Luis Silva Nole

Un guerrero. A sus cortos 13 años, José Zeña Salas ha pasado por una experiencia límite. La invaluable generosidad de una familia que donó el corazón sano de un familiar recientemente fallecido, y la destreza y gran capacidad del personal médico y de enfermería del Instituto Nacional Cardiovascular (Incor), de Essalud, lo arrancaron de las garras de la muerte el pasado 22 de noviembre. Ese día, José se despidió de su hinchado y enfermo corazón y se convirtió en el más reciente beneficiario de un trasplante de ese órgano vital en el Perú. En aquella jornada, en el quirófano del instituto ubicado en Jesús María, el adolescente al que médicos de otros nosocomios habían desahuciado practicamente volvió a nacer.

Una mascarilla cubre la boca y la nariz de José. Si bien la operación resultó exitosa, cualquier infección podría generarle consecuencias graves. El cardiólogo Walter Alarco León, de la Unidad de Insuficiencia Cardiaca y Trasplante del Corazón, del instituto, dice que si José no toma periódicamente los inmunosupresores, su cuerpo podría a la larga rechazar el órgano trasplantado. Pero estos fármacos suelen bajar las defensas del organismo. Por eso, los cuidados que prodigan a José el personal del Incor y su familia por ahora son extremos.

Poco a poco el joven está volviendo a su ritmo normal de vida. Él es uno de los nueve pacientes que se beneficiaron con un trasplante de corazón en el Incor en lo que va del año. En el 2014 se practicaron 12 trasplantes.

Hoy él y otros 24 trasplantados de corazón participaron en un acto simbólico por Navidad en el frontis del Incor: lanzaron al cielo globos en memoria de los donantes y para sensibilizar a la población sobre la importancia de la donación de órganos.

Trasplantados de corazón echaron a volar globos a modo de sensibilización sobre la necesidad de la donación de órganos. (Foto: Juan Ponce / El Comercio)

MARCAS DE GUERRA

Del pecho de la cusqueña Aliss Villamil Rodríguez, de 24 años, como si fuera una medalla mimetizada con su piel, se asoma una de las cicatrices de la operación que le salvó la vida hace dos años y cuatro meses. "Me gusta que me pregunten a qué se debe esa cicatriz. Es una marca de guerra. Así me dan la oportunidad de hablar sobre lo importante que es donar órganos, de cómo un corazón donado puede salvar una vida, como la mía", dice Aliss, cuyo caso, motivado por dos enfermedades congénitas cardiacas, llegó a estar catalogado como urgencia cero, es decir, en su momento ella tenía prioridad 1 para ser receptora de un corazón compatible.

"El músculo de mi corazón se engrosó demasiado y en el 2013 entré en fase terminal. Nunca perdí la esperanza de que aparezca un donante. Las leyes no permiten que yo ni nadie sepa quién fue ni cuál es su familia, pero elevó una oración por él. Mi donante vive en mí", asegura la bachiller en biología por la Universidad Nacional de Trujillo.

Aliss Villamil Rodríguez, trasplantada de corazón en el 2013, invoca a las familias a donar los órganos de sus miembros fallecidos. (Foto: Antonio Álvarez / El Comercio) 

"Estoy muy agradecida con los familiares de mi donante. Tomaron una decisión misericordiosa. Una decisión que me salvó la vida. La gente debe tomar conciencia que esa decisión marca la diferencia entre la vida y la muerte de una persona. Muchas veces se presentan potenciales donadores, pero las familias se oponen", reflexiona Aliss, quien luego del trasplante retomó sus estudios y hoy prepara su tesis de grado. Ella vuelve periódicamente al Incor para sus chequeos.

Confirmando lo que Aliss dice, el doctor Alarco sostiene que el 80% de pacientes con cardiopatía terminal fallece en el lapso del primer año luego de efectuado el diagnóstico de la enfermedad. "Varios han muerto esperando donante. Varios de ellos eran niños", subraya el especialista.

DOS CUMPLEAÑOS

El DNI de Marco Antonio Garrido Abril, de 39 años, dice que él nació un 15 de setiembre, pero este trabajador en ventas y márketing asegura que la fecha de su trasplante de corazón, realizada el 2 de abril pasado, es su segundo cumpleaños.

En junio del 2013, de súbito, Marco Antonio empezó a sentir un cansancio incomprensible -"subía las escaleras hasta el tercer piso y me quedaba sin aliento, me ahogaba"- y su corazón había crecido hasta configurar una cardiopatía dilatada. En la peor fase de su enfermedad, Marco estaba irreconocible, bajó mucho de peso y ya no se valía por sí mismo. Esperó un corazón durante algunos meses. Varios días los pasó inconciente. "No había mucha esperanza. Incluso me habían puesto a dormir". Hasta que sucedió lo que él califica de milagro de Semana Santa.

Trasplantado de corazón Marco Garrido saluda por Navidad y dice que ahora valora cada detalle sencillo de la vida. (Foto: Antonio Álvarez / El Comercio)

"Apareció mi donante en Jueves Santo. Un milagro. Los médicos me han dicho que si pasaba tres días más sin donante, ya no la contaba. La verdad, solo tengo un sentimiento de amor hacia la memoria de mi donante y hacia su familia, que no conozco. Gracias al corazón donado ahora puedo enseñarle a manejar bicicleta a mi hijo, salir con mi esposa, poco a poco estoy empezando a hacer deporte: he vuelto a nadar y a hacer ciclismo. Ahora valoro las cosas sencillas y no reniego", indica Marco.

NUEVE EN ESPERA

Aunque la cifra suene pequeña, vidas son vidas. Nueve peruanos internados en el Incor, dos de ellos niños, necesitan un trasplante de corazón para seguir con vida. Según detalló a El Comercio el cardiólogo Alarco, hay cinco personas en la lista de espera oficial y otras cuatro que entrarán a ella en breve, luego de que se emitan los resultados de sus exámenes clínicos.

“La expectativa de vida de alguien con insuficiencia cardiaca terminal se reduce al 20%, pero cambia en gran medida con el trasplante. El 85% de los trasplantados sigue vivo pasado un año de la operación. Igual pasa con el 60% luego de 10 años”, dice Alarco.

El especialista recuerda que el Perú tiene una de las tasas más bajas de donación de órganos en la región y que Essalud lleva a cabo intensas campañas para cambiar esa realidad sensibilizando a la población.

Hace un año, la Organización Nacional de Donación de Órganos y Tejidos (ONDT) indicó que solo cuatro de cada diez familias aceptan donar los órganos de pacientes con muerte cerebral, situación óptima para conseguir un corazón sano.

Para saber si un corazón es compatible con el receptor debe haber, valga la redundancia, compatibilidad entre el grupo sanguíneo del donante y del beneficiario, y el donador debió haber tenido un peso parecido al del receptor. Asimismo, el donante no debió padecer paro cardíaco alguno y tampoco infecciones graves, y su corazón debe esta sano.

Lo ideal es que la edad del donante no pase de 45 años porque luedo de ella es muy probable que las personas sufran de enfermedades crónicas no transmisibles como la diabetes o la hipertensión. Los trasplantados de corazón pasan, en promedio, 18 días en el Incor antes de ser dados de alta.

Según Essalud, en el Perú, 6 mil personas esperan la donación de un órgano. Un porcentaje mínimo de ese total se refiere a la necesidad de trasplante de corazón. El seguro social realiza el 95% de los trasplantes de órganos en el país y es la única entidad que hace trasplantes de corazón, hígado, páncreas y pulmón en el Perú. 
 

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