(Foto: Alonso Chero/ El Comercio)
(Foto: Alonso Chero/ El Comercio)
Pedro Ortiz Bisso

“El portero es el jugador que tiene más tiempo para reflexionar”, dice Juan Villoro. Hace diez años, el autor de “Dios es redondo” hizo una disección emocional del personaje más incomprendido del planeta fútbol para contar cómo se hizo añicos el alma de Robert Enke, el golero alemán que se suicidara arrojándose a las vías de un tren.
En “El último hombre muere primero”, el mexicano señala que el arquero está en permanente alerta porque es un “hombre amenazado”.

“La gran paradoja de este atleta crispado –explica– es que debe tranquilizar a los demás”.



es apenas un pie de página en la rica y más que centenaria historia de Alianza Lima, club de porteros legendarios como Juan Valdivieso y José Gonzales Ganoza. Ninguno de ellos, empero, ha jugado un partido tan complejo como el que enfrenta por estos días el alcalde de .

Hoy Forsyth sigue siendo arquero, ya no de un equipo grande, sino de uno empobrecido por la rapiña de quienes por años pusieron a La Victoria al servicio de chaveteros disfrazados de autoridad.

Como golero de club chico debe estar atento al bombardeo de los atacantes rivales que, además, no juegan con buenas artes y hacen lo posible por tener al árbitro a favor. “Tranquilizar a los demás”, como dice Villoro, debe ser su prioridad en medio de la zozobra.

A veces necesita fungir de zaguero y no de los blanditos. Jugar con las maneras de Julio Meléndez sería un suicidio ante los malandros que lotizan el piso de Gamarra y extorsionan a los mototaxistas. Un poco de ‘suela’ para mantenerlos a raya nunca está de más.

En el medio parece haber armado una buena contención con la policía. Eso sí, lo suyo no son los lujos, así que no busquen Cuetos. Ni siquiera Cartagenas.

Arriba, con Susel Paredes, tiene una punta de lanza pertinaz y corajuda. Pero si no la apoya, va a ser difícil que pueda anotar un gol.
Aunque el partido en Gamarra recién comienza, el joven Forsyth le ha metido un zamacón a una ciudad de autoridades adormecidas, sin reacción ante el caos en las calles, la inseguridad y el deterioro del ornato.

En menos de dos meses se cumplirán 22 años de la recuperación del Centro de Lima encabezada por Alberto Andrade. Su “¡Adelante, carajo!” se convirtió en un símbolo de rebeldía frente a un pedazo de Lima que agonizaba en manos de las mafias que se habían apropiado de sus pistas y veredas.

Falta mucho para saber si este paraíso de calles despejadas en Gamarra no tendrá vuelta atrás. Pero Forsyth está probando que el statu quo no es inamovible.

Lo que ha hecho es, también, un llamado de atención al alcalde Jorge Muñoz. ¿Y si hace lo mismo en La Parada y el Mercado Central?

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