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Música clásica en Larco Herrera, puericultorio y penal Ancón II - 2

Hay silencio en el Los internos han abandonado los pasadizos y las literas. Hoy martes no hay viento que mueva los arbustos de acacias. En medio de la calma, se oye el eco de los tacos de Íñigo Pírfano, como martillazos rebotando en las paredes de una ciudad fantasma.

Se acerca caminando su silueta delgada. Este hombre de cejas abultadas sonríe de forma soberbia, un derecho que tiene merecido: es el fundador y director de la Orquesta Académica de Madrid, autor de libros de inteligencia musical y el compositor de la música oficial de la celebración del IV Centenario del Quijote.

El español camina hacia el auditorio de este centro psiquiátrico, el primero que se fundó en Latinoamérica. Es aquí donde estaban los pacientes reunidos: vinieron porque se les dijo que habría música. Lo que no saben es que están a punto de escuchar en vivo la “Novena sinfonía”, de Beethoven, la única obra musical en la historia declarada Patrimonio de la Humanidad. “Y por humanidad se entiende que todos tenemos derecho a escucharla. Por eso estamos aquí con ustedes”, dice Íñigo antes de subir al escenario.

Minutos después, su quinteto de cuerdas rompe la calma con esta sinfonía que el compositor alemán demoró seis años en hacer y que nunca pudo oír por la sordera que padecía. Más de 150 enfermos mentales mantienen los ojos abiertos los 74 minutos que dura la obra.

Muchos de los internos del hospital Larco Herrera escucharon música clásica por primera vez. (Juan Ponce/ El Comercio)

Muchos de los internos del hospital Larco Herrera escucharon música clásica por primera vez. (Hugo Pérez / El Comercio)

—Segundo acto—
La ciencia ha probado que la música clásica es capaz de influir positivamente en el dolor y la ansiedad, mejorar el rendimiento intelectual, el razonamiento y la memoria. En los niños, los beneficios son aun mayores, ya que potencia la concentración, las actividades motrices, el lenguaje, el cálculo y el entrenamiento del oído.

Es miércoles y casi 250 pequeños llenan la sala principal del . Es la segunda jornada de estos músicos que integran el proyecto mundial A Kiss For All The World, que busca compartir el mensaje de la “Novena sinfonía” con los más desfavorecidos del planeta.

Raquel, Alfredo, Marta, Eva y Alejandro afinan los violines, violas y violonchelos. Íñigo Pírfano cierra los ojos abstraído. Cuando suena “El himno de la alegría”, los rostros de los niños dibujan desconcierto y a la vez emoción ante algo que nunca habían experimentado. Ninguno se queda dormido, ni juega ni habla, nada los distrae.

—Tercer acto—
Es viernes y hay movimiento en el penal Ancón II. El ex alcalde del Callao acaba de ser internado para cumplir su condena. Pero los reos están más atentos a otro acontecimiento. A Kiss For All The World también eligió este recinto para transmitir el mensaje de esperanza de la “Novena sinfonía”. “La música es un tipo de libertad. No podíamos dejar de venir”, dice Ana García de Onís, mánager del proyecto.

Cerca de las 11 a.m. el equipo de músicos ibéricos, esta vez junto a la Sinfónica de Lima, produce escalofríos de emoción a un numeroso grupo de internos, que escuchan la obra de Beethoven. Igual que en este centro de reclusión, en las próximas semanas el quinteto español tocará frente a presos de Colombia, Panamá, Chile, España, y en campos de refugiados sirios en Hamburgo (Alemania), en hospitales oncológicos y en varias zonas desfavorecidas de África.

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