Redacción EC

En un solitario rincón de la parte administrativa del yace Ezidi Onyi, un nigeriano de 56 años que fue declarado inocente e incluso inimputable, pues padecería una enfermedad mental. Sin embargo, no quiere abandonar su encierro porque, aparentemente, no tiene donde ir.

El hombre se aísla en un ambiente de cuatro paredes, se sienta sobre un colchón, camina sin zapatos y se rehúsa –de forma violenta- a ser ayudado o a contar su historia. Las palabras que suelta en inglés, combinadas con un dialecto africano, hacen que inspire temor.

Según informó “Cuarto Poder”, fue detenido en el cuarto en el que vivía en San Juan de Lurigancho gracias al apoyo de Héctor Gil, un jubilado y predicador que lo conoció en su iglesia cristiana. Tras un incidente violento con quien le dio posada, la policía intervino a Onyi incautándole 120 gramos de cocaína.

Fue internado en el penal el 29 de noviembre del 2010 acusado de tráfico ilícito de drogas, pero hace cinco meses, el Poder Judicial lo libró de cargos. Ha sido rechazado en la Cruz Roja Internacional, en el Hospital Víctor Larco Herrera y además, Nigeria no tiene oficinas de consulado en el Perú.

PRÁCTICAMENTE UN HUÉSPED
Para Julio Castañeda, director del penal, Ezidi es prácticamente un huésped, pues como es extranjero y padece problemas mentales, no lo pueden dejar en la calle: “Lo tenemos acá, a una persona libre. Lo tenemos en los ambientes de la policía, que son ambientes administrativos. Un ambiente le hemos tenido que ceder, porque no puede estar tampoco en los pabellones. No es un interno, no está detenido”.

El futuro de este africano aún es incierto. La fiscalía ha apelado su absolución, por eso aún no puede salir del país. De hecho, no lo podría hacer, porque no tiene documentos de viaje.

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