Teresa muestra la única boleta que emitió ayer: un jean de 35 soles. Cierra el talonario, lo abre otra vez, desconcertada: hace apenas diez meses, Teresa vendía hasta 4.000 soles diarios. “El precio real de este jean era de 50 soles. Tuve que bajarlo para que pudiera venderse”, dice.
Su negocio está en una galería del jirón Von Humboldt, en un edificio en el corazón de Gamarra. El origen del problema está tres pisos más abajo: los dos carriles de la pista están invadidos por ambulantes. Cuando un cliente llega buscando ropa, tela o calzado, se topa primero con estos sujetos que, al no pagar impuestos ni alquiler ni licencia, venden prendas obtenidas en el mercado negro a precios mucho menores.
Ese cliente regresará a su casa sin haber siquiera entrado en las galerías formales que operan hace años. Ni a la textilería de Félix, un hombre mayor que ayer vendió apenas cuatro metros de seda. Ni a la zapatería de Victoria, que recibió a solo nueve clientes en todo el día. Teresa muestra incrédula otra vez la única boleta que emitió.
HACIA ABAJO
Es el mediodía. Un vendedor informal de artículos femeninos en plena vía pública, que no llega a los 18 años, dice que su hermana va todos los meses a la Municipalidad de La Victoria a pagar una cantidad de plata “por el derecho a estar ahí y no ser fiscalizado”.
Más allá, una mujer que vende chancho al palo en la pista del jirón Antonio Bazo dice que paga 2.000 soles al municipio a través de “una persona encargada” y que “todo es legal”, pese a que existe una prohibición de ocupar una vía pública.
Un grupo de sujetos de apariencia sospechosa, que parecen vigilar los movimientos de la calle, mira con desconfianza las cámaras. Toca retirarse.
Tanto la gerencia municipal como el despacho del alcalde Elías Cuba no han respondido a El Comercio sobre este tema, pese a las constantes solicitudes.
LAS CONSECUENCIAS
Diógenes Alva nos espera en su negocio, en la cuadra 15 de la calle Hipólito Unanue. Hace 51 años llegó de su natal Amazonas. Comenzó limpiando baños en Gamarra y hoy es empresario y dirigente del emporio. Maneja todos los movimientos financieros de este lugar.
“Han cerrado 5.000 locales en los últimos 12 meses. Muchos han optado por tomar la calle y ser informales porque sale a cuenta”, dice. Con él caminamos hacia uno de sus locales, que está vacío y cerrado, y por el que pagó US$110.000, pero que ahora nadie quiere alquilar. “Gamarra tuvo tres crisis: la del gobierno velasquista, la del terrorismo y la actual. Esta es la peor”, dice.
El fenómeno del dumping se suma a los problemas que aquejan a los mayoristas de Gamarra. Indecopi, al eliminar las medidas antidumping en el 2015, bajando los aranceles de los productos chinos, hizo que la ropa que ingresa al Perú venga subvaluada y algunos productos cuesten menos que los que se fabrican aquí.
Esto es un problema si se considera que el 40% de ropa que se vende en el emporio se fabrica en el país asiático y otro 50% se confecciona en Gamarra, pero con tela china.