En la localidad de Aguas Verdes, Perú, la historia de Mercedes Cortez y Adrián León emerge como testimonios de dedicación y solidaridad. Originarios de Venezuela, estos dos profesionales forjaron un valioso lazo con la clínica Médicos Sin Fronteras (MSF), donde Mercedes desempeñó el crucial papel de supervisora de enfermería y Adrián aportó como técnico en saneamiento.
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Atravesando las fronteras en busca de un futuro más esperanzador, su trayectoria se entrelaza con la de tantos compatriotas venezolanos que, movidos por la necesidad, emprendieron la migración. Aunque sus relatos personales divergen, ambos comparten una convicción arraigada: la firme determinación de colaborar y ofrecer atención sanitaria a aquellos que, como ellos, se aventuraron en la búsqueda de una vida mejor.
Madre de familia en busca de mejores oportunidades
Mercedes Cortez, supervisora de enfermería de la clínica de MSF en Tumbes, comentó a El Comercio que, a raíz de la crisis económica y social que vive su país, y al igual que muchos venezolanos, decidió irse en el 2018 para buscar una mejor oportunidad de vida para sus dos hijas. “Me fui sola para alcanzar cierta estabilidad y con el plan de traerlas conmigo una vez que consiguiera un sitio seguro donde pudieran dormir, comer y continuar con sus estudios; eso era lo que más me preocupaba. Finalmente lo logré y nos reencontramos en Perú al año siguiente”, dijo.
Cuando se enteró de que MSF tenía una clínica en Tumbes, al norte del país, a través de la cual proporcionaba atención a personas migrantes, principalmente provenientes de Venezuela, quiso estar ahí para apoyar y colaborar con sus compatriotas. “Es muy duro ver la tristeza y el cansancio que reflejan sus ojos por todo lo que vienen atravesando. Están frustrados, deshidratados, enfermos y agobiados luego de haber pasado por varios países donde la experiencia no ha sido satisfactoria. Además, lo que traen con mucho esfuerzo, como sus pertenencias o sus ahorros, se lo roban en las fronteras o en las trochas, y llegan cargados de mucha angustia”, mencionó Mercedes.
Afirmó que cuando los pacientes venezolanos identificaban que en el puesto de salud había otra persona igual a ellos, del mismo país, que estaba allí para atenderlos y brindarles asistencia médica, les resultaba muy esperanzador. Les daba una enorme alegría y se sentían confiados. “Para mí fue muy bonito poder aportarles mi granito de arena para que recibieran una asistencia de calidad, pero también de calidez”, señaló.
En los casi dos años que trabajó con MSF, ha visto pasar familias enteras, inclusive con bebés recién nacidos, que estaban muy afectadas por el cambio de clima extremo que atravesaban. Tenían afecciones respiratorias y de la piel, porque la mayoría llegaba caminando.
“Recuerdo el caso de una mamá que llegó al centro de salud con gemelos de 7 meses. Estaban deshidratados y necesitaban urgentemente hospitalización. Junto a una trabajadora social, hicimos el enlace para que los recibieran en un centro de salud local. Estaban por descompensarse, pero finalmente lo logramos y recibieron su tratamiento. Diez días después los dieron de alta y siguieron su camino hacia Chile”, comentó.
Hace un tiempo pudo volver de visita a Venezuela. Tardó 5 años en poder hacerlo, pero asegura que el sacrificio valió la pena.
Abogado y trabajador de limpieza
Adrián León, de 32 años, es técnico en agua y saneamiento de MSF. Se fue del estado de Zulia, en Venezuela, en el 2019. Su objetivo era llegar a Lima, pero por circunstancias de la vida no le alcanzó el dinero y se quedó en la localidad de Tumbes. “Como tiene un clima parecido al de mi ciudad, decidí quedarme para probar, me ha ido bien”, dijo.
En su país era abogado, y para graduarse y costear su carrera, trabajó como personal de limpieza en un centro de salud. Entonces cuando llegó a Perú, y luego de haber trabajado como mozo y ayudante de cocina, se topó con la búsqueda laboral de MSF en la que necesitaban un higienista y aplicó.
Su trabajo consistió en garantizar el proceso de higiene en Aguas Verdes, y en suministrar los insumos básicos para el personal médico, así como también, abastecer los kits de alimentos y refrigerios para las personas migrantes.
“Cuando veía a mis compatriotas llegar hasta nuestra clínica, me recordó a los tiempos en los que me vine hasta aquí. No todas las realidades son las mismas. Tuve la suerte de llegar costeando mis pasajes, pero hay personas que no tienen dinero y vienen a pie. Haberlos visto llegar caminando fue muy fuerte (...). De hecho, me encontré con familiares y con gente conocida de mi barrio natal que necesitaban atención”, acotó.
En momentos así es cuando sentía satisfacción de haber podido atender a sus paisanos. “Extraño mi país. Mi familia y mi hijo de 6 años viven en Venezuela. Aún no pude ir a visitarlos, pero nos comunicamos a través de videollamadas. Me angustia la situación, mi papá es una persona adulta y sufre de asma. Pero no puedo ir a Venezuela ahora, la situación económica y social del país no están dadas para que regrese. Por lo menos desde aquí puedo ayudar aunque sea un poquito”, finalizó.
Perú: uno de los puntos migratorios más transitados de América del Sur
Cientos de personas vienen al país en búsqueda de una vida digna. En ese trayecto, no quedan exceptuados de sufrir todo tipo de violencias. El equipo de MSF fue testigo de las condiciones sanitarias de quienes se encontraban en tránsito, pero también, de quienes estaban asentados y no contaban con acceso a la salud.
“Es cosa de todos los días que familias con hijos o sin hijos, amigas y amigos, vecinas y vecinos, provenientes mayoritariamente de Venezuela, transiten por la zona fronteriza que une a Aguas Verdes, una localidad del departamento peruano de Tumbes, con la ciudad ecuatoriana de Huaquillas”, informó la entidad.
Según el último reporte de la Organización Mundial para las Migraciones (OIM), en octubre del año pasado ingresaron por la frontera norte de Perú alrededor de 10.000 personas migrantes y refugiadas.
“Nuestra presencia en primera línea nos permitió evaluar rápidamente las necesidades de las personas y dar una respuesta adaptada, al tiempo que colaboramos con el sistema de salud local y con otros actores para coordinar una ayuda humanitaria sinérgica”, comentó quien fue el coordinador del proyecto de MSF en Tumbes Roland Fourcaud. En la clínica, 8.268 personas recibieron atención médica y más de 46.400 fueron asistidas en el punto de hidratación, donde además alrededor de 33.480 recibieron orientación en diversos temas de salud.