NELLY LUNA AMANCIO @nellylun
La primera vez que escuché a Corazón Serrano fue el 2010, en la sierra piurana de Ayabaca. Allá arriba, cerca de los páramos, no había poblado o tienda u ómnibus en que no se escucharan sus canciones. La suave y triste voz de las hermanas Edita e Irma Guerrero derrotaba el frío serrano, acurrucaba a la gente en sus casas o bares. “Mis días se tornan tristes, la noche me hace llorar, mi almohada está mojada, sabe mi penar. Dile a tu corazoncito que tenga piedad de mí...” .
En esta tierra de hechizos y amarres, lagunas maravillosas y azuladas montañas, la agrupación liderada por Lorenzo Guerrero llevaba cantándole ininterrumpidamente al desamor desde 1993. El sonido de esa guitarra con reminiscencias andinas comenzaba a tocar la ciudad de Lima. Recién tres años después – tiempo que puede ser un indicador de nuestra integración – la música de Corazón Serrano dominó el mercado limeño.
SERRANOS CON ORGULLO
La historia de Corazón Serrano está hecha de actos de resistencia, arraigo y humildad: los cuatro hermanos Guerrero Neyra –Lorenzo, Edwin, Irma y Edita– formaron su orquesta en Pacaipampa, distrito de Ayabaca, en el límite con Ecuador. Compraron su primera guitarra con 70 soles y la pagaron en tres meses. A falta de músicos, enseñaron a los amigos que vivían cerca. Y cuando la familia migró a Piura y se instaló en el asentamiento humano Micaela Bastidas se mudaron todos. Y fue en Piura que –tal vez como un gesto de rebeldía contra la ciudad y arraigo por la tierra– dejaron el nombre de Los Hermanos Neyra por el de Corazón Serrano.
En un país que no ha superado sus prejuicios, los hermanos Guerrero reivindicaron su origen. Irma Guerrero ha contado en repetidas entrevistas las veces que algunos productores musicales le pidieron cambiar de nombre porque “no pegaba mucho”. Irma, quien había sido empleada en una casa en la que le servían las sobras del almuerzo en platos descartables, se sublevó contra el prejuicio: “Serranos con mucho orgullo”, repite siempre convencida.
El grupo no cambió el nombre, pasaron angustias económicas y tuvieron que pagar a algunas radios para que colocaran sus canciones, pero Lorenzo Guerrero dice que el esfuerzo valió la pena. Desde el 2011 Corazón Serrano avanzó hasta convertirse en un fenómeno musical. Esta semana, sin embargo, mientras se despedía a Edita Guerrero, el prejuicio y algunos comentarios racistas rebelaron nuestra fragilidad como nación. “La fama póstuma de Edita –escribió el crítico y periodista Fernando Vivas– confirma el divorcio entre la música popular y la música oficialmente promovida”.
ESFUERZO Y DEDICACIÓN
Corazón Serrano comenzó cantando canciones sanjuaneras como “Alitas quebradas”, pero luego sus integrantes hicieron algunos arreglos musicales y encontraron su propio estilo. No fue necesario reducir las prendas de sus vocalistas ni hacer elaborados pasitos de baile en el escenario. “Han destacado por no ser un grupo artificial, creado por las siliconas”, ha dicho el sociólogo Santiago Alfaro. Y no le falta razón. Sus vocalistas no usan prendas diminutas, ni hacen bailes sensuales, ni cuentan cirugías o amores de escándalo. Son mujeres reales.
Corazón Serrano no es la primera agrupación que conquista el mercado musical en Lima. La cumbia norteña ha pasado por varios momentos. Uno de los primeros fue el año 2000, cuando las canciones de Agua Marina y Armonía 10 se bailaban en las discotecas. Luego, entre el 2007 y el 2008 vendría la explosión del Grupo 5 y Los Hermanos Yaipén. Alcanzaron sectores que antes miraban con prejuicio la cumbia. Walter, Javier y Elmer Yaipén, líderes de Los Hermanos Yaipén y el Grupo 5, respectivamente, dicen que apostaron por arreglos estilísticos y propuestas más audiovisuales. “Hicimos un esfuerzo por mejorar la calidad del espectáculo”, dicen. Fue el inicio de una cumbia estilizada.
WALTER, JAVIER Y ÉLMER
Es mediodía en Lima y el ruido del tráfico hacen aun más insoportables los 30 grados de calor, pero en su oficina del cuarto piso de una galería de Lince Walter Yaipén luce fresco por el aire acondicionado. Está agotado: tiene los ojos rojos, en dos días ha dormido menos de seis horas. La orquesta que dirige con su hermano Javier se ha presentado dos noches seguidas en los carnavales de Santa Cruz, Bolivia, y solo ha descansado en el vuelo de retorno a La Paz, primero, y a Lima, después. Ha seguido por la prensa las últimas noticias sobre la muerte de Edita Guerrero.
“Los inicios no son fáciles para nadie. Llegar a las radios es complicado si no tienes contactos”, comenta Walter, uno de los directores de Los Hermanos Yaipén. Pero dice que eso a ellos no los detuvo. “En Lima los promotores musicales monitorean con frecuencia lo que se escucha en provincias, saben que muchos buscarán esas canciones cuando retornen a Lima, así llegaron a nosotros”, refiere. La música en el Perú también es una de esas maravillosas formas de extender el arraigo con la tierra.
Los Hermanos Yaipén han perdido la cuenta del número de presentaciones que han hecho. En siete años estiman más de 1.600 conciertos. Si antes su propósito era alcanzar Lima, ahora buscan llegar a otros países. “Queremos internacionalizarnos en Bolivia, Argentina, Colombia y Ecuador”. Ese es el siguiente paso para todos. Esta semana Corazón Serrano anunció que se sobreponía al luto y que continuaría sus presentaciones en Chile, donde ya tenía contratos pactados.
Walter Yaipén puede recordar el momento en que ya no eran una agrupación de un solo sector socioeconómico. Fue el 2008. “Nosotros siempre tocábamos en locales populares y masivos, pero de pronto un día nos llamaron para tocar en un club exclusivo en Trujillo”.
La fama y el reconocimiento no los libró de la discriminación. Élmer Yaipén, director del Grupo 5, recordó un incidente del 2008. “A nosotros nos llevaron a una sesión de fotos para una revista de Lima, nos vistieron con ropa de Ermenegildo Zegna, Valentino y Prada y luego alguien dijo que no merecíamos vestir esa ropa”. Una de las representantes de la tienda que distribuye esa marca en Lima había dicho que esa ropa era “para políticos y gente seria”.
Los integrantes de Corazón Serrano y el Grupo 5 siguen viviendo en el lugar en el que crecieron. No se acostumbran a la caótica Lima. Los hermanos Guerrero viven en la misma casa que sus padres construyeron, ladrillo tras ladrillo, cuando llegaron desde Ayabaca. “Aquí nos quedaremos”, ha dicho Lorenzo Guerrero.