Uno de los retos del planeamiento urbano en el mundo es promover una ciudad compacta. Los beneficios son obvios. En resumen, pensar en ‘la ciudad compacta’ reduce la necesidad de viajar distancias largas por la posibilidad de vivir cerca al trabajo, educación o recreación; promueve el transporte sostenible; impulsa un uso más eficiente del espacio; y ayuda a sostener una diversidad de usos (algo que ahora no es fácil en muchos distritos por las reglas de zonificación que tenemos). Otro beneficio de la ciudad compacta es el beneficio económico. Según muchos teóricos, la aglomeración de gente en las ciudades resulta en un estímulo de creatividad que alimenta la cultura y la economía.
En este contexto, es preocupante que en muchos de los distritos céntricos de Lima la población se haya reducido. A pesar del ‘boom’ inmobiliario y la conversión de viviendas unifamiliares en edificios de departamentos, muchos distritos del centro han ido perdiendo su población, mientras las zonas suburbanas e intermedias han crecido de manera extraordinaria.
Para dar ejemplos, Breña, Miraflores, Barranco, Lince, el Cercado, San Isidro, Surquillo y la Victoria han perdido un promedio de 17% de su población en los últimos 15 años. Esto significa que estos distritos centrales tienen aproximadamente 185.000 residentes menos en el 2015 que en el 2000, según el INEI. Mientras tanto, la población de Lima Metropolitana ha crecido en un 28%.
La reducción en los distritos céntricos podría deberse a varias razones, incluyendo un aumento de usos comerciales o una reducción en el tamaño promedio de las familias. Sin embargo, las reglas de zonificación que fortalecen la exclusividad de usos en ciertas zonas no ayudan.
El problema con la reducción poblacional de estas zonas es que el centro de la ciudad se está volviendo menos compacto en términos residenciales, mientras hay una mayor concentración comercial. La falta de una mayor mezcla de usos se traduce en mayor congestión, viajes más largos y una reducción de la accesibilidad al trabajo, a la cultura y al espacio público. Y es que justamente en estas áreas existe una mayor concentración de zonas empresariales y equipamientos públicos. La desconexión entre el planeamiento de zonificación y la del transporte es algo básico a lo que debemos mirar con atención, ya que ambas deberían caminar de la mano.
Obviamente los diferentes distritos poseen una mezcla diferente de usos. Algunos son más residenciales y otros más comerciales. Sin embargo, es bueno tener una mezcla en cada distrito, e inclusive cada barrio. El incremento de zonas comerciales no debería reducir a la población residente, necesaria para la vitalidad de las calles a todas horas. Es por esta razón que tenemos una ciudad donde la gente viaja al centro en la mañana y regresa a zonas periféricas en las noches, resultando en un uso ineficiente del sistema vial y del capital humano. Promover un centro o centros más compactos y diversos podría estimular el crecimiento económico y la innovación. Todavía seguimos haciendo lo opuesto.