Un denominador común en la presentación de los cinco candidatos a la presidencia en la última edición de CADE fue obviar olímpicamente que el Perú de hoy es un país de ciudades, a pesar de que un 77,6% de la población ya vive en alguna forma de asentamiento humano pequeño, mediano y/o metropolitano y el 80% del PBI los últimos años se ha generado en las urbes. El país será lo que sean sus ciudades; sin embargo, para ningún candidato estas forman parte de la agenda política del país.
Alan García mencionó el tema de la vivienda y Acuña habló de lograr ciudades competitivas. Hasta ahí. Pero lo que se requiere realmente es un Estado que fomente el desarrollo de sus ciudades como motor del país y políticas basadas en sus componentes fundamentales. Algunos botones de muestra:
1. Hubo casi unanimidad en reconocer al Perú como país minero. Pero la única manera de resolver la satanización de la minería es el ordenamiento territorial de las áreas mineras, respetando las comunidades y poblados, dotándolos de servicios básicos, descontaminando sus cuencas, protegiendo sus ecosistemas, vías de comunicación, áreas de amortiguamiento. De lo contrario, los proyectos serán inviables.
2. Las ciudades deben alcanzar una línea de base sostenible, con agua y desagüe para todos, titulación, recolección de residuos, áreas verdes, movilidad digna y servicios básicos de salud y educación. En las ciudades mayores como Chiclayo, Trujillo, Piura, Huancayo o Arequipa debe iniciarse ya, por lo menos con una línea de transporte público masivo.
3. El enfrentamiento al cambio climático en todo el territorio debe ser otra política de Estado que conduzca a la preservación o al uso racional de los recursos naturales y tenga a las ciudades como operadores. Los bonos de carbono están a la espera de proyectos
4. Formalización del desarrollo urbano. Más del 50% de empresas, viviendas y servicios de las ciudades existen en la informalidad generando deseconomías quizá inmanejables.
5. Reordenamiento del territorio regional a partir de los sistemas urbanos, las cuencas y pisos ecológicos. Integración de municipios, recuperación de plusvalías para la ciudad, manejo de suelo por los municipios provinciales y/o regiones, protección del patrimonio. Estos elementos deben formar parte de una redefinición de competencias de los gobiernos subnacionales y traducirse en políticas de Estado.
Cuando en el mundo se reducen las importaciones, el mejor impulso de la economía es la inversión interna. Un shock de inversiones en infraestructura en las ciudades y el campo sería un excelente movilizador del crecimiento, considerando que el déficit en servicios básicos e infraestructura en el Perú, estimado por AFIN, es de US$160 mil millones. Faltan grandes proyectos y un clima de seguridad jurídica, pero ahí está la demanda.