Primer acto. A través de WhatsApp, un vecino denuncia que frente a una vivienda se ha construido una escalera sobre la vereda, para acceder a un segundo piso. Segundo acto: las redes sociales hierven de indignación; la dueña, despreocupada, dice que la escalera “no incomoda” a nadie. Tercer acto: la comuna de Chorrillos interviene y afirma que el propietario tiene 15 días para retirar la escalera.
¿Cómo se llama la película? Lima. Así, a secas, Lima. Nuestra Lima. Ese gigantesco asentamiento humano que hemos construido desordenadamente, pisoteándonos entre nosotros, quebrantando leyes y ordenanzas, vulnerando reglas básicas de convivencia, dejando fuera cualquier intento sano de planificación.
La escalera en la vereda de la urbanización Santa Teresa es una minucia frente a la recatafila de estropicios urbanísticos que abundan en la ciudad.
No importa el estrato social. Cada quien hace lo que le viene en gana con el pedazo de Lima que ocupa. Se construye donde no se puede, se levantan más pisos de los autorizados o se fabrican cocheras sobre jardines.
¿Necesita ejemplos? Vaya a la Av. Aviación, en San Borja, y notará cómo ciertas propiedades han incrementado tanto su metraje que las áreas verdes públicas hoy son jardines particulares y los postes de alumbrado han quedado encerrados en sus cercos perimétricos.
Siga hasta la avenida Javier Prado y note cómo las Torres de San Borja por alguna mano sagrada –y al parecer bien aceitada– han crecido a lo alto y a lo ancho. Note cómo ocurre lo mismo en Matute, Mirones y Precursores. Y no solo en conjuntos habitacionales, también en chalets, quintas y casonas antiguas.
¿Y qué hay de esas edificaciones lujosas incrustadas en los acantilados de Lima? ¿Acaso en algunos de esos condominios exclusivos no se ha privatizado la vista al mar en perjuicio del paseante común y silvestre?
Normas enrevesadas e ininteligibles, súbitos cambios de zonificación, apuradas –y oportunísimas– amnistías municipales y un profundo desapego por construir una ciudad donde se pueda vivir civilizadamente han contribuido con este desbarajuste perfecto, del cual miles de personas naturales y jurídicas se han servido a plenitud.
Les ha sido de suma utilidad la debilidad de los municipios, que no han podido ponerlos en vereda por argucias judiciales, pura ineptitud y, en muchos casos, la más burda complicidad.
¿Más ejemplos? La actual gestión metropolitana no solo ha dejado de lado el Plan Metropolitano de Desarrollo Urbano 2035 sin una razón de peso, sino que ha emprendido una serie de obras con un apuro e improvisación inauditos. Una de ellas es el ‘by-pass’ de la Av. 28 de Julio, cuyo estudio de interferencia de vías, acaba de descubrirse, fue plagiado de un blog de alumnos de la Universidad de Piura.
Si el Concejo de Lima trabaja de esta manera, ¿qué podemos esperar de los demás?
Esta es nuestra Lima. La Ciudad de los Reyes, la tres veces coronada villa, nuestra entrañable pero a la vez caótica ciudad donde es posible construir una escalera o un ‘by-pass’, literalmente, donde uno quiera.