Sean bienvenidos a La Ruta, un proyecto auspiciado por Nissan y Verisure en alianza con El Comercio, pero sobre todo una aventura destinada a documentar y preservar aquellas historias en peligro de desaparecer a causa del imparable paso del tiempo.
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A partir de ahora, prepárese para presenciar combates protagonizados por antiguos dioses, imaginar a dantescas criaturas mitológicas y conocer más sobre el origen de distintos pueblos originarios de nuestro país.
Mi nombre es Renzo Giner y esta es mi bitácora.
Son las 7 de la noche y la oscuridad ha caído por completo en el accidentado camino que comunica a las provincias de Huarochirí y Yauyos, en la sierra de Lima. Como copiloto de la Nissan Frontier viaja Juan Pedro Torres, amigo, cofundador de La Ruta y encargado del área audiovisual del proyecto. Nuestro viaje comenzó cinco horas atrás, en la ciudad de Lima y aún nos queda por lo menos una hora más de camino antes de alcanzar nuestra primera parada.
Ubicado en la Reserva Paisajística Nor Yauyos Cochas y a unos 4.268 metros sobre el nivel del mar, el distrito de Tanta posee una población que apenas ronda los 500 habitantes, pero es un punto muy importante dentro de nuestra aventura de hoy pues ahí nos esperan el antropólogo e investigador del Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp), Elmer Segura, y el guardaparques de la misma institución Abdón Cochachis.
Tanto Elmer como Abdón son oriundos de esta provincia y se han ofrecido para guiarnos a un mirador desde el que tendremos una vista privilegiada del nevado Pariacaca, el apu tutelar de la zona y protagonista de la historia que hoy hemos venido a buscar.
Durante el siglo XVII, en plena colonia española, se creó la denominada institución de extirpación de idolatrías, un intento por erradicar las creencias paganas y convertir al catolicismo a los habitantes de estas tierras. El encargado de liderar dichos esfuerzos en lo que hoy conocemos como la sierra de Lima y Junín fue el presbítero Francisco de Ávila. El resultado de dicha campaña se conoce como el Manuscrito de Huarochirí, un invaluable compendio que documenta la cosmovisión y creencias que poseían los habitantes originales de esta zona.
Los expertos en el tema han puesto a dicho documento al nivel de reconocidos textos históricos como el Popol Vuh maya o la Biblia católica. Por ello, antes de iniciar mi viaje decidí buscar a Luis Millones, renombrado antropólogo e historiador que ha dedicado varias décadas al estudio de la cosmovisión andina y, especialmente, al Manuscrito de Huarochirí.
El profesor Millones me recibió en su casa acompañado de su esposa, la educadora Renata Mayer, quien también ha colaborado en las diversas obras sobre estos temas. “Lo más interesante es que presenta a personajes que no son nombrados en otro lado y nos permite tener un entendimiento del Perú Antiguo, más allá del Tahuantinsuyo”, me explicó el experto.
“Lo fascinante, además, es el papel que toma toda la fauna de la zona, volviéndose protagonistas de las historias y poniéndose al servicio de los dioses”, agregaba Mayer.
La conversación con ambos expertos se repetía incesantemente, tanto en la cabeza de Juan Pedro como en la mía, mientras conducíamos hacia Tanta. Al llegar nos encontramos con un pequeño pueblito de menos de diez calles y en el que la gente se acostaba al ponerse el sol. La ayuda de dos amables agentes de serenazgo, afortunadamente, nos permitió conseguir rápidamente un alojamiento.
La noche fue dura, pues la ansiedad de iniciar las grabaciones se confundía entre el ahogamiento causado por los más de 4 mil metros de altura y el frío causado por los -8 grados centígrados que marcaba el termómetro.
De cualquier forma no había mucho tiempo para dormir, pues a las 4:30 am nos reuniríamos con Elmer y Abdón en la plaza del pueblo para partir rumbo al mirador. Una vez ahí, finalmente escucharíamos la ansiada historia del día.
La espectacularidad del relato, sin embargo, se entremezcla con la preocupación por saber que cada vez es más difícil encontrarlo en una lengua que no sea el español. Desde hace varios años, el Ministerio de Cultura ha clasificado a lenguas como el jaqaru y el kawki -oriundos de la sierra limeña- en “serio peligro de extinción” tanto por la pequeña cantidad de personas que las hablan como por la falta de transmisión de las mismas a las nuevas generaciones.
La misma suerte corre el quechua central, al que el Mincul también considera en “serio peligro de extinción”. La urgencia detrás de esto reside en entender que la eventual desaparición de estas lenguas causará que miles de mitos, leyendas y tradiciones queden enterradas para siempre.
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