Al margen no hay sitio, por Sandra Belaunde
Al margen no hay sitio, por Sandra Belaunde
Sandra Belaunde

Al margen de las reglas y por cualquier lado de la pista, así nos movemos en Lima.  “Acá todos estamos mal”, respondió un sujeto de al menos 60 años cuando le dije que no iba a cederle el paso a su mala maniobra: el hombre quería meter el carro por una vía prohibida.

Los conductores que deciden evitar la fila de autos que se forma al entrar al jirón Lampa, desde el Paseo de los Héroes, y optan por bordear la congestión por el carril de la izquierda, cuya finalidad es entrar a la vía transversal –Roosevelt– es algo de todos los días en el Centro de Lima. Sin embargo, la confesión sincera de este mal chofer, sin ninguna vergüenza por infringir las normas y atentar contra el derecho al libre tránsito de los demás, como una forma de vida aceptable, lleva el problema a una nueva dimensión: una renuncia voluntaria, pero convenida, a la ciudadanía.

Sin embargo, la condición de ciudadanos no es tan fácilmente revocable; nos otorga derechos y nos impone deberes para con la ley y los demás. En tal sentido, las sanciones a las faltas de tránsito están ampliamente estipuladas. Hay multas para todos los gustos y malas costumbres. No obstante, las sanciones en el papel no han logrado modificar las malas conductas. Por un lado, porque muchos de los sancionados simplemente no pagan las multas o siguen manejando a pesar de no tener licencia; por otro, porque los encargados de imponerlas no siempre lo hacen (a veces a cambio de una ‘colaboración’). En suma, el castigo es evitable. Así, la mala maniobra del chofer en Lampa sucede independientemente de si hay un policía en la zona; o bien porque no la ve o porque prefiere evitar la fatiga de sancionarla.

En respuesta al fracaso de sanciones tradicionales como castigos y multas, el ex alcalde Bogotá, Antanas Mockus, aplicó sanciones sociales con sentido del humor. En vez de policías fiscalizadores, Mockus puso a 500 mimos en las calles para que hagan pasar vergüenza a los conductores y peatones que no respetaban las reglas. A la burla de los mimos se sumaba la de los demás ciudadanos.  La medida fue imitada en Lima intermitentemente en años recientes, sin resultados concretos, a diferencia de Bogotá.

En esta línea, hay una iniciativa municipal en Miraflores para sancionar moralmente a los conductores que estacionan en zonas prohibidas: pegar en las ventanas de los autos mal parqueados un letrero con goma ultraviolenta que dice: “Yo estaciono pésimo”. La vergüenza social de manejar ese auto ha llevado a muchos a no cometer la misma falta.

En un discurso sobre cultura ciudadana, Mockus afirmó que más allá del alcalde y su equipo, se necesita que distintos organismos, instituciones, familias y medios de comunicación también se la jueguen por la ciudadanía. Desde esta sección, invocamos a nuestros lectores a registrar con fotos y videos a los choferes y peatones infractores in fraganti, compartir esta información a través de nuestro WhatsApp (947031286) y así convertir nuestra plataforma web  e impresa en un espacio para estas sanciones morales. Señalar al infractor al margen de la norma es también, acaso, recobrar la ciudadanía colectivamente perdida.

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