Es sábado por la mañana y la batucada del grupo Llaqta Raymi invita a sumarnos al pasacalle que conduce al Módulo Siglo XXI en Villa El Salvador. Maki y Fideina, dos payasos, definen el Festival Cultura Viva: un espacio para la danza, los títeres, el teatro, los talleres de arte. Bigote de Gato, grupo reconocido en su distrito, desarrolla un taller circense para niños y puede verse la seguridad manifiesta en sus primeras acrobacias mientras sus familiares aplauden.
Solo el año pasado, la Municipalidad de Lima registró 87 actividades del programa Cultura Viva Comunitaria, el mayor éxito de la gestión cultural del actual gobierno municipal. Se trata de un programa que en Barrios Altos, El Agustino, Comas o la misma Plaza de Armas abre espacios para los artistas locales. Así, para miles de limeños, ir a un parque zonal dejó de ser solo un apretado chapuzón en la piscina o el correteo tras una pelota. Se convirtió en un espacio donde reflejarnos en nuestra cultura.
Para el consultor Guillermo Cortés, un programa como Cultura Viva Comunitaria demuestra cómo el municipio supo incorporar la cultura como un eje central en su propuesta de gobierno. Para ello no solo multiplicó por seis su presupuesto con respecto al 2010, sino que también convirtió al sector, antes difuminado al lado de educación y deportes, en una subgerencia única y, desde el año pasado, en una gerencia municipal desplegada en tres líneas: promoción cultural y ciudadanía, artes escénicas e industrias culturales, y patrimonio. Cuenta además con un observatorio para cuantificar los resultados de la gestión, demostrando con ello que la cultura no es un accesorio de lujo, sino una herramienta para reducir desigualdades y generar ciudadanía.
“Hay consenso en que debe mantenerse lo positivo de la actual gestión cultural. Se podrán hacer ajustes, pero no se puede volver a la nula acción del gobierno anterior”, señala Cortés.
Para Dennis Ferguson, consultor cultural, fundar una gerencia municipal de cultura no es un mero formalismo. “La actual gestión se convirtió en un promotor y un productor importante de cultura, actividad que en el anterior gobierno se redujo al mínimo”, afirma.
Gustavo Buntinx, gestor cultural y crítico de arte, enfatiza: “No hay punto de comparación entre la gestión actual y la anterior”. “En la administración de Villarán hay claros esfuerzos por construir una política cultural, mientras que en la de Castañeda hubo desde el inicio desprecio y temor hacia todo lo que se considerara cultura”, afirma.
LOS PASIVOS
Dicho esto, la gestión cultural municipal también muestra flancos débiles. Por ejemplo, siendo Cultura Viva Solidaria su más exitoso proyecto para formar cultura ciudadana, se lamenta que nunca contara con una fuerte campaña de comunicación. Mariana Alegre, coordinadora del observatorio ciudadano Lima Cómo Vamos, advierte que si los gobiernos locales mantienen restringida su inversión en publicidad masiva, será muy difícil generar cambios. “Se necesitan campañas constantes, de mediano plazo, muy insistentes. Con volantes no se cambia la mentalidad de la gente para generar en ella orgullo por su ciudad”, explica.
Buntinx lamenta el incumplimiento de lo que fue una promesa electoral: la institucionalización de la Pinacoteca Municipal, que hoy continúa desatendida. “Se trata de una colección fabulosa que reúne muchas de las piezas más importantes del arte peruano del siglo XIX y parte del XX. Podría ser el germen de una institución tan importante como el Museo de Arte de Lima”, señala.
Como se recuerda, el programa original de Susana Villarán incluía convertir el edificio del Ministerio de Transportes del Parque de la Exposición en un verdadero Museo Metropolitano, incorporando la pinacoteca y desplegando un contenido substancial para la comprensión del desarrollo histórico, cultural y artístico de la ciudad.
“A la actual gestión le hace falta ir al fondo. Desde el primer momento debió salir abiertamente a criticar, con razones y argumentos, el dispendio inexplicable de un proyecto de museo que se hizo sin licitación. Castañeda recuperó ese edificio del Poder Ejecutivo, pero después lo convirtió en una especie de diversión de feria. Esta gestión tuvo una oportunidad de oro para hacer de una caricatura de museo una entidad líder del país”, sostiene Buntinx.
Otro pasivo por resolver es el abandono de dos valiosos espacios escénicos: el Teatro Segura y la Sala Alzedo, cerrados en los últimos tres años.
“Es verdad que su restauración no lo ve la Gerencia de Cultura, sino la Empresa Municipal Inmobiliaria de Lima (Emilima). Pero es el talón de Aquiles de esta gestión”, apunta Dennis Ferguson.