¿Militarizar las calles? ¿Para qué?, por Pedro Ortiz Bisso
¿Militarizar las calles? ¿Para qué?, por Pedro Ortiz Bisso
Redacción EC

Últimamente, salir a los medios a exigir que las Fuerzas Armadas patrullen las calles y participen en el combate contra la inseguridad ciudadana resulta extremadamente popular. Da titulares en los diarios, minutos en los noticieros y se convierte en una noticia muy leída en los portales web.

Ante el desfile diario de muertos a manos de sicarios, el rebrote de los bujiazos, arrebatos, raqueteos y, ahora, balaceras en coasters, pedir tanquetas en la calles garantiza una buena dosis de aplausos que, en el caso de los políticos, nunca viene mal. En los últimos diez días, dos alcaldes –portátil incluida– y un congresista lo han exigido. Y conforme se acerquen las elecciones, otros más seguirán el mismo camino.

Pareciera que con el solo hecho de poner soldados en las esquinas, los delincuentes se van a paralizar de miedo y correrán a guarecerse en sus escondrijos. Y así, en un santiamén, desaparecerán los émulos de ‘Gringasho’, ‘Canebo’ o el ‘Cojo Mame’. Los limeños volveremos a caminar por las calles sin temores, ir a un restaurante por la noche dejará de ser lo más parecido a un deporte de aventura y la oscuridad de las esquinas no será sinónimo de miedo, sino del romanticismo más puro y sensible. 

No hay ninguna razón objetiva que nos lleve a pensar que sucederá eso, pese a las notorias evidencias de que el control de la seguridad hace mucho tiempo que se le escapó de las manos a la policía. Aunque la situación es alarmante, buscar soluciones sin un adecuado razonamiento, agravaría los problemas.

La función de los militares es otra, no están preparados para combatir la delincuencia. Los episodios de sangre de los que ahora somos testigos, probablemente se multiplicarían por su falta de preparación ante un asalto a un banco, una persecución callejera o una pelea entre barras bravas.

Como recordaba hace unos días el ex viceministro del Interior Carlos Basombrío, además, el combate a la inseguridad no es solo represivo, exige afrontarlo en diferentes frentes. Uno de ellos, muy descuidado en los últimos tiempos, es la prevención.

Tenemos una policía esencialmente reactiva, capaz de desbaratar bandas o capturar peligrosos asesinos, pero que  realiza un trabajo de prevención muy pobre. Allí deben estar enfocados los principales esfuerzos del Ministerio del Interior a fin de tener un cuerpo policial con el entrenamiento y las herramientas suficientes para evitar la consumación de los delitos.

Hace falta también fortalecer la coordinación con los municipios para trabajar de la mano de la población, tanto para afinar los mapas del delito como para que la gente vuelva a confiar en la policía. 

Las fórmulas existen, pero requieren liderazgo. Y que entre la búsqueda de Oropeza, los líos en Tía María y la lucha contra el narcotráfico, el ministro del Interior encamine su labor bajo una visión más amplia y estratégica, que no se vea abrumada por los apremios del día a día.

Contenido sugerido

Contenido GEC