La inseguridad es el principal problema de Lima, que presenta la sexta victimización por delincuencia más alta entre las capitales del continente y la tercera entre las sudamericanas, después de Quito y La Paz. La extensión del fenómeno delictivo explica la escasa confianza en la policía, una de las más bajas en la región. Alta victimización y baja confianza determinan los elevadísimos niveles de temor.
A pesar de lo anterior, Lima no es una ciudad especialmente violenta. Entre los años 2011 y 2013, su tasa de homicidios fue de solo 4,8 por 100 mil habitantes, que se ubica debajo del promedio nacional y es una de las más bajas entre las capitales del continente. Hay señales, sin embargo, de que la violencia viene creciendo como consecuencia del sicariato y las extorsiones, y del mayor uso de armas de fuego en la comisión de los delitos, que pasó del 5,7% en el 2011 al 7,6% en el 2013.
La percepción es de rápido deterioro y la insatisfacción con las políticas de seguridad extendida, alcanzando a cuatro de cada cinco limeños. Según el último libro de Ciudad Nuestra –“Lima: ¿cómo hacerla más segura?”–, múltiples factores explican esta situación, siendo los principales institucionales. El más importante es la ausencia de vigilancia y patrullaje en buena parte de la ciudad.
Menos de la mitad de los barrios limeños (43,6%) cuentan con vigilancia pública. En ciertas zonas de la ciudad, la situación es peor. En Lima sur solo el 26,9% tiene vigilancia y en Lima norte, el 28,8%. El problema es principalmente de cobertura, pues la vigilancia es evaluada favorablemente por las dos terceras partes (65,4%) de los vecinos que cuentan con ella. Lo que más llama la atención es que la cobertura de la vigilancia municipal es casi el doble de la policial, pese a que Lima tiene 4,5 policías por cada sereno.
Lima es, junto con La Paz, la capital sudamericana más desguarnecida. La cuarta parte de sus habitantes (24,4%) manifiesta que la policía nunca pasa por su casa y el 45,1%, que lo hace raramente. Es decir, 7 de cada 10 limeños viven sin vigilancia policial.
El otro gran condicionante es la elevada impunidad de la justicia penal. Dos hechos lo grafican. Primero, la escasa denuncia de delitos (13,1%). El 60,5% de quienes no denuncian piensan que la policía no haría nada. Segundo, los aún más bajos niveles de satisfacción entre los denunciantes. Solo uno de cada 20 (4,9%) obtuvo un resultado positivo. Probablemente por esta razón un escaso 6,1% de limeños considera que la justicia impone castigos justos y solo el 2,2% que sentencia de manera expedita.
La ausencia de vigilancia y patrullaje, y los altos niveles de impunidad frente al delito son, junto con la sobrepoblación carcelaria y la corrupción en el sistema de justicia penal, los grandes desafíos que debemos superar para devolverle a Lima la seguridad que nos merecemos. Qué hacer y cómo es, también, materia del libro de Ciudad Nuestra.
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