Ser guardián de la memoria de un país que fue golpeado por la violencia política hace 43 años es una gran responsabilidad, tanto con la sociedad como con las víctimas. Desde hace cinco meses, Francisco Estévez asumió tal tarea. Con motivo del primer aniversario de la inauguración del Lugar de la Memoria, Tolerancia e Inclusión Social (LUM) en Lima, Estévez visitó nuestra capital y conversó sobre la creación de museos, centros de investigación y documentación en un encuentro internacional de iniciativas por la memoria.
¿Qué lo motivó a postular a este cargo?
Tiene que ver con una trayectoria personal relacionada con los derechos humanos, por una opción definida por la no violencia en la política y la sociabilidad y porque me parece que el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos es un espacio muy importante para trabajar en la educación y formación de una conciencia transgeneracional.
¿Cuáles son los principales retos que deben trabajar en Chile en tal sentido?
Nosotros sufrimos una dictadura muy violenta, asociada a crímenes contra la humanidad. A partir de esos años terribles de dictadura, la conclusión va en doble dirección: primero, trabajar por un compromiso-país, un compromiso social, lo que se llama el nunca más; y también un compromiso con la importancia de luchar por los derechos humanos.
¿Qué derechos se exigen hoy en día?
Hay causas de derechos humanos que debemos tomar con la misma seriedad y urgencia como las que se tomaron en tiempos de la dictadura. Te hablo, por ejemplo, de la importancia que ha adquirido en Chile, Argentina y otros países de la región el movimiento Ni Una Menos. Para construir una sociedad con enfoque de derechos y fortalecer un Estado con esa misma visión es muy importante no pensar que el tema de los derechos humanos es un tema del pasado, es un asunto de hoy.
Pero el tiempo también podría ser considerado enemigo de la memoria…
Claro, pero esas nuevas generaciones se aproximan a los derechos humanos desde su propia experiencia. No podemos obligar a los jóvenes de hoy a pasar necesariamente por la misma comprensión que la generación anterior. A estas nuevas generaciones hay que formarlas en el tiempo. El tiempo hay que verlo en ese sentido, que es un tiempo actual y para entenderlo mejor hay que asumir que eres parte de un tiempo histórico.
El museo que dirige va a cumplir siete años. ¿Qué se ha logrado hasta ahora?
Nosotros recibimos 250 mil visitas al año. Una parte importante, casi el 60%, son jóvenes de enseñanza media y de educación básica, también de educación universitaria. Es un gran logro que estas nuevas generaciones se eduquen en derechos humanos. Pero lo interesante es que la historia se construye entre todos, comunitariamente, y hay que ser muy respetuosos de cómo se hace eso. No podemos imponer una historia, la historia tiene que estar abierta a ser contada de una manera fraterna.
¿Cuánto aporta la existencia de un museo de la memoria en la sanación de un país?
Tiene que ver con la reparación. Se trata una reparación moral, una dignificación de la memoria de las víctimas. Puede haber temas pendientes como las compensaciones económicas, pero la reparación moral que puede brindar el LUM aquí o el museo en Chile es muy importante porque tiene que ver con el reconocimiento de que lo que esa persona hizo cuando estaba viva sigue siendo importante hoy y su trascendencia no solo es para el núcleo familiar, es para todos. Con ello recuperamos una dignidad olvidada.
Este año se cumplieron 10 años de la muerte de Augusto Pinochet. ¿Cómo debe reaccionar un país responsable frente a la muerte de un dictador?
Lo que uno esperaría de quien ha cometido violaciones a los derechos humanos estando en el poder es que enfrente el proceso de justicia. Eso es fundamental porque permite que las personas sientan que se hizo justicia. Cuando eso no ocurre y queda la impunidad, es muy probable que estos sentimientos de satisfacción, cuando muere un dictador, se entiendan de una forma no comprensiva del dolor que toda muerte puede significar. A propósito de los 10 años de la muerte de Pinochet, me llamaron periodistas para preguntarme qué impresión tenía. Yo les dije que ya no tenía importancia para la sociedad. La de Pinochet hoy es una figura que expresa lo que no debe hacerse en política, lo que no debe hacerse en materia de derechos humanos.
Muchos opinan que el lugar donde se ubica el LUM no es el ideal porque, a diferencia del de Chile, no es céntrico. ¿Qué opina?
Creo que el lugar donde está es bueno, por estar frente al mar, por estar cercano a la urbe y la gente poco a poco se tiene que familiarizar. En el caso del Museo de la Memoria de Santiago sí está ubicado en un lugar bastante céntrico, pero también circula gente sin entrar al museo. El desafío, tanto en el Museo de la Memoria de Chile como en el LUM, debe ser salir a buscar visitantes y no esperar que te vayan a visitar.