Gary Leggett / Angus Laurie / Mariana Leguía
En octubre del 2013, cuando se anunció que Lima sería la ciudad anfitriona de los Juegos Panamericanos del 2019, el evento se lanzó como algo que “reinventaría la ciudad de Lima”, que dejaría un “gran legado a los jóvenes y niños de todo el país” y que transformaría la ciudad en la “sede de todos”.
Desde entonces, las instituciones encargadas de los Juegos han intentado poner en marcha los preparativos del evento, enfocándose en tener la infraestructura indispensable. El poco debate surgido ha girado casi exclusivamente en torno al costo y la ubicación de esa infraestructura deportiva. El legado del evento –aquello que va más allá de los Juegos y que nos afecta a todos los limeños– aún no ha sido parte de la discusión ni la visión.
Es allí donde entramos, entre otras, con las siguientes preguntas: ¿Cómo podemos lograr que esta gran inversión, que bordea los S/.1.500 millones, sea realmente de beneficio para todos los ciudadanos y no solo logre abarcar las demandas puntuales del evento? ¿Cómo mejorar la esfera pública con intervenciones asociadas con los Juegos? ¿Qué tipo de proyecto generaría un efecto multiplicador sin depender de ciclos políticos y fiscales?
Para responder a estas preguntas, en marzo pasado se reunieron más de 250 estudiantes y profesores nacionales y extranjeros, como parte de Limapolis, un taller organizado por la Pontificia Universidad Católica del Perú y auspiciado por la CAF (Banco de Desarrollo de América Latina).
El taller contó con expertos en planes olímpicos, como la arquitecta Kathryn Firth, de Londres, encargada del plan del legado de las Olimpiadas de Londres 2012; el arquitecto Washington Fajardo, asesor y principal director municipal de Río de Janeiro; y el planificador urbano Lorne Cappe, encargado de proyectos para los Panamericanos de Toronto.
Los alumnos fueron divididos en 7 grupos que investigaron temas distintos. Las conclusiones del taller podrían resumirse en tres puntos:
1. Apertura
Varias propuestas buscaron abrir grandes terrenos que, pese a ser públicos, se encuentran hoy encerrados por motivos de seguridad o hábito. Los grupos de alumnos que estudiaron la Videna de San Luis y la del Callao, por ejemplo, propusieron convertir los terrenos asociados con la infraestructura deportiva en espacios públicos, sin eliminar ni restringir el funcionamiento ni la privacidad de los centros de alto rendimiento.
El grupo encargado de la Villa Panamericana la ubicó en el terreno del Colegio Militar Leoncio Prado, pensando en los Juegos no solo como una oportunidad única para construir viviendas, sino también para recuperar los edificios del colegio, transformándolo en un centro cultural vinculado a un espacio público litoral que sirva a los residentes de la zona.
2. Articulación
Lima es una ciudad fragmentada por infraestructura, topografía y barreras físicas y socioeconómicas. Varios grupos vieron los Juegos como una oportunidad para abordar esta problemática. Por ejemplo, el grupo encargado de trabajar en el acantilado, entre Magdalena, San Isidro y Miraflores, desarrolló estrategias para articular la ciudad a lo largo del litoral, reimaginando el acantilado como un gran parque conector entre el malecón y la playa.
3. Participación
Las propuestas buscaron incluir a los residentes de Lima no solo como espectadores, sino de manera participativa. Un grupo desarrolló estrategias de participación, de pequeñas intervenciones para generar espacios públicos que, cuadra a cuadra, puedan ir reforzando ciertos corredores en la ciudad. Este grupo también pensó en el rol que podría cumplir la ruta de la triatlón en formar un itinerario cultural-urbano, conectando partes de la ciudad que hoy están desvinculadas (como un circuito cultural que empiece en el Callao y termine en el nuevo Museo Nacional).
Limapolis fue, sobre todo, un claro ejemplo de cómo un espacio académico, como la universidad, puede cumplir un rol de mediador, abriendo espacios de diálogo y debate en torno a temas de interés público. Al haber convocado a expertos internacionales, con experiencia en la organización de megaeventos (incluso en economías en vías de desarrollo), el debate trascendió taras locales en torno a lo que se puede o no se puede hacer. Los resultados, que serán reunidos en una futura publicación, nos muestran cómo un evento como los Juegos Panamericanos, más allá de ser un espectáculo caro, podría impulsar el desarrollo de nuestra ciudad y nuestra ciudadanía.
Las autoridades encargadas de los Juegos Panamericanos no han presentado aún una visión o un plan para el evento continental. Sin embargo, esto no quiere decir que no podamos, con la suficiente creatividad y voluntad política, transformar a Lima realmente en una sede para todos.