Excelencia en la gestión pública, por Gino Costa
Excelencia en la gestión pública, por Gino Costa
Gino Costa

¿Existe? Sí, por supuesto. Ahí están los ejemplos de la Cancillería, la Defensoría del Pueblo y el Banco Central de Reserva. De acuerdo, ¿pero ahí paras de contar? No. Según Ciudadanos al Día (CAD), son centenares de equipos de funcionarios públicos los que cotidianamente dan ejemplos de excelencia al innovar en el servicio que brindan, contribuyendo así a transformar lenta pero inexorablemente el pesado y anacrónico Estado Peruano.

Si no nos lo recordara CAD ni nos daríamos cuenta, porque la frustración cotidiana con lo que no funciona en el ámbito público tiende a opacar lo que camina bien. Es esta una de las principales virtudes del premio a las buenas prácticas que organiza todos los años; la otra, y quizá más importante, es el estímulo que constituye para los muchos funcionarios públicos que hacen bien su trabajo y se esfuerzan por servir mejor.

Y el estímulo es contagioso, porque si un equipo participa y le va bien, seguramente regresará el año siguiente no solo con una nueva innovación que mostrar, sino que vendrá acompañado de iniciativas de otros colegas de su institución, generando así un círculo virtuoso de mejora permanente.

Detrás de cada buena práctica hay un líder o lideresa, un equipo de funcionarios motivado y creativo, y una idea, asociada frecuentemente con las tecnologías de la información, que dan una mayor rapidez, transparencia y acceso igualitario al servicio, y por lo general cuestan poco o nada.

Estos son los atributos de la buena práctica, más que la necesidad de una ley o más plata, que suelen ser las demandas recurrentes de políticos, funcionarios y ciudadanos ante la ineficacia estatal. Muchas prácticas incluso resuelven el problema de la escasez de recursos con un socio que los tenga.

Es loable que este esfuerzo, eficaz motor de cambio de la administración pública, venga de la sociedad civil y del sector privado, porque al fin y al cabo son los usuarios los beneficiarios y objeto de la acción estatal. Lo que sorprende es la pasividad de nuestras autoridades, más allá del comprensible entusiasmo para subirse al estrado a recibir un premio.

¿Qué se hace desde el gobierno y los organismos públicos autónomos para sumar y construir a partir del premio? Una ayuda a financiarlo, una transmisión en vivo y en directo por el canal del Estado, y la presencia del presidente y su Gabinete en la premiación, por ejemplo, no le harían mal; pero el mejor reconocimiento sería una política pública que identifique, promueva y retribuya a los líderes innovadores y sus equipos, y aliente la emulación de sus buenas prácticas.

Por el contrario, ninguno de los pocos instrumentos con que contamos para modernizar la gestión pública está en buenas condiciones. Ni la secretaría respectiva de la PCM, ni nuestra participación en la iniciativa internacional para un gobierno abierto, ni la propuesta de Autoridad Autónoma para la Transparencia. Ojalá esto cambie con el próximo gobierno.

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