Redacción EC

LOURDES FERNÁNDEZ CALVO

Nacieron en Chile, pero se sienten peruanos. Hace más de diez años cruzaron la frontera y no regresaron más hacia el sur.

Su acento cantado aún los delata, mientras dicen con nostalgia que para ellos no existen límites ni diferendos marítimos que los separen de lo que hoy denominan su único hogar: el Perú.

EL ARTE DE ‘PATO’
Cuando Patricio Maturana bajó del avión y pisó tierra peruana, en octubre de 1970, presintió que se iba a enamorar.

Y así fue. Cuarenta y tres años después su memoria le recuerda cada detalle de ese primer encuentro que le dio a su vida el giro que esperaba.

Patricio, hoy encargado de la dirección escénica del Ballet Nacional, estuvo a punto de morir en una balacera cuando paseaba por un parque de Surco y repitió la experiencia cuando estuvo como rehén en la Embajada de Japón, en diciembre de 1996.

“Me ha pasado de todo, lo que jamás pensé que me podía pasar, y sigo acá feliz”, dice mientras sonríe.

La conexión que ‘Pato’, como lo conocen sus amigos, tiene con nuestro país va más allá de su matrimonio con una peruana. El lazo que lo ha hermanado con el Perú es el arte, aquel que logró difundir con la cultura.

“Para las Fiestas Patrias del Perú, el regimiento de Arica vino a tocar marinera a Tacna y el de Tacna fue a Chile a tocar, para las fiestas patrias de allá, tonadas y cuencas chilenas. La cultura es el mejor embajador”, sentencia.

AMOR ETERNO
Lily Rojas de Castro tiene 90 años y 60 de ellos los ha vivido en el Perú. Nació en Viña del Mar y algunos años después de casarse zarpó en un barco junto con su esposo y sus tres hijos a Lima. Instalada en una pequeña casa en Jesús María, la familia de Lily empezó a formar lo que hoy ya es una legión de tres generaciones de peruanos.

“Mi nacionalidad está allá [en Chile], pero mi vida está en el Perú”, afirma. Para doña Lily, nuestro país no solo le ha dado bisnietas, también le cumplió uno de sus sueños: formar una ONG para ayudar a las personas con sida.

A mamá Lily, como la llaman los jóvenes a quienes atiende diariamente, hoy solo le queda un deseo más: ser enterrada bajo suelo peruano.

A PASO DE MARINERA
Para Carolina Nef, haber nacido el 28 de julio fue una señal. En 1995, decidió dejar Santiago junto con su esposo y sus cinco hijos, y empezar una nueva vida en Lima. “Nos incorporamos como familia al Perú y encajamos perfecto. Mis hijos se saben el himno nacional y lo cantan emocionados”, cuenta.

Carolina dice no extrañar Chile, pero tampoco puede dejar de quererlo. Mientras tanto, celebra sus cumpleaños bailando marinera.

LA FELICIDAD SIN PATRIA
“Yo soy chiluano”, dice el publicista Fernando Aguirre desde su oficina en Miraflores. Hace 11 años se aventuró a empezar de cero en un país para el que hoy solo tiene agradecimiento.

Con su dejo cantado, Fernando asegura que lo que más le gusta del Perú es la calidez de su gente y esa eterna alegría con la que cada día enfrenta sus problemas. “El peruano es tan feliz que nos ha hecho olvidar que somos extranjeros”, sentencia.

Contenido sugerido

Contenido GEC