Trujillo, recordemos, renunció días después de publicada una entrevista que brindó a El Comercio, pródiga en lugares comunes y excusas sin sentido, en la que reveló su poca aptitud para el cargo. (Foto: Dante Piaggio / El Comercio)
Trujillo, recordemos, renunció días después de publicada una entrevista que brindó a El Comercio, pródiga en lugares comunes y excusas sin sentido, en la que reveló su poca aptitud para el cargo. (Foto: Dante Piaggio / El Comercio)
Pedro Ortiz Bisso

Veinticuatro horas y 11 minutos después de haber jurado como ‘presidenta en funciones’, Mercedes Aráoz se dio cuenta de que lo suyo, más que un “acto político” a secas, había sido un acto de suicidio político. Sin más apoyo que el ofrecido por la barrabrava fujimorista y sus satélites, decidió recular y entrar en cura de silencio, suponemos prolongada, a la espera de que la mar brava se apacigüe.

No ha sido el único personaje a quien hemos visto desmoronarse desde que el presidente Vizcarra decidiera disolver el Congreso. Enredado en sus maneras autoritarias y su escasa empatía con la calle, Pedro Olaechea acaba de añadir más metraje a la tragicomedia de contradicciones que protagoniza. Don Pedro no ha tenido mejor idea que solicitar al ministro del Interior del Gobierno del cual reniega que brinde seguridad a los miembros del Parlamento.

¿No es este un reconocimiento ‘fáctico’ –para usar un término de moda– de quién gobierna realmente en el país?

No va a ser fácil superar este episodio dramático, en particular para quienes desde el Parlamento ejercieron su poder con prepotencia, amparados en una soberbia infinita que los hizo menospreciar a sus enemigos.

Esto no quiere decir que las aguas se apaciguaran por completo, ni mucho menos que el Gobierno, que no ha sido un buen gestor, al fin se dedique a hacer su trabajo. Y, como señala Pedro Tenorio en su última columna, sin nadie más a quien culpar.

Por lo pronto, sorprende que en el nuevo Gabinete aparezca , a quien otra vez se le ha confiado la cartera de Transportes y Comunicaciones, a pesar de su poco feliz paso por el edificio de la avenida Tingo María.

Trujillo, recordemos, renunció días después de publicada una entrevista que brindó a El Comercio, pródiga en lugares comunes y excusas sin sentido, en la que reveló su poca aptitud para el cargo.

“El ministerio es tan grande, con muchas cosas que abordar y afrontar...”, “lo importante es comenzar”, “toca iniciar y emprender este camino”, “estamos trabajando en eso” fueron parte del concierto de vaguedades que el señor Trujillo exhibió a lo largo de la charla, que buscaba respuestas tras exponer en la campaña #notepases el drama diario del transporte.

Días antes habían muerto 17 personas durante un incendio ocurrido en un bus estacionado en un terminal autorizado por su ministerio.

Augusto Álvarez Rodrich ha llamado “Gabinete del Club Moquegua” al nuevo Consejo de Ministros por su cercanía con el presidente. Trujillo fue gerente del Gobierno Regional de Moquegua cuando el señor Vizcarra fue gobernador.

Hace bien el presidente en rodearse de gente de su confianza, pero el manejo de un país requiere de aptitudes para la gestión, características que parecen ser ajenas al señor Trujillo a partir de lo que ha exhibido hasta el momento.

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