En realidad, hace tiempo que Lima está en emergencia. Pero el Gobierno acaba de promulgar el D. S. 045-2015-PCM que declara 14 regiones en emergencia, entre ellas la capital, por el fenómeno de El Niño.
El Niño viene acompañado por elevación de la temperatura del mar, lluvias intensas y las consecuencias naturales de estos fenómenos: inundaciones, daños en la infraestructura, derrumbes, huaicos, entre otros.
En Lima y Callao las zonas más afectadas han sido históricamente las quebradas de los cerros, los bordes de los ríos, viviendas precarias, asentamientos en suelo no apto, bordes costeros, en fin, principalmente el hábitat de los pobres.
Los gobiernos regionales y locales quedan encargados de la coordinación turística y seguimientos junto con Indeci, la Autoridad Nacional del Agua y otras instancias públicas y privadas. Es decir, una hidra de más de siete cabezas de dudosa competencia, conociendo la falta de reacción de la burocracia gubernamental.
El decreto de emergencia en Lima comprende las provincias de la región: Huaral al norte, Huarochirí y Canta al este, Cañete al Sur y Callao al oeste.
Están además los distritos de las tres cuencas de Lima: Chillón, Rímac y Lurín. La única manera de coordinar intervenciones en un territorio de esa magnitud es con una visión de desarrollo regional que tenga entre uno de sus componentes el factor riesgo y vulnerabilidad.
Se conocen las zonas históricamente vulnerables. El PLAM al 2035, aún no aprobado, tienen un buen diagnóstico y detecta las áreas de población en riesgo. El desafío es proteger vidas y bienes públicos y privados. Y eso tiene un costo. La única manera es sumar recursos públicos y privados en el marco de un planeamiento regional y urbano que anticipe riesgos y desastres.
Las zonas vulnerables y de indispensable reubicación de población ya están identificadas. Se estiman entre 50 mil y 100 mil personas en Lima. El profesor Julio Kuroiwa anticipa la inundación irreversible del Callao y La Punta en caso de un tsunami, de no haber defensas.
Tiene que haber un diseño urbano y arquitectónico que considere desde islas artificiales en la Costa Verde, que pueden ser además opciones inmobiliarias, hasta edificaciones que tengan zonas de refugio.
Es fundamental ampliar el circuito virtuoso que implica tener primero una cultura de prevención, luego un sistema de alerta y respuesta, a continuación patrones de intervención y finalmente el reacondicionamiento.
En el caso del Perú y Lima en particular, dado el corto plazo, es indispensable fijar prioridades. Pero deberían irse construyendo modelos que cumplan las etapas del círculo virtuoso. De acuerdo con el World Resources Institute (WRI), los daños por inundaciones en el Perú podrían ser de aproximadamente US$800 millones si no se anticipan. Sin embargo, el MEF ha destinado la precaria suma de S/.150 millones (poco más de US$47 millones) para el fenómeno de El Niño. A todas luces insuficientes. Otra vez la mano incomprensible del Ministerio de Economía.