Uno de los campanazos de alerta en los centros históricos de las ciudades es la progresiva ocupación de las calles y del espacio público por la prostitución. Así se constata, por ejemplo, en un informe de El Comercio publicado el 20 de marzo pasado.
Los centros históricos inician su decadencia ante la indiferencia de las autoridades. Surge otro mundo nocturno: bares de mala muerte, hostales, discotecas clandestinas, burdeles y venta de drogas.
El Centro de Lima de noche luce abandonado, sucio, descuidado, inseguro, con edificios deshabitados, locales clausurados; no invita a vivir. Lo salvan ciertos ambientes como la plaza San Martín, la Av. Colmena, o las calles peatonalizadas. Paradójicamente, hay casi cien hectáreas desocupadas.
En la base habrá siempre un problema de gestión económica. Los centros históricos pierden población porque no pueden competir en servicios con otras zonas urbanas. Nuestro centro es la zona con menos licencias para proyectos de vivienda, en los últimos años.
La supuesta recuperación actual del Centro Histórico no es sino la inversión en oficinas y comercio que son actividades diurnas rentables, por localización, por infraestructura y por volumen de consumidores. Cerca de 1,5 millones de personas transitan a diario por ahí.
Lo cierto es que el Centro Histórico está en su punto crítico. Según el Indeci, el 60% de este espacio corre peligro. Es la antesala de un desastre anunciado que se arrastra desde las anteriores gestiones de Villarán y Castañeda.
En un reciente informe de El Comercio sobre el estado del centro, la directora de Prolima propone aplicar el Plan Estratégico 2006-2035, que implica la demolición de casi el 40% de las áreas monumentales en mal estado. Se acaba de inventar un concepto para recuperar el patrimonio: demoler. Con seguridad Lima perderá el título de Patrimonio Cultural de la Humanidad. Para reponer lo demolido le solicita al Gobierno la friolera de US$970 millones, que no se los van a dar.
Hay ejes comunes de intervención que conducen el éxito. Ahí están Salvador de Bahía, La Habana, México o Quito ¿Por dónde empezar? 1). Una nueva unidad de gestión, potente, multisectorial y con capacidad de decisión. Prolima ya toco fondo, no da para más. 2). Un plan maestro consensuado con residentes, sector privado, el Gobierno Central, comerciantes, entre otros, que nos digan ¿Para qué? ¿Para quiénes? ¿De qué manera? ¿Cuánto cuesta? 3). Un fondo semilla. El Centro Histórico ya tenía un proyecto presentado al BID de US$80 millones en la gestión de Alberto Andrade. Hay que actualizarlo. 4). Seleccionar áreas piloto de intervención y/o proyectos con alianzas público-privadas. 5).Priorizar proyectos de vivienda para residentes.
Lima tiene un Plan Maestro (Ordenanza 201-1999), aprobado por la Unesco, como primer plan de zona monumental protegida que tuve el honor de coordinar. Esa es la hoja de ruta. Ahí están todas las intervenciones que el centro necesita ¿Por qué no dejar atrás definitivamente ese perverso complejo de negar e ignorar lo que antecede?