En el 2011 se anunció que el Ministerio de Cultura invertiría 7,7 millones de soles en proyectos de conservación para 10 huacas importantes en Lima. El impacto de esta inversión, se dijo, resultaría en un aumento por 10 en el flujo de visitantes a estas huacas y daría un gran beneficio económico a la ciudad. Han pasado casi 4 años y el número de visitantes no ha incrementado. De hecho, la cantidad de visitantes a las huacas de Pachacámac y Caral, por ejemplo, ha bajado, según el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo. Esto a pesar de que el número de turistas que visitan Lima ha incrementado en 24% en este mismo periodo.
Según el Ministerio de Cultura, existen en Lima 365 lugares arqueológicos declarados Patrimonio de la Nación. En el 2014, solamente 4% contaban con proyectos de conservación. Este número pone en perspectiva la escala del problema. De hecho, la ministra Diana Álvarez-Calderón mencionó recientemente que el Estado no tiene los recursos para administrar toda esta gran herencia.
En estos últimos días se han escrito artículos en diversos medios que defienden el Decreto Legislativo 1198, y la necesidad de involucrar al sector privado para proteger y poner en valor los 19.903 lugares arqueológicos identificados en el Perú. Como dijo Santiago Alfaro en la revista “Poder”, “la inversión privada no puede ser confundida con la privatización”. No es necesario decir más sobre este tema.
Pero pensando específicamente en Lima, ¿cuál es el rol de las huacas? Para algunos, las huacas forman una red metropolitana de patrimonio y son un elemento característico que unifica la ciudad. Sin embargo, en la práctica, estos espacios generan sectores inactivos y devaluados por permanecer enrejados, descuidados y usados en su mayoría como “fumaderos, basurales y letrinas” (El Comercio 2014). El problema es que la gran mayoría de los limeños ha perdido conexión con esta gran herencia, la cual no es parte del imaginario colectivo de los ciudadanos.
Solo para dar un ejemplo, en el 2014 el 80% de las visitas a la huaca Pucllana y el 85% de las visitas a la huaca Huallamarca fueron hechas por extranjeros, mientras que a los lugares arqueológicos de Teotihuacán en Ciudad de México solamente el 26% de los visitantes fue de nacionalidad extranjera en el mismo año.
El reto no debe ser solamente conservar los sitios arqueológicos, sino imaginar cómo podríamos integrar estos espacios a la ciudad, y reconectar a los ciudadanos con su historia.
Muchos artículos periodísticos mencionan el restaurante La Huaca Pucllana como un buen precedente de cómo privados pueden tener un rol importante en la gestión del patrimonio. Asimismo, el uso de las huacas para eventos es quizás un mejor ejemplo. Casos como el concierto “Huaca Sonora”, que se dio en Huallamarca en octubre, podrían crear nuevas narrativas culturales para reescribir a las huacas en la memoria colectiva y reintegrarlas a la ciudad. Tienen un gran potencial.
En todo caso, sin la coordinación de todos (gobierno, entidad privada y sociedad civil) seguiremos en la teoría.