convirtió en el personaje más odiado del país. Ni los políticos más despreciados acumulaban tanta desaprobación en las mediciones de las encuestadoras. Las reformas prometidas nunca las llevó a cabo. Las frustraciones que encadenó el fútbol durante su mandato le pasaron factura. Se dejó seducir por el poder y se entornilló en el cargo. Hizo de la Videna un micropaís. La gente nunca se lo perdonó.
Antes de Navidad, Manuel Burga estará en Nueva York. Lo acusan de asociación ilícita para delinquir. Según el empresario Alejandro Burzaco, él y otros dirigentes sudamericanos recibieron sobornos a cambio de otorgar los derechos comerciales de torneos internacionales de fútbol.
La repentina aprobación de su extradición coincidió con la salida del país de Nadine Heredia y su incorporación a la FAO. Una cortina de humo perfecta para apartar las miradas de un escándalo mayor.
Desde que estalló el caso he tenido la oportunidad de conversar con varias personas que trabajaron con Burga, algunos de manera muy cercana. Aunque a todos les parece inconcebible que haya sido partícipe de un acto impropio, nadie se atreve a poner las manos al fuego por él. ¿Veinte años metido en uno de los principales antros de corrupción del fútbol mundial sin haber quedado salpicado con tanta mugre? La respuesta a esta pregunta hace diferencias en la balanza de las dudas.
Triste final para quien hizo de la Videna un reino inexpugnable. De brisa fresca pasó a ser una tóxica cortina de humo.