En contraste con el paisaje grisáceo que envuelve a Lima en los días invernales, unas buganvillas de magenta chillón rebasan la balaustrada de la casa en el cruce de la calle Ocharán con la Av. 28 de Julio. Gracias a su extensión y diseño, esta vivienda miraflorina de 1913 resalta entre los edificios colindantes.
Este distrito costero alberga casas edificadas hace más de cien años que aún permanecen en pie. Precisamente Ocharán es una de las calles que reúne casas antiguas a lo largo de sus seis cuadras. “Sus primeras viviendas empezaron a construirse en la segunda década del siglo XX cuando Miraflores todavía era una zona de veraneo. En 1919, Ocharán se empezó a lotizar formalmente”, explica el arquitecto Miguel Girano.
La calle debe su nombre a don Mauricio Ocharán, quien compró los terrenos de la vía a fines del siglo XIX. Veredas de dos paños, casas con jardines interiores y una atmósfera de quietud son sus principales características. “Ocharán mantiene la nostalgia y el ambiente bohemio del Miraflores antiguo”, resalta Girano.
Según el área de Desarrollo Urbano de la Municipalidad de Miraflores, existen 45 casas en el distrito que tienen entre noventa a cien años.
La casa mencionada líneas arriba es habitada por la familia Herrera Mendizabal desde 1920; sus primeros dueños fueron los padres del pintor Enrique Camino Brent. “Amo esta casa, porque la historia de mi familia vive en ella desde hace más de un siglo”, declara Lilia Romero, cuya madre es la dueña de la vivienda.
Antes de su lotificación y adquisición por el señor Ocharán, los terrenos de esta calle eran parte de los célebres ranchos miraflorinos. “Así se conocía a las casas de veraneo de habitantes del centro de Lima”, detalla Fátima Aguilar, investigadora de la historia miraflorina. En las dos primeras cuadras de Ocharán, se observa dos casas de un piso y fachada color pastel que, según Girano, fueron construidas en 1919 y conformaron antiguos ranchos.
Refugio de artistas
Destacados artistas de diferentes rubros han vivido en las calles aledañas al malecón de la Reserva. En el cruce de Juan Fanning con Ocharán se encuentra una casa de paredes blancas, molduras en la parte superior y tres triángulos en su remate de cornisa circular, que son la firma del arquitecto que la diseñó aproximadamente en 1940.
En esta vivienda vivió el cantautor Gianmarco en los años ochenta, cuando decidió pasar una temporada con su padre.
“Papá y yo vivimos en esta casita pequeña de un solo cuarto en la calle Ocharán [...] No tenía grandes comodidades, una cocina escueta, una escalera que iba hacia el dormitorio, una ventana por donde veíamos pasar la vida y la humedad de Lima. Todo eso era suficiente. Ayer pasé caminando en la noche por aquí y me puse a pensar en lo feliz que fui en aquel lugar”, publicó en Instagram.
Años después, Patricio Suárez-Vertiz vivió en el mismo espacio a fines de los noventa. “Decidí ir a Ocharán para escapar del bullicio de la casa que tenía en Larco con Benavides. Vivir en ese ambiente sosegado era lo que necesitaba para repensar mi vida luego de Arena Hash y el inicio de mi carrera como solista”, declaró a El Comercio.
Quien más ha hecho conocida a esta zona es el escritor Mario Vargas Llosa. “La casa de Alberto es la tercera de la segunda cuadra de Diego Ferré, en la acera de la izquierda. La conoció de noche, cuando casi todos los muebles de su casa anterior, en San Isidro, ya habían sido trasladados a esta”, se lee en uno de los primeros capítulos de ‘La ciudad y los perros’. La casa del Poeta fue la morada de dos tíos de nuestro Nobel, la cual permanece hasta hoy con su fachada marrón intacta.
A su costado, se encuentra una esbelta vivienda blanca con torreón. “Es una mezcla de estilos: medieval europeo y clásico, con una volumétrica muy diversa típica del estilo vernáculo”, precisó Patricia Ciriani, historiadora de arte y arquitectura. Giraron señaló a este Diario que ambas casas fueron construidas por el ingeniero Alberto Aliaga en 1938.
“Todas las casas de uno o dos pisos de esta zona son de estilo ecléctico. Tienen fachadas lisas con elementos del estilo clásico. Además, su discreción es propia del estilo vernáculo”, subrayó Ciriani.
Por otro lado, en la quinta cuadra de Ocharán se encuentra la casa-taller de la pintora Sara Merel. Este inmueble fue construido en 1913. Como prueba de su antigüedad, puede observarse una pared de quincha y adobe en uno de sus lados.
Compromiso con el pasado
“Los edificios han empezado a acorralarnos y a quitar la visibilidad que teníamos. Ahora prácticamente no cae sol a la casa. Además, cada construcción nueva mueve la estructura de la casa”, reclamó Romero. El daño material y la falta de una armonía visual entre las casas antiguas de Miraflores y los modernos edificios son algunas de las principales demandas de estos inmuebles.
Por otra parte, los vecinos confesaron a El Comercio que habitar una casa antigua implica una gran inversión de tiempo y dinero. Sin embargo, se mostraron convencidos de no vender sus viviendas, pese a las numerosas ofertas que reciben de inmobiliarias.
“Esta casa tiene una historia muy bonita, además de la tranquilidad que existe en la zona. Ha habido toda una vida incluso antes de que mi familia la adquirió. Por eso, no estoy interesado en que venderla”, aseveró Raúl Castillo, quien vive en la casa con torreón.
“Cuido esta casa por amor al arte con el que fue construida, como se ve en su fachada, y porque tiene magia. En ella vive el alma de sus antiguos propietarios y ahora reúne a mis amigos y familiares que pasan por aquí al volver a Lima. Su poder de convocatoria es increíble”, manifestó Carola Zuleta, quien vive en la calle de Ocharán con Fanning.
El pasado histórico de Miraflores reside en las casas antiguas del distrito, cuyo valor cultural es preservado por sus habitantes