La línea 101 fue habilitada para resolver las dudas alrededor de la entrega de los bonos de 380 soles. Buscando agilizar su atención, el Midis pidió la participación de voluntarios para responder llamadas. Cientos de personas están ahora cumpliendo esta labor.
La línea 101 fue habilitada para resolver las dudas alrededor de la entrega de los bonos de 380 soles. Buscando agilizar su atención, el Midis pidió la participación de voluntarios para responder llamadas. Cientos de personas están ahora cumpliendo esta labor.
Melina Funes Otoya

Melina Funes Otoya (40) es comunicadora social y ha participado en voluntariados desde que tiene uso de razón. Por ello, en medio del aislamiento social que se impone a causa de la pandemia del , decidió sumarse como voluntaria de la Línea 101, abierta por el Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (Midis) para resolver las dudas sobre la entrega del bono de 380 soles. Melina contesta unas 60 llamadas al día, aunque sabe que son muchas más las que entran. No hay logística para responder a todas. Aquí su testimonio, narrado en primera persona, sobre la mezcla de emociones que significa este voluntariado.

“Central 101 del MIDIS, buenas tardes…” Así empiezan mis tardes desde hace casi una semana. Soy una de los 200 voluntarios que están brindando información sobre el subsidio monetario que ha brindado el gobierno a los hogares en situación de pobreza y pobreza extrema y todos los días, de 16:00 a 20:00, me siento frente a la computadora con papel y lápiz a la mano, material de consulta abierto y la app habilitada en mi teléfono para responder las llamadas que entran una tras otra. “Hasta que por fin entró mi llamada, señorita”, dice una voz al otro lado del teléfono.

Durante nuestras horas de trabajo atendemos todo tipo de consultas: personas que quieren saber si ha sido beneficiado con el bono”; otras que quieren saber cuándo los van a programar y otras personas que no están en la provincia o departamento donde deben cobrar ya sea por trabajo, por salud, porque la cuarentena los agarró en otro lado o porque no cambiaron su dirección en el DNI.

También llaman quienes quieren saber por qué no se les ha asignado el bono —“por la cuarentena he dejado de trabajar y no tengo más ingresos, señorita”—, y se trata en la mayoría de casos de personas sin la posibilidad de ahorrar, con hijos pequeños, que viven de la caridad y solidaridad de los vecinos; o de adultos mayores que viven solos y no tiene cómo sostenerse; de personas con discapacidad que vendían caramelos en el Centro de Lima y ahora no tienen para comer.

Son llamadas que duran 5, 8, 12 o hasta 15 minutos en los que siento en las voces la búsqueda de alguien que les tienda una mano. Lamentablemente, no puedo hacer más. Los voluntarios no podemos hacer mucho, pues no hay un padrón abierto, no existe una lista o un registro de inscripción y la base de datos no tiene opción a modificarse. Decirles eso es la parte más difícil de la llamada. Inmediatamente vienen las quejas —“nunca se acuerdan de nosotros, señorita, nosotros pedimos porque no tenemos”—, los reclamos —“pero cómo a mi vecino que tiene casa de 3 pisos hasta carro le ha tocado a él y a su esposa… así no es, señorita”—, y hasta las súplicas —“señorita, por favor yo sé que usted puede ayudarme… póngame en la lista”—. Em ese momento se te hace un huequito en la panza. Por más que quieras, de verdad no puedes hacer más. Entonces toca explicar que el gobierno asignó un presupuesto a las municipalidades para las personas que no alcanzaron el subsidio reciban una canasta con insumos de primera necesidad. Y otra vez las quejas: “ pero si aquí nunca viene nadie de la municipalidad, señorita”, “Ya vinieron a empadronar y no me han querido inscribir porque mi DNI no es de aquí, pero es que yo alquilo, señorita”, “pero si ellos solo anotan a sus amigos, señorita, a los que no somos sus amigos no nos han registrado”. ¿Qué respondes a eso? Tomo sus datos para enviarlos en el reporte del final de turno, aclarando que eso no implica que les darán el subsidio. No puedo prometerles nada.

Tengo muchos años haciendo voluntariado, soy scout desde los 6, payasa de hospital y comunitaria hace 7 y parte del staff de Juguete Pendiente hace 2; y si bien toda esta experiencia me ha dado herramientas para controlar este tipo de situaciones, no soy de fierro. Duele en el alma pensar que hay mucha gente que no tiene para comer. Entonces toca hacer un alto, pausar las llamadas, pararte, estirar un poco, respirar profundo y recordar que hay cosas sobre las que no tienes poder, cosas que no puedes solucionar porque no tienes los recursos ni la injerencia, que tu “chamba” es otra, que puedes contener, escuchar, ayudar a pensar con claridad y que así, aunque no parezca, también se hace mucho.

¿Cómo se puede hacer para que el estado tenga una base de datos real de las poblaciones vulnerables? Tiene que existir alguna manera de lograr que esta información sea lo más fina posible y que pueda mantenerse actualizada. Es un trabajo enorme, sí, pero imperiosamente necesario. También pienso en todo el daño que nos ha hecho como país la corrupción, en que debe haber una manera de fiscalizar a las autoridades porque los más afectados son los que más necesitan. Y pienso en nosotros como sociedad, en cómo nos hemos deshumanizado, cómo interesa más salir a hacer deporte, ir a jugar una pichanga con mis amigos, ir a diario al mercado que cuidar del otro. Y entonces veo en redes que la máxima queja, si la cuarentena se alarga, es que ya me acabé las series de Netflix; que ya no se me ocurren juegos para entretener a mis hijos; que ya me aburrí de limpiar mi casa o que pasaré otras tantas noches copa de vino en mano hablando con mis amigos por alguna plataforma de video conferencia.

Entonces, llega al grupo de WhatsApp de voluntarios el mensaje de una compañera: “Acabo de recibir una llamada de una persona que quiere devolver el subsidio porque no lo necesita y sabe que hay gente con mayor necesidad”. Siento un nudo en la garganta. No todo está perdido.

Son las 8pm. Me desconecto de la central, registro las llamadas que atendí —unas 60 por turno— y envío mi reporte del día. Voy a mi cuarto. Rita, mi perra, mueve la cola. Mi esposo me abraza y me dice “toma, aquí está tu chocolate y el control para que veas lo que quieras”. Mañana es otro día.

¿Qué es la covid-19?

La covid-19 es la enfermedad infecciosa que fue descubierta en Wuhan (China) en diciembre de 2019, a raíz del brote del virus que empezó a acabar con la vida de gran cantidad de personas.

El Comité Internacional de Taxonomía de Virus designó el nombre de este nuevo coronavirus como SARS-CoV-2.

¿Cuáles son los síntomas del nuevo coronavirus?

Entre los síntomas más comunes del covid-19 están: fiebre, cansancio y tos seca, aunque en algunos pacientes se ha detectado dolor corporal, congestión nasal, rinorrea, dolor de garganta y diarrea. Estos malestares pueden ser leves o presentarse de forma gradual; sin embargo, existen casos en los que la gente se infecta, pero no desarrolla ningún síntoma, precisó la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Además, la entidad dio a conocer que el 80 % de personas que adquieren la enfermedad se recupera sin llevar un tratamiento especial, 1 de cada 6 casos desarrolla una enfermedad grave y tiene dificultad para respirar, la gente mayor y quienes padecen afecciones médicas subyacentes (hipertensión arterial, problemas cardiacos o diabetes) tienen más probabilidades de desarrollar una enfermedad grave y que solo el 2 % de los que contrajeron el virus murieron.

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