A unas cuantas cuadras de donde quedaba el asentamiento humano La Esperanza - hoy completamente destruido por la crecida del río Chillón-, se encuentra el albergue temporal que ha habilitado la Municipalidad de Comas. Allí se han instalado alrededor de 200 personas, desde bebes hasta ancianos, que sobreviven su primera semana tras haberlo perdido todo. Según el Instituto Nacional de Defensa Civil (Indeci), hasta el 19 de este mes, los albergues en Lima Metropolitana recibieron a 1.100 personas. A nivel nacional, se calculan más de cinco mil.
En este lugar los damnificados se dividen para preparar la comida con insumos donados. Cuentan con servicios higiénicos temporales, lavamanos, duchas, un centro de atención médica y una olla común. “Algunas veces falta la carne [para la comida], pero vemos cómo nos la arreglamos”, cuenta Daisy Vásquez, quien ahora vive con ocho familiares en su carpa.
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A unos metros, se encuentra la familia Gonzáles. Avelinda, madre de tres, cuenta que una de sus hijas tiene más de dos días con fiebre continua. En su carpa duermen las cuatro, junto a su esposo. Bajo el sol incesante y sobre la loseta, los afectados nos cuentan que se siente como vivir en un horno, pero agradecen tener un lugar para pasar los días.
Beatriz Tangoa, madre de dos pequeños de seis y doce años, cuenta que el mayor reto es poder continuar con la educación de sus hijos. Sus niños, como muchos otros, estudiaban en el distrito de Puente Piedra, cruzando el río Chillón. La semana pasada, el único puente peatonal habilitado quedó gravemente dañado.
“Serían doce soles por ir y regresar”, calcula Beatriz, mientras sus hijos se entretienen dentro de la carpa con algunos juguetes que lograron rescatar. “Ahorita estamos preocupados por los útiles del colegio”, indica la madre, a lo que su esposo agrega que sería de gran ayuda una movilidad que transporte a los escolares.
Agradecida con la ayuda que recibe, Orfelia Marrujo, una señora de 59 años de edad, cuenta que ella sufre de diabetes, por lo que no puede comer las raciones que cocinan en la olla común. “Todo se lo llevó [el huaico], gracias a Dios me ha salvado la gente”, ilustra Orfelia, soltando lágrimas de tristeza. “Requiero una cocina para hacer mis alimentos, porque no puedo comer harinas. Yo como sancochados [debido a la diabetes]”, dice.
Retos y un rescate
María Fernández tiene esquizofrenia y una de sus hijas quedó con retraso cognitivo y epilepsia a causa de un mal diagnóstico médico años atrás. Su otra hija, de quince años y cursando la secundaria, tiene una bebe de diez meses. Para ellos, la vida en el albergue ubicado en la Plaza de Armas del distrito de Cieneguilla, es todo un reto.
En el caso de María, separarse de su hija es algo “casi imposible” y altamente peligroso. Por esto, ella pide “un lugar para poder acomodarme con mis hijos. Yo no puedo trabajar. No hay cómo dejar a Yeseira sola”. Por suerte tiene el apoyo de su madre, quien cuida de sus nietas y de la bisnieta.
En este albergue también vive Miguel Ángel Álvarez, niño que fue rescatado entre el lodo del huaico el martes pasado. “Mi hijito estaba jugando en la cama cuando el huaico lo agarró. A mi esposa y a mi hija las arrastró. Habrán pasado unos diez minutos hasta que encontraron a mi hijo”, ilustra Sergio Álvarez, padre del menor.
Los ojos de Miguel Ángel, permanecen rojos a causa del impacto. Caterine Marchena, su madre, muestra las heridas, infectadas, que le ocasionó la tragedia. Según indica, deben llevar este lunes a Miguel Ángel hasta el Instituto Nacional de Salud del Niño de San Borja para su atención.
Desde el accidente, Caterine tiene dolores de cabeza intensos, tiene problemas para escuchar y no puede respirar bien. Lamentablemente, con el huaico, también perdieron sus celulares, por lo que permanecen incomunicados.
Inequidad en los albergues
Sonia Roca escapó de su casa alrededor de las cinco de la mañana del jueves pasado, antes de que la construcción, de tres pisos, cayera al río Rímac. Ella habitaba el segundo piso de la vivienda, junto con sus tres hijos (18, 16 y 11 años) y su esposo. Ella lleva cuatro meses de embarazo y su hijo del medio es epiléptico. Desde hace una semana, ellos pernoctan en el Estadio Municipal Solís García, uno de los albergues habilitados por la Municipalidad de Lurigancho-Chosica.
Al lado se encuentra la familia que habitaba en el primer piso de aquel edificio. Los Meza Huarcaya perdieron a sus padres el 2016, cuenta Henry, de 23 años, encargado de sus tres hermanos, de 13, 15 y 17 años. Hace menos de un mes se habían mudado a la casa que perdieron.
“Nos estábamos alojando con una familia, pero estábamos estorbando. Alquilamos un cuarto para guardar nuestras cosas y venir acá”, cuenta Leonela, pareja de Henry y cabeza de hogar a sus 18 años. “Nos habían dado una mala información de este lugar. Nos dijeron que por acá pasaba el agua [de las lluvias]”, revela la joven.
En este albergue se brinda apoyo psicológico a las seis familias que están siendo albergadas. Además, se encuentra la base de serenazgo y cuentan con acceso a servicios higiénicos, agua y luz. Adicionalmente, se les hace entrega de desayuno, almuerzo y cena de manera gratuita. Ninguno de los albergados en el estadio ha recibido una fecha límite para su estadía.
Por más de tratarse de la misma gestión, la historia no es igual en el albergue temporal ubicado en Alto Perú. Allí, en una loza deportiva del Centro Franciscano, la municipalidad local ha erguido seis carpas. En una de ellas vive Maura Tanta Vargas, junto con sus hijos de 11, 17 y 23 años. “Yo vivía en la zona alta del cerro. Se vino el huaico, entró a mi casa y destruyó todas mis cosas”, cuenta la madre.
A su lado, su hijo menor recuerda que su bicicleta también se perdió entre el barro. “El huaico ha roto mi cuarto, mis juguetes se han perdido, mis cuadernos, en los que yo trabajo todos los días para sacarme buena nota, ya no los tengo. Mi mamá no tiene dinero y el chanchito que tenía, también se había ido con el huaico”, narra el niño mientras su madre intentaba aguantar las lágrimas ante la enorme pérdida que han sufrido.
Tanto Maura como Idania Torres, vecina de carpa, indican que se les ha dicho que solo podrán permanecer por una semana adicional. Daisy es confeccionista y tenía un negocio donde operaban hasta nueve máquinas coser, pero todas desaparecieron en el huaico. Además, es gestante, con ocho meses de embarazo y tiene dos hijas de 4 y 6 años.
Para las personas en este albergue no hay alimentos ni bebidas gratuitas. A diferencia del Estadio Municipal, aquí solo hay carpas donde pasar la noche. “Mi mamá está trayendo café con galletas porque eso es lo único que tenemos”, comenta el hijo de Maura. “En el día tenemos que ir a ver si algo queda [en nuestros hogares], pero igual todo lo eléctrico está quemado”, agrega Maura.
Canales de ayuda
Desde la organización del padre Omar han llevado donaciones a Manchay, Quebrada Verde, Punta Negra, Punta Hermosa, Comas y Cieneguilla. Ahora están tratando de llegar a otras zonas donde se necesita apoyo para los afectados. A pesar de que la jurisdicción del padre Omar es solo la zona sur, debido a la emergencia están apoyando a quienes los llamen.
Lo que más se necesita son víveres de primera necesidad como alimentos no perecibles, mantas, colchones, ropa de todas las edades, kits de aseo y agua potable. Además, se requieren lampas, carretillas, botas, etc.
Asimismo, se puede hacer una donación económica a las diversas cuentas: BCP 1948283576082; BBVA 001101500100065661; Scotiabank: 0687685628; y, Yape 953104642.
Los puntos de acopio son: General Córdova 556, Miraflores; Ingreso del Parque de la Amistad, Surco; Parque la Floresta, Surco; Plaza Vea, El Cortijo; Plaza Vea, Primavera; Plaza Vea, Valle hermoso; Plaza Vea Super, Ayacucho. Las donaciones se reciben de 9 a.m. a 5 p.m.
Esta es una ONG que está apoyando a las personas afectadas en Piura, Lambayeque, La Libertad y Lima, entre otras regiones. Actualmente, están recolectando alimentos no perecibles, bebidas rehidratantes, alimentos para bebé, alimentos para mascotas y productos de higiene. Otros elementos necesarios son: guantes de cocina, botas de jebe, bolsas de basura, jaladores de agua, lampas, linternas, etc.
Algunos de los centros de acopio son Real Plaza (Salaverry, Primavera y Puruchuco) de 10 a.m. a 10 p.m., Jockey Plaza de 11 a.m. a 10 p.m., Open Plaza (Angamos, La Marina, Atocongo, Piura, Trujillo) de 8 a.m. a 10 p.m., entre otros.
También se puede hacer donaciones económicas mediante Yape 970204526, transferencia BCP 1932411148029, Interbank 2003001575200, Scotiabank 0000323759. La razón social es Juguete Pendiente y el RUC 20601904901.
Quienes son parte de la asociación, junto con voluntarios, están asistiendo a diferentes zonas afectadas para hacer trabajos de limpieza en viviendas y hogares. Para esas labores, así como para llevar víveres a los afectados, están recibiendo donaciones en físico y dinero.
Lo que más se necesita es: agua, bebidas hidratantes, repelente y herramientas como palas, carretillas y botas de agua. Además, se puede donar alimentos no perecibles, artículos de aseo y medicinas. Los útiles escolares también son necesarios para los menores.
Las donaciones se están recibiendo en Malecón Paul Harris 254, Barranco y Jirón Los Alguaciles 678, Surco. Asimismo, se puede donar por transferencia al BCP 19435191576045 y BBVA 001101170201169220. El Yape y Plin es 987791990 a nombre de Mariana Morelli. Si una empresa quiere un certificado de donación, también puede solicitarlo a esos números.
Dicha organización también está realizando una campaña de ayuda para llevar alimentos no perecibles, materiales de construcción, ropa y calzado a las familias afectadas por huaicos e inundaciones.
Las donaciones se pueden llevar entre las 9 a.m. y las 4 p.m. al almacén de Cáritas ubicado en la calle Ómicron 492, Parque Internacional de Industria y Comercio, Callao. Su contacto por WhatsApp es el 996379390.
Como las otras organizaciones, también reciben donaciones económicas a las siguientes cuentas: Yape 951615522, BCP 1931572690056, BBVA 001106610200060789.
Los diversos municipios distritales también están realizando campañas de donación para los más afectados. El contacto se puede realizar en la municipalidad o por sus redes sociales.