“Ciudad de mi alma”, llamó Gabriel García Márquez a Barranquilla, conocida como la puerta de oro del Atlántico; “…sin ella no hubiera sido premio Nobel” dijo, alabando su poderoso espíritu.
Dos décadas atrás, esta ciudad se venía abajo, debido a la corrupción de las autoridades y su decadencia, parecía inviable. Hace 13 años tuvo que acogerse a la Ley de Quiebras. A partir de ahí, en un país en el que no hay reelección de autoridades locales, empezó un proceso que tiene en la continuidad su mayor virtud hasta hoy, con la alcaldesa Elsa Noguera, considerada una de las tres mejores autoridades locales de Colombia.
Barranquilla, con sus casi 2 millones de habitantes, ha ido ganando en identidad, orgullo y sentido de pertenencia. ¿Cuál es el secreto? Dotarse de una visión de futuro con un modelo urbano, alianzas público-privadas, apoyo del Gobierno Nacional y proyectos estratégicos socialmente legitimados.
La intervención clave fue recuperar su condición de urbe ribereña. Reconciliarse con el río Magdalena al pie del cual nació y que es medio de transporte, alimentación, ecosistema, paisaje y frente inmobiliario.
El otro gran recurso es el mar. En la desembocadura de ese gran río nació en el siglo XIX el puerto fluvial y marítimo más grande del Atlántico en Colombia. Recuperarlo e integrarlo a la ciudad fue otra actuación fundamental. La vieja Aduana se convirtió, simbólicamente, en centro cultural.
La apuesta de rehabilitación se dirigió hacia los espacios públicos de mayor significado y potencia urbana; el Paseo Bolívar y la Plaza de la Paz en el centro, el Parque Cultural del Caribe entre el río y la ciudad que dará inicio a un centro financiero, el corredor portuario, el malecón del río, son obras que han iniciado el renacimiento.
Hoy, el 80% de los barranquilleros está orgulloso de su ciudad y el 61% considera que va por buen camino.
Junto con Barranquilla, Cartagena y Santa Marta forman el gran corredor marino del Atlántico de Colombia.
La aristocrática Cartagena, hoy con casi 1,5 millones de habitantes, se fundó en 1533, dos años antes que Lima, y se independizó de España en 1811. Su Centro Histórico amurallado frente al mar hoy es Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Cartagena resolvió virtuosamente su relación con el mar; toda su traza urbana y el manejo del borde costero evidencian su naturaleza marina.
Una vía malecón de más de 20 kilómetros bordea toda la costa de este a oeste, desde La Boquilla hasta Castillo Grande. Se consolida como ciudad residencial, comercial, turística y cultural. Pero al lado de ese fantástico destino turístico, mito cantado por Carlos Vives, el 60% de la población es pobre. Están pendientes políticas públicas de inclusión social.
Ciudades de mar y río. Una corriente que las reconcilia con estos recursos de vida va ganando fuerza inexorable en todo el mundo. Lima los tiene ambos y hasta ahora les ha dado la espalda. ¿Estará atenta a ese llamado?