El guardapolvo blanco opaca el brillo de sus canas, largas como las tenía Einstein. Un jueves cualquiera, entre clase y clase, el profesor Modesto Edilberto Montoya Zavaleta, magíster en Física, aprovecha para unir variables y concluir por qué está ahí, en medio de uno de los laboratorios de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI). Busca la raíz de su vocación y la encuentra en su pasado.
A sus 66 años, sus enormes ojos enfocan la tabla periódica gigante que tiene enfrente y se pierde entre los elementos hasta llegar, hurgando en sus recuerdos, a los más de 4.000 m.s.n.m. del distrito de Salpo, en la provincia de Otuzco, región La Libertad, su tierra natal. Ahí ve, en un revitalizante ‘flashback’, a José, su abuelo materno, el amauta de su vida, el campesino, el sabio sin diploma universitario que le despertó el interés por la ciencia.
Modesto Montoya es uno de los científicos más importantes del país. (Foto: Richard Hirano / El Comercio)
Los alumnos ya se fueron del salón y Montoya, presidente de la Academia Nuclear del Perú, referente obligado de la comunidad científica nacional, da rienda suelta a su memoria. “Allá, en mi tierra, es tradición que el abuelo instruya en diferentes cosas al nieto mayor. Por eso don José me dijo un día, cuando yo tenía 9 años, que me iba a enseñar lo que a él también le enseñó su abuelo: a observar. Pero que no lo iba a hacer como en el colegio, donde te daban un reglazo si no te aprendías de memoria la lección”, recuerda el ex investigador del Instituto Peruano de Energía Nuclear.
“Y me dejó una pregunta de tarea: ¿A qué hora se acuesta la luna en el mar? Desde lo alto de Salpo se ve Trujillo y el horizonte marino, y desde ahí me puse a ver la luna varias noches. Hasta que descubrí que, cuando está llena, esta se posa en el mar a las 6 de la mañana. Y me di la vuelta –evoca Modesto– y vi que el sol salía a la misma hora por el este. Esa fue la primera vez que me pasé en vela toda una noche. Pura observación y conclusión. Método científico. Así empezó todo”.
FALTAN CIENTÍFICOS
Modesto es profesor principal de la UNI, tiene tres hijos y dos nietos. Hoy debe andar atareado viendo que no falte nada en el Encuentro Científico Internacional que se clausura en esa casa de estudios. La realidad lo hace pisar tierra y darse cuenta, una vez más, de que en el Perú no se apoya la investigación científica.
Modesto Montoya y su faceta de profesor de la UNI. (Foto: Luis Silva Nole / El Comercio)
“La de científico es la mejor carrera porque el mundo la necesita. Pero en el Perú no es valorada. Cuando haya un gobierno que tenga una política real para incentivar la ciencia y traer de vuelta a nuestros talentos dispersos por el mundo, ese día seremos felices”, reflexiona el miembro de la Academia Nacional de Ciencias del Perú que logró un doctorado en Francia.
Se pregunta cómo es posible que un científico peruano vuelva a laborar en una universidad nacional y reciba solo S/.1.500. “Cada vez hay menos científicos en el Perú, y sin ciencia no hay desarrollo”, dice, incansable al reclamar la creación de un ministerio de ciencia y tecnología.
Siempre elegante, Modesto Montoya organizó el Encuentro Científico Internacional 2015, que acaba hoy en la UNI. (Foto: Luis Silva Nole / El Comercio)
Mientras, impulsa un proyecto para comprobar que existe agua dulce en el subsuelo de Lima que podría ser, como la del río Rímac, útil para la población; y los sábados enseña experimentos a niños en lo que ha denominado Semillero Científico (informes en www.cienciaperu.org). “Mis nietos están fuera del país. Por eso sigo la tradición de Salpo en otros niños”, relata Modesto.